Paavo Haavikko

Ahora que te hablo del emperador

Ahora que te hablo del emperador, tú lo ves, entre todo,
ahora que te hablo del emperador, ves: es invierno, el emperador está solo,
el emperador es una imagen que se aclara en la penumbra,
el emperador es una imagen,
llega la penumbra,
hay una maraña de árboles como nido de águilas en una pendiente,
el seco grosor de ramas,
y el emperador está solo y está claro,
está en su refugio estival que es frío en invierno,
él es a quien ves más claramente en la oscuridad, y el pensamiento,
el ave, la lechuza, tu invisible pensamiento pueden ver también
al emperador de la oscuridad.
Te he guiado extraviadamente y estás junto a una montaña invernal
e intentas mirar por entre las ramas al emperador que no está,
cuando cierras los ojos vuelves a verlo en su refugio estival
y su imagen es clara,
te he guiado extraviadamente, abre tus ojos y no me escuches,
el poder de tu imperio está en tu corazón, allí es fuerte,
el imperio se encumbra y se desploma en un abrir y cerrar de ojos,
muere al abrirse los ojos.

Paavo Haavikko



Caminos distantes

A veces has de estar dispuesto
a ir hasta el ático, a dejar tus pasos
en los corredores, sin pasar por las
habitaciones.

Vamos a hablar de los múltiples cambios
que nos gustaría evitar, y comenzando
una larga distancia hacia el pasado,
inútil para las flores que se congelan
en el terraplén del día.

"Regresemos a la frescura de las casas
abandonadas, donde los bienes reposan
en lugares inusuales, como el mismo
día, y como el anterior. 

Paavo Haavikko



El palacio de invierno
(fragmento)

Forjo imágenes en la plata, una al lado de la otra, de modo que ella hablan

las aristas de los tejados rasgan aves y vientos,
la hierba, los pájaros, la nieve marchan rumbo al norte,
muy pocas son las fábricas
una antena, espiral etérea, o bien
oído con dirección al viento,
saludos y adiós,
un árbol, un árbol y un árbol,
ésta es una canción:

No logro ver el verde hasta que explosiona
y la primavera ha regresado, el ave probó cantar
y su voz se trabó se trabó,
la hierba inerme
y una casa y en la casa un hombre y una mujer, un niño y un anciano
nueve desgarros en el alma.

El sombrero giratorio de la chimenea y tres colores:
verde, negro y gris,
la nieve fundente, el bosque, los juncales, los botes y el río.
El abeto, el pino, el abedul, los alisos, el sauce,
aquí la nuez crece del tamaño de un árbol.

Y la primavera ha regresado. Durante largas semanas una mujer
respira hacia ella y exclama:
he nacido, soy una muchacha
y salgo sola y juego en frente de la casa.

Aves de madera con el pico enhiesto
y la primavera,
todo lo que llego a decir es que

tanto en otoño como en primavera las paredes se descascaran,
y la nieve, las aves y hierba marchan rumbo al norte

vuelven y pasan por delante de nosotros
y las nubes se descascaran en el cielo,
y nadie llama calvo al sol,

¿mencioné ya que los árboles y las ramas de los árboles,
y que el sauce arbustero y la nuez crecen aquí?

El andén de la estación florecía.
Al pasar por allí, el mundo colgaba de los pies,
sucesivamente, primero de uno y luego del otro,
y el pilar, desde la cornisa hasta el piso, pendía
como grueso cordón:
esta blanca ciudad es la escritura erguida de los arquitectos.

¿Cómo insertar aquí una pequeña conversación? Esta:

Y el invierno llegó al auto blindado,
se instaló, se quedó por un tiempo y se marchó,
por aquí pasaron la nieve, las aves y la hierba,
y el invierno dejó los chanclos despanzurrados: partío rumbo al norte,

¿Acaso es uno de los que franquearon los Alpes?

No, no se trata de Aníbal.

Entonces, ¿es un elefante?

No, no es un auto.

Pero, ¿dónde está Aníbal?

No, no está de viaje.

Podéis sujetar con las dos manos vuestros sombreros, si así lo queréis,

el viento tomó les aves, el mar se hincha, los árboles enralecen,

O sea:

La parte antigua (1754-1762) es el Palacio de Invierno
y todo está como conviene, el techo, el piso y
las paredes cubiertas con altas criaturas: Venus, Júpiter
y las mujeres de una cosecha generosa.
Aún puede verse que en el río Beresina
cayeron las cabezas y sombreros de muchos,
que la batalla de Borodino fue una victoria;

lo digo debajo de mis cabellos.

Paavo Haavikko



¿El rumor es de la arena o de la revolución?
El paisaje es etéreo.
Nadie habla.
Pero de los momentos felices de la vida,
de los propios acontecimientos,
de los coitos,
no queda mucho.

Paavo Haavikko




El vino escribe

El vino escribe en verdad mejor que yo
en la botella vive un espíritu furioso
mira
ahí en el estante hay una fila de libros, grandes nombres
que él ha creado,
te ayuda
a ti
a altas horas de la noche
si quiere
hacerlo, cuando no queda ya
mucho de ti
no mucho,
tú vez cómo empieza a escribir.

Paavo Haavikko




Hay que ayudar a los vástagos de los árboles...

Hay que ayudar a los vástagos de los árboles, los abetos, a que surjan
        de debajo de la hierba.
        Un par de años, cinco, te lo agradecen.
Luego tienes que ayudar a la hierba a huir,
                                                         fuera del alcance de los árboles.
        Todo queda calvo a su alrededor,
                                                         majestuoso.
Y el pino que creció un metro en quince años en un bosque de alisos
        delgado, torcido, cargado de nieve,
                           comienza a sentirse a gusto.
Mata todo lo que está a su alcance
        los doscientos años siguientes, anualmente.
Ahí es donde tiene que crecer.
        No digáis que crece en un lugar equivocado,
el árbol.

Paavo Haavikko




Odiseo

Soy uno de los diez pretendientes en mi
propia casa, diez años han transcurrido
y el mar es negro, tengo diez pretendientes y
he perdido el mar, es el mar de otro hombre, todo
el tiempo tengo el cielo en mis ojos, el cielo
es celoso, tal como somos nuestros pensamientos se
vacías entre las nubes que caminan.

Ahí está el mar, el marino se encuentra cerca
de la estrella maldita, su viaje es maldecido,
nunca llegará, es la última navegación de su
buque, diez años enteros y la tierra espera
para que descansen mis huesos.

Ahí está el mar. El mar es suyo, el cielo
y Penélope derraman lágrimas de luto, por
la mañana los invitados son bienvenidos, mi
casa está corrompida: Soy Odiseo.

Paavo Haavikko


Poema

Este poema quiere ser una descripción.
Necesito poesía casi sin sabor
y soy una cosa que,
como la hierba, espera.
Estos versos son poco verosímiles,
son excursión, atraviesan una lengua familiar
en dirección a un país que no es un lugar,
este poema debe ser cantado en pie
o leído en soledad:
yo dije, sí, también yo, que todo
está fuera y yo aquí
suspendido de un árbol como los pájaros de los árboles
todas las puertas cerradas-abiertas,
doy mi firma al día, a la noche que pasa,
sin leerlos, como un periódico,

una página inútil, sin leerlos,
y mientras el sueño viene yo duermo
y en el sueño digo: yo.
Este bosque es denso, algunos árboles y su miedo,
y en este bosque
la voz tiene la humedad de lo que transpira.
Es un país donde los árboles florecen, en el interior
el árbol ciego olvida que es visto,
este lugar ha sido excavado, todo está hecho a su imagen:
el bosque abierto
al brotar de las flores que me confunde,
debería compararme a lo que aún no nació
y darme por perdido,
engullido por una carne toda maleabilidad, como de seda
y plenamente hembra.
Yo no sabía lo que era
pretendía quedarme en silencio
quería comer las palabras y modificarme
a la fuerza, como en el nacimiento.
Llegué a este punto:
la casa queda en el centro,
mi mesa, la pluma cogida con fuerza, el papel,
esto está mucho más al norte pero mi espíritu es denso,
escríbí el poema en otoño, de noche, en soledad
y no soy quien soy.
¿Es todo vulgar, aquí? Sí, aquí también.
Aquí quien se aleja es raptado antes del fin
por alguna razón.

En este poema soy una simple imagen llena de sentido
que no pregunta por qué el fruto está en flor
y me interroga,
quiere saber si hay alguien
interesado en esas cosas, ese sentido,
cada cosa que pongo en la balanza
fluctúa en el aire como un barco redondo,
lento, navega el viento,

crucé el bosque y pasé de una línea a otra,
desde que se nace es posible saber si están ahí los astros,
mi avidez se transformó en tristeza,
llovió torrrencialmente,

¿y qué es la poesía?
Quiero decirlo:
una casa pequeña, estrecha y alta
y una sala donde escribo esto.
¡Exagero!
Pero imagino que todo ocurre,
¿y quién no está solo? ¿Quién no es un mundo?

Callar todo cuanto es lenguaje.

Regresar al lugar de donde vengo.

Paavo Haavikko







































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