J. Stephen Jones

“En ningún otro rincón del mundo ha existido una disputa tan seria acerca del problema de ‘si se nace o se hace’ como en la Unión Soviética. La ideología hizo que se frenase por completo el estudio de la genética durante veinticinco años. A los marxistas les resultaba imposible aceptar que ciertas cualidades estuvieran grabadas en el código genético, y por ende, se encontraran más allá del alcance de toda intervención humana. […] Marx había insistido en que el hombre podía ser transformado mediante un cambio en la sociedad, y que una vez que hubiera triunfado la revolución, emergería una mejor humanidad nueva. Eso, de por sí, era una teoría a favor de la herencia. El proceso que incluía dar nacimiento a un nuevo hombre fue mucho más lejos en la Unión Soviética que en el resto del mundo. Las masas acataron en cuatro años un plan cuya duración prevista había sido de cinco. En el proceso, destruyeron a millones de kuláks e intelectuales (etiquetándolos de disidentes y saboteadores) […] La ideología —y sus experimentos falsos— trajeron consecuencias desastrosas. En 1942, Lysenko afirmó que si se sembraba trigo hibernal (que suele cultivarse en zonas de clima lo suficientemente templado como para soportarlo) en Siberia, mezclado con el trigo de primavera (que crece a lo largo del verano), sería capaz de sobrevivir aún el invierno más rudo. Esta “vernalización del trigo” (que simplemente no funcionó) fue impuesta a los agricultores y condujo a la hambruna. En 1948, se interrumpió todo estudio genético en la Unión Soviética. […] La herencia de personalidades adquiridas se convirtió en la ley. […] Mucho más adelante, Kruschev dijo a Lysenko: “Tú y tus experimentos podrán alcanzar la Luna” y, hacia los años setenta, la genética en la Unión Soviética volvió a incorporarse al mundo de la ciencia. Lysenko reflejaba la visión que se había fomentado en Alemania y el resto del mundo durante la década de los treinta, a saber, que la genética lo era todo. Se sabe que el mismo Hitler leyó un libro sobre la genética humana y que muchos expertos en la “higiene racial” (según el término acuñado en ese entonces) estuvieron involucrados en el movimiento de exterminio. Estimaban que preservar ávidamente a aquellos que poseían los mejores genes y erradicar a quienes tenían los peores, era la única manera de mejorar la sociedad. Esa idea tampoco logró soportar la prueba del tiempo.”

J. Stephen Jones
En In the Blood (“En la sangre”) (Harper Collins, 1995)
Tomada del libro La ponerología política de Andzrej Lobaczewski, página 468
















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