Gerhart Hauptmann

"Cristo habría peregrinado por el mundo, ofreciendo al Padre un mensaje de desesperanza en torno al hombre. Finalmente el mendigo que decía ser Cristo compartió el pan con dos pastores suizos de Andermatt. Desde que esos piadosos lo acogieron nunca más volvió a saberse de él. Sin embargo, el cronista que siguió durante un tiempo las huellas de Emmanuel Quint, cree que aquel ser que, abandonado y solitario, arrastró su mesiánica locura por las lindes helvéticas y germánicas, era el desaparecido carpintero de Silesia. Y cree también que era el mismo que, después del deshielo de primavera, fue encontrado rígido y postrado en el refugio del Gotardo. Es muy posible que se extraviase en los inhóspitos parajes del Pizo Centrale, donde la noche, la niebla y la nieve lo habían sepultado. Esto debió de ocurrir a finales de otoño o a principios de invierno."

Gerhart Hauptmann
Emmanuel Quint


"Dreissiger: No era nada. El pequeño está ya completamente restablecido. (Yendo y viniendo con agitación. Se detiene a veces completamente sofocado). De todos modos, es estúpido el mandar hacer semejantes correrías a un pequeñuelo que no abulta un comino, al que se le tiraría de un soplo. No comprendo que haya gentes... pobres que carezcan de conciencia hasta ese punto. Obligarle a hacer legua y media con dos piezas de fustán al hombro. Es cosa de no creerlo. En adelante, prohíbo que se reciban las piezas tejidas que sean traídas por los niños. (Da algunos pasos en silencio). En todo caso, no quiero que vuelva a suceder semejante cosa. En último término, ¿a quién se hace responsable de ello? ¡A los fabricantes, caramba! Nosotros somos la causa de todo. Que un pobre diablillo como ese vaya un día de invierno a pararse y dormirse en la nieve, y siempre habrá por allí un periodista que llegará, no se sabe de dónde, para enterarse del hecho, y dos días después circulará por todos los periódicos. El padre, los parientes que hayan enviado al niño a la nieve, esos no tienen la culpa; nosotros somos los pérfidos emisarios. A los tejedores se les adula siempre; a nosotros nos vapulean. El fabricante es un hombre sin corazón, duro como una roca, un ser peligroso, tras del cual todos los perros tienen derecho a ladrar. Vive en la opulencia, y no da más que un salario irrisorio a sus obreros. Que semejante hombre tenga sus preocupaciones, sus noches de insomnio; que corra riesgos de los que el obrero ni siquiera puede formarse una idea; que pierda la cabeza a fuerza de calcular; que no pase un día sin contrariedades o decepciones; que deba pensar en mil cosas, cada una de las cuales es para él una cuestión de vida o muerte, todo esto les da igual a los hacedores de frases bellas. ¡Dios sabe, sin embargo, todo lo que depende de los fabricantes y a cuánta gente hacen vivir! ¡Ah! Yo quisiera veros en mi pellejo un poco de tiempo de cuando en cuando; pronto os cansaríais. (Después de reponerse un poco). Y ya veis cómo se conduce ese desalmado, ese bribón de Baecker. Lo que no le impedirá ir a gritar por todas partes que yo soy un ser sin corazón, que por un sí o un no despido a mis obreros. Vamos a ver: ¿es cierto eso? ¿Soy yo un ser sin corazón?
 
Muchas voces: No, no, señor Dreissiger."

Gerhart Hauptmann
Los tejedores




"La poesía evoca, a partir de palabras, la resonancia del mundo primordial."

Gerhart Hauptmann



"Loth: Mi padre era un trabajador del gas. Vivíamos con dificultad al lado de la fábrica y nuestras ventanas daban hacia el patio. Yo vi muchas cosas ahí. Había un trabajador por ejemplo, que había trabajado en la fábrica cinco años. Comenzó a tener una violenta tos y a soltar flema… Recuerdo cómo mi padre nos contaba sobre este hombre en la mesa. Su nombre era Burmeister y estaba amenazado con contraer pulmonía si trabajaba más tiempo en la fábrica de jabón. El doctor le había dicho eso. Pero el hombre tenía ocho hijos y, débil y enfermo como estaba, no lograba encontrar otro trabajo en otro sitio. Y por ese motivo tenía que permanecer en la fábrica de jabón y su jefe era muy considerado porque lo mantenía. Se consideraba así mismo un ser humano extraordinario. Una tarde de Agosto el calor era abrasador, Burmeister se arrastraba a través del patio con una carretilla llena de limas. Yo miraba por la ventana cuando noté que paró, paró de nuevo, y finalmente inclinó la cabeza entre las piedras. Corrí hacia él, mi padre vino, otros trabajadores llegaron, pero él apenas pudo tomar aliento y su boca estaba llena de sangre. Ayudé a cargarlo dentro de la casa. Era una masa de trapos sueltos, apestando a todo tipo de químicos. Antes que lo metiéramos en la casa, ya había muerto. Escasamente una semana después sacamos a su mujer del río en donde los deshechos de lejía de nuestra fábrica eran drenados. Y, cuando uno sabe cosas de ese tipo como las conozco yo -créanme- uno no puede encontrar descanso. Una simple pastilla de jabón, que no incita a nadie en el mundo a pensar en algún daño, tan sólo un par de limpias y bien cuidadas manos son suficientes para apenar a una persona tan profundamente."

Gerhart Hauptmann
Antes del amanecer



"No hay bastante amor en el mundo."

Gerhart Hauptmann



"Y ya veis cómo se conduce ese desalmado, ese bribón de Baecker. Lo que no le impedirá ir a gritar por todas partes que yo soy un ser sin corazón, que por un sí o un no despido a mis obreros. Vamos a ver: ¿es cierto eso? ¿Soy yo un ser sin corazón?" 

Gerhart Hauptmann




"Ya no sufrían pues habían dejado de existir. Ya no eran en modo alguno náufragas. La noche de los trópicos extendíase inútilmente en torno suyo. En el firmamento, sobrepasando apenas la línea del horizonte, se hallaba la cruz antártica y justo encima de ella, más alto, el Centauro. Hacia el norte resplandecían majestuosamente Arturo, nubes de estrellas, la vía láctea y miríadas de mundos...También el mar contenía miríadas y miríadas de universos luminiscentes y arrastraba hacia la arena y tornaba a llevarse olas de luz. Las durmientes no tenían conciencia de todo esto, y, sin embargo, yacían como en el interior del regazo materno, ligadas a la tierra por la respiración y el cordón umbilical de la esperanza."

Gerhart Hauptmann
La prodigiosa isla de las damas









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