Joe Haldeman

"Abrió la puerta de un pequeño lavabo y se miró en el espejo. Su pelo era un poco más corto, menos gris, la barba mejor recortada.
Tenía menos barriga y... sintió algo extraño. Sentía viva una parte de su muslo. Se bajó los pantalones y no vio ninguna cicatriz donde la bala del francotirador le había abierto la pierna y destrozado los nervios.
Ésa era la diferencia. Mientras se subía la camisa, el recuerdo paralelo le inundó. Una cicatriz redonda en el abdomen; en este universo el francotirador había apuntado un palmo más arriba... y en vez del centro de convalecencia de la bahía de Cam Ranh, los meses de terapia física y luego el regreso a la guerra, había sufrido peritonitis: cirugía en Saigón y Tokio y Walter Reed, y se acabó el ejército.
Pero lentamente volvieron a converger. Amherst y la Universidad de Massachusetts, usando perversamente la paga de soldado en vez de los millones a los que tenía acceso; el doctorado en Fiesta y las clases en la Universidad de Boston, donde conocía a Lena y esperaba virtuosamente a que terminara el semestre para invitarla a salir. Sexo a la segunda cita y en la tercera... pero ahí volvieron a converger. Este John Baird no había vuelto a la guerra para recibir en la cintura la metralla de fragmentación de una granada americana que cayó de un árbol; su pene nunca había sido cercenado por docenas de esquirlas de metal, y en los veinticinco años siguientes lo había usado con más frecuencia. Novias e incluso un desastroso encuentro homosexual con un desconocido. Por lo que sabía, Lena no conocía este aspecto suyo; aunque había permanecido fiel a excepción de un incidente sucedido siete años después de casarse. Él conocía un asunto que ella había tenido con un colega, y sospechaba más.
Las dos personalidades de John y sus historias se fundieron, separadas pero una, como dos enredaderas de una misma cepa, escalando por un mismo punto de apoyo.
Esquizofrénico, pero no loco.
John se miró en el espejo y trató de dar nombre a su nuevo o su viejo yo: John-uno, John-dos. Esas personas no existían. De repente había un hombre que había existido en dos universos separados y, en cierto modo, eso no era más profundo que haber vivido en dos casas separadas.
La diferencia era que nadie más sabe que hay más de una casa.
Se acercó a la ventanilla y depositó el café sobre la bandeja; recogió la absenta y la olisqueó, pensó en tirarla por el lavabo, pero luego la guardó, para posibles referencias futuras."

Joe Haldeman
El engaño Hemingway



"Con un número suficientemente grande de espacios, la diferencia entre orden y caos es evidente. El ejemplo de Drake tenía 551 caracteres, que formaban un mapa de veintinueve por diecinueve espacios. Por supuesto, no formaba una palabra inglesa; de hecho, se suponía que era una señal entrante: mostraba un dibujo tosco de una criatura alienígena y un diagrama de su sistema solar, junto con figuras que indicaban que era una forma de vida basada en el carbono, que tenía una altura de treinta y dos longitudes de onda y que había siete mil millones de individuos en su planeta -y tres mil colonos en el siguiente planeta, y once exploradores en otro más.
El mensaje que Jan enviaría al artefacto empleaba la misma técnica, aunque podría ser mucho más elaborado, ya que el receptor se encontraba a unos centímetros de distancia y no a años luz. Empezando con la misma aritmética y matemática, iba más allá de los diagramas de criaturas de líneas más ADN para ofrecer representaciones digitales de la relatividad einsteniana, fotografías de varias personas, una fuga de Bach, una de las vistas del monte Fuji de Hokusai y La joven de la perla de Vermeer en blanco y negro.
Se precisaron unos quince minutos para transmitir la señal. Enfocando zonas diversas del artefacto, la enviaron en todas las frecuencias desde las microondas hasta los rayos X; la teclearon mecánicamente sobre la superficie del objeto. Evidentemente, tampoco había forma de predecir cuál sería la respuesta. Quizá estuviese respondiendo de alguna forma que no pudiesen detectar -diciendo algo como «¡Callaos y dejadme en paz!». Pero era razonable esperar que respondiese de forma similar al mensaje: luz o sonido en una secuencia binaria similar.
Evidentemente, podría ser una máquina tonta capaz de moverse para evitar sufrir daño pero poco más.
Después de dos semanas sin resultados, Jan se sintió desanimada. Pidió a Russ y a Jack que se reuniesen con ella en Sails para comer y pensar en la estrategia.
Los dos hombres se presentaron juntos justo cuando comenzaba la tormenta de la puesta de sol. El sol era una bola roja apagada en el horizonte mientras las láminas de agua descendían sobre el puerto. No había truenos ni rayos; simplemente un chaparrón incesante.
-Otro día maravilloso en el paraíso -dijo ella.
-¿E.T. no ha llamado a casa? -dijo Jack al sentarse.
-Obtuvo un «número ocupado». -Apareció el camarero con la lista de vinos. Jack la rechazó y pidió una botella de Bin 43.
-Bien, ¿qué opinas?
-Oh, no sé. -Jan volvió a llenarse la taza de café empleando un termo plateado-. Supongo que es hora de pasar a la fase de ambiente planetario. Si reacciona a algo, entonces podré repetir el algoritmo de Drake. -Tomó un sorbo de café-. Como dices, Russ, quizá esté dormido o en estado de hibernación. Quizá si reproducimos las condiciones de su planeta natal se muestre dispuesto a hablar.
Jan hizo una mueca cuando un cambio del viento la mojó un poco."

