Edmond Jabès

"A la llegada del poema, aurora y crepúsculo se convierten en noche, el comienzo y el final de la noche. El poeta lanza entonces su red, como el pescador en el mar, a fin de captar todo lo que se mueve en lo invisible, esas miríadas de seres incoloros, sin hálito y sin peso, que pueblan el silencio. Se apoderan, por sorpresa, de un mundo prohibido cuyos límites y poder ignora, y sobre todo le impedirá, una vez tomado, perecer; los seres que lo componen, como los peces, prefieren la muerte a la pérdida de su reino.
Rondando por cada sombra perpetuada, indefinidamente, el poeta desgarra una cortina de raso, párpado del secreto."

Edmond Jabès


"Basta una rosa para el amanecer."

Edmond Jabès



Dedicatoria

En el cementerio de Bagneux, departamento del Sena, 
descansa mi madre. En el viejo Cairo, en el cementerio 
de las arenas, descansa mi padre. En Milán, en la muerta 
ciudad de mármol, está sepultada mi hermana. 
En Roma, donde, para acogerle, la sombra cavó la tierra, 
está enterrado mi hermano. Cuatro tumbas. 
Tres países. ¿Conoces las fronteras de la muerte? 
Una familia. Dos continentes. Cuatro ciudades. 
Tres banderas. Una lengua, la de la nada. Un dolor. 
Cuatro miradas en una. Cuatro existencias. Un grito.
Cuatro veces, cien veces, diez mil veces, un grito.
 -¿ Y los que no tienen sepultura? , preguntó Reb Azel.
 -Todas las sombras del universo, respondió Yukel, son gritos.
 (Madre, respondo a la primera llamada de la vida,
 a la primera palabra de amor pronunciada 
y el mundo tiene tu voz.)

Edmond Jabès




"Donde no hay riesgo no puede haber escritura."

Edmond Jabès



"El filósofo nace con la filosofía; el pensador, con el pensamiento; el poeta, con el mundo."

Edmond Jabès



"La locura y la sabiduría son los dos polos del día. Su porvenir es diferente. Para la aurora, el mediodía es el amo. Para el crepúsculo, la medianoche la amiga deseada."

Edmond Jabès
El libro de las preguntas



"Ningún rostro está en el rostro; ningún lugar en el lugar. El reino es el estrecho paso entre lo que fue entrevisto y lo que ya no vemos."

Edmond Jabès
El libro de las preguntas


No me viste...

No me viste
en el momento en que pasaba.
Te refugiaste entre nuestros muros
mientras yo llamaba.
No me oíste
de gruesos que son los muros.
Tus labios murmuraron mi nombre
y fue, de nuevo, la aurora.
U n día para nosotros dos
con el que ya no contaban el año
ni el amor
ni menos aún los hombres.
Un día
solo, como nosotros.

Edmond Jabès



Preguntas a la luz

"Exterior es el límite. Interior, lo ilimitado.

Para preparar mejor al hombre a morir del hombre, ¿creó Dios el tiempo?
Para dejar a Dios el tiempo de morir de Dios, ¿concibió la eternidad el hombre?

El instante muerde en la duración, nunca sobre la eternidad, que es duración incontrolable.

¿Y si el ayer –oh noche clavada, todo mi pasado- se rehusara a abdicar?
No hay palabra que no esté, desde ya, envuelta de porvenir.
El dolor, la desgracia, acceden, ellos también, a la mañana.

Uno se pregunta en la noche; pero movida por una comprensible necesidad de mirar y, para nosotros, de mirarnos en ella, la pregunta está siempre vuelta hacia la luz.

La luz de la pregunta nunca es sino la pregunta a la luz.

Hay que haber llorado mucho para apreciar una sonrisa: arco-labios. Arco-iris.

-No puedo conocer a otro sino a través de mí. ¿Pero quién soy?
-¿El fuego conoce el fuego?
-¿El bosque conoce el bosque?
Es a la madera que consume que el fuego le debe el ser fuego; como el bosque, al fuego que lo reduce a las cenizas, le debe el haber dejado de ser un bosque."

Edmond Jabès




"Te dejé morir, Yukel. Estaba a tu lado cuando bebiste el veneno. Podía impedírtelo, pero tu mirada no toleraba que yo interviniese para modificar tu decisión. Asistí a tu agonía, en la sombra. Tú mirabas fijamente la pared. No besaste una sola vez la imagen de Sara.
Bajé las escaleras de tu casa apoyándome en la barandilla. Estaba muy cansado. Temía al día, a la calle. Fui andando hasta mi morada y, en mi cama, dormí hasta el alba. Empezó para mí una nueva vida; una muerte malaventurada. ¿Era quizá mi destino denunciar el sufrimiento de que te liberaste suprimiéndote? Pero yo no tengo ni oídos ni boca. Y