Karl Gutzkow

"Después de los días de lluvia, la naturaleza se vistió de luz y sol, para invitar a todos a disfrutar de sus encantos. Y así lo hicieron. Hasta el último de los rincones llegaban, a lomos de borricos o montadas en carromatos, las mujeres de la alta sociedad reunida aquella temporada en el balneario. También Wally irradiaba alegría y felicidad. Cuando había una reunión, era el centro de la concurrencia, pero era como uno de esos ingenios hidráulicos que al accionarlos en un punto hacen brotar agua en un surtidor lejano.
Caesar era ese surtidor. Estaba encerrado en sí mismo, sin dejar de cavilar. Cualquiera se hubiera dado cuenta de cómo influía Wally en sus estados de ánimo y en sus afectos. Si no era amor lo que lo impulsaba, entonces era la tarea que se había impuesto su vanidad: conquistar a Wally, la indómita e incontenible. ¡Cuidado, mujeres! El amor de casi todos los hombres no es más que un homenaje que se rinden a sí mismos.
Un día se había organizado una excursión al Rin y en ella estaba participando una parte considerable de los huéspedes del balneario. Cuando todavía quedaba mucho para llegar, Wally estaba ya tan cansada que decidió parar y esperar a que llegaran los carruajes que seguían la comitiva. Así que llamó a uno de los criados y se apartó discretamente del grupo. Caesar iba galopando algo por detrás del séquito, tomando atajos, caminos y veredas. Cuando la vio, se sorprendió de encontrarla a solas. Bajó de un salto del caballo y le dio las riendas al sirviente. Wally y Caesar siguieron juntos a pie.
Al cabo de un rato vieron un verde prado que se abría en medio del bosque, tan tentador que no pudieron resistirse. El caballo de Caesar y el carruaje se quedaron esperando en el camino y ellos se dirigieron hacia el acogedor lugar, donde se sentaron en unos tocones de árbol. Había algo mecánico en sus movimientos, como si estuvieran cumpliendo escrupulosamente con un ritual, con una cita que hubieran acordado y planeado meticulosamente hacía tiempo. Ninguno hablaba. Y siguieron sin hablar cuando se recostaron, uno junto al otro, con la cabeza descansando suavemente entre las manos."

Karl Ferdinand Gutzkow
Wally la escéptica


"El pájaro anida incluso en el íntimo rugido del agua, como un alma cansada que necesita refrescarse, hastiada de la destrucción, añora la primavera soledada de un ruiseñor que canta en la rosa, al pie de antiguas murallas que se extienden sobre un cementerio que acuna Roma, una argamasa, una grieta rota sobre el labio reseco de la historia, sobre las ruinas de los dioses y el mar de los hunos. Incluso, hoy en día, entona su canto el ruiseñor en la tumba y lleva la guirnalda del silencio en sus manos, recoge las rosas y sueña con el poeta que agota su juicio porque no todo es verdad."

Karl Gutzkow
El consejero de Roma


"La gente nos da crédito sólo por lo que nosotros mismos creemos."

Karl Gutzkow


"Oh, cuán poderosamente atrae el imán de la ilusión."

Karl Gutzkow



"Unas pocas gotas lluvias abdicaban y se precipitaban sin violencia ni molestia, extrañas, como aseveraciones extremas sin mediación alguna. Todos sufrimos más que nunca por el hecho de que no se nos puede persuadir de la rotura del destino, el deseo de la muerte, que justifica el terrible sentimiento de que el óbito no el es más paciente de nuestros oyentes sino un hábito social que reduce drásticamente la raza humana."

Karl Gutzkow
Los caballeros del espíritu









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