Joe Haldeman
Camuflaje


"Conocí a un joven que volvió a Vietnam cuatro veces, sin estar obligado. Hasta que lo mataron. Lo respeto, pero no lo comprendo. Yo ya era antibelicista antes de ir a la guerra. No le tuve miedo a la muerte, pero regresé en un estado de gran confusión y con sentimientos de peligro permanente. No entiendo que los soldados acepten ser los peones de otros que mueven los hilos, en vez de rebelarse contra quienes les mandan."

Joe Haldeman


"De niño, leía mucha ciencia-ficción y eso me llevó a los estudios de Física y Astronomía..."

Joe Haldeman


"Las guerras no acabarán a corto plazo. No las dejaremos atrás hasta que la propia noción de la guerra se quede obsoleta, hasta que alcancemos la madurez necesaria para resolver nuestros conflictos sin acudir a las armas, eliminando esa semilla bélica de la humanidad."

Joe Haldeman



"No se me había ocurrido, pero en la Tierra éramos verdaderas celebridades. Al llegar a Móndale, el Sec-Gen saludó personalmente a cada uno de nosotros; era un hombrecito negro, muy anciano, llamado Yakiby Ojukwu. La pista de aterrizaje estaba rodeada por miles, tal vez millones de espectadores, que trataban de acercarse todo lo posible. El Sec-Gen pronunció un discurso para la multitud y los periodistas; después los oficiales superiores de la Esperanza farfullaron las tonterías de costumbre, mientras los demás esperábamos, más o menos pacientemente, en el calor tropical.
Un gran helicóptero nos llevó hasta Jacksonville, donde estaba el aeropuerto internacional más próximo. La ciudad en sí había sido reconstruida según las descripciones de Siri. Era algo impresionante.
Al principio nos pareció una solitaria montaña gris, un cono ligeramente irregular; surgió lentamente en el horizonte y fue creciendo poco a poco. Estaba situada en el centro de una extensión cultivada aparentemente infinita; rutas y carreteras convergían hacia ella por decenas. Aunque uno podía ver aquellas autopistas como finas hebras blancas sobre las que se arrastraban microscópicos insectos, la mente se negaba a integrar esa información en un cálculo de tamaño. Aquella mole no podía ser tan grande.
Nos acercamos más y más, a medida que el helicóptero ascendía, hasta que el edificio se convirtió en una pared de color gris claro que ocupaba todo el campo visual a un lado. Al aproximamos otro poco pudimos ver algunos puntitos humanos; una de aquellas motas, asomada a un balcón, parecía estar agitando la mano."

Joe Haldeman
La guerra interminable


"Puedo estar horas ante una página en blanco, lo que hace que sea menos prolífico de lo que suelen ser los autores de ciencia-ficción."

Joe Haldeman



"Si el amor pudiese ser razonable, si el impulso sexual pudiese alguna vez ser controlado por la lógica, uno esperaría que Cletus, siendo Cletus, evaluase la situación y fuese en busca de alguien normal. Pero, por supuesto, no lo hizo. Simplemente bailó y cayó a través de la máquina de Pachinko de la adolescencia, rechazado, al primer vistazo, por toda Mary, Judy, Jenny y Verónica del Espacio Reconocido, pasando de la maravillosa a la hermosa, de la bonita a la mona, de la normal a la "de gran personalidad", hasta que el irresistible poder de la estadística le puso finalmente en contacto con Amy Linderbaum, que no podía rechazarle nada más verle porque era ciega.
Los demás chicos pensaron que era algo más que gracioso. Aparte de ser ciega, Amy era el doble de alta que Cletus y, siendo amables, de rostro igualmente irregular. La acompañaba un perro lazarillo sorprendentemente parecido a Cletus; bajo, negro y rechoncho. Todos eran amables con ella porque era ciega y rica, pero era una estudiante nueva y no tenía verdaderos amigos.
Así que aquí llegó Cletus, al que Cupido sólo había dado dardos y flechas, y lo que de otra forma hubiese sido un romance del tipo "opuestos que se atraen" se convirtió en una unión intelectual y emocional que, en el nuevo siglo, provocaría un maremoto social que transformaría para siempre la condición humana. Pero primero vino el violín.
Sus compañeros de clase ya habían descubierto que Amy era también un bicho raro, pero no sabían de que tipo. Era muy rápida con el ordenador, pero podías tachar esa opción diciendo que era ciega y que realmente necesitaba la maldita máquina. No parecía ser una fanática del ordenador, ni de la ciencia o la matemática, o historia, o Star Trek o el gobierno de estudiantes, así que ¿qué tipo de bicho raro era? Resultó que le encantaba la música, pero en aquella época era demasiado tímida para demostrarlo.
Todo lo que preocupaba a Cletus, inicialmente, era que carecía de los malditos cromosomas Y y que no huía de él: en el diagrama de Venn de la especie humana, ella era el único miembro de ese conjunto particular. Cuando descubrió que también era inteligente, había leído más libros que la mayor parte de sus compañeros juntos, el romance comenzó a encenderse en un lugar profundo y permanente. Y eso fue incluso antes que el violín."

Joe William Haldeman
No hay mayor ciego












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