E. T. A. Hoffmann

"Con Ondina llevo una vida espléndida. Me visita todas las mañanas y me trae —Dios sabe de dónde las sacará— las flores más bellas y toda clase de piedras preciosas, nos sentamos y jugamos como niños."

E. T. A. Hoffmann
Tomada del libro Seres y lugares en los que usted no cree de Jesús Callejo y Carlos Canale, página 61



"Es imposible competir contra la fuerza del tiempo, que es un constante proceso de destrucción."

E. T. A. Hoffmann


"(...) La condesa, dando alaridos, se abalanzó sobre él con la furia de una hiena y le mordió en el pecho. El conde dio un empujón a la rabiosa mujer y la tiró al suelo, donde entregó su espíritu en medio de las convulsiones más espantosas. El conde enloqueció."

E. T. A. Hoffmann



"La música empieza donde se acaba el lenguaje."

Ernst Theodor Amadeus Hoffmann 


"Los niños no deben jugar con armas cuya peligrosidad no entiendan."

E. T. A. Hoffmann


"Maldito aborto del infierno, ya sé por qué aborreces el alimento de los hombres: te cebas en las tumbas, mujer diabólica! Apenas había proferido estas palabras, la condesa, dando alaridos, se abalanzó sobre él con la furia de una hiena y le mordió en el pecho. El conde dio un empujón a la rabiosa mujer y la tiró al suelo, donde entregó su espíritu en medio de las convulsiones más espantosas. El conde enloqueció."

E.T.A. Hoffmann
Vampirismo


"Mis miradas son extrañas porque en ellas se refleja lo auténticamente extraño que mi espíritu observa."

E. T. A. Hoffmann


"Nada me complacía tanto como leer o escuchar horribles historias de genios, brujas y duendes; pero, por encima de todas las escalofriantes apariciones, prefería la del Hombre de Arena que dibujaba con tiza y carbón en las mesas, en los armarios y en las paredes bajo las formas más espantosas."

E. T. A. Hoffmann




"¿No es la absoluta simplicidad lo que más maravilla de un genio?"

E. T. A. Hoffmann



"Una vez que estás bailando con el diablo, las alcaparras más bonitas no te ayudarán."

E. T. A. Hoffmann


"Y sin decir más, se alejó corriendo, mientras que Clara, profundamente desconcertada, derramaba amargas lágrimas. «Nunca me ha amado, pues no me comprende», sollozaba en alto. Lotario apareció en el jardín y Clara tuvo que referirle lo que había sucedido; como amaba a su hermana con toda su alma, sentía sus quejas en lo más íntimo, de forma que el disgusto que sentía en su pecho a causa del visionario Nataniel se transformó en cólera terrible. Corrió en seguimiento de Nataniel y le reprochó con duras palabras su loca conducta respecto a su querida hermana. Nataniel respondió con violencia. El iluso y extravagante loco se enfrentó con el desgraciado y vulgar ser humano.
Decidieron batirse a la mañana siguiente, detrás del jardín, conforme a las reglas al uso.
Llegaron mudos y sombríos. Como Clara hubiese oído la disputa y viese que el padrino, al atardecer, trajese los floretes, imaginó lo que iba a suceder. A la hora designada, las armas estaban sobre el césped que, muy pronto, iba a teñirse de sangre, Lotario y Nataniel se habían despojado ya de sus levitas, y con los ojos brillantes iban a abalanzarse el uno sobre el otro, cuando Clara apareció en el jardín. Sollozando exclamó:
-¡Monstruos, salvajes, matadme a mí, antes de que uno de vosotros caiga, pues no quiero sobrevivir si mi amado mata a mi hermano, o mi hermano a mi amado!
Lotario dejó el arma y miró al suelo silenciosamente. Nataniel sintió en su interior la tristeza y el amor desbordante que había sentido en los bellos días de su primera juventud. El arma homicida cayó de sus manos, y se arrojó a los pies de Clara:
-¡Perdonadme, adorada Clara! ¡Perdonadme, hermano mío, querido Lotario! Lotario se emocionó al ver el profundo dolor de su hermana, y derramando los tres abundantes lágrimas se abrazaron reconciliados, y juraron no separarse jamás.
Desde aquel día Nataniel se sintió aliviado de la pesada carga que le había oprimido hasta entonces, y le pareció como si se hubiese salvado del oscuro poder que amenazaba aniquilarle. Permaneció tres días más antes de marcharse a G., adonde debía volver para cursar el último año de sus estudios universitarios y se acordó de que al cabo de este tiempo se establecería para siempre en su país natal, con su prometida.
A la madre de Nataniel se le ocultó todo lo referente a Coppelius, pues era bien sabido que le producía horror su nombre, ya que tanto a ella como a Nataniel le recordaba la muerte de su esposo.
Al llegar a G., Nataniel se sorprendió mucho al ver que su casa había sido pasto de las llamas, que sólo dejaron en pie dos o tres lienzos de pared ennegrecidos y calcinados. Según le dijeron, el fuego comenzó en la botica y varios amigos de Nataniel que vivían cerca de la casa incendiada pudieron salvar algunos de los objetos, instrumentos de física y papeles, todo lo cual llevaron a otra habitación alquilada a nombre del estudiante."

E.T.A. Hoffmann
El hombre de arena










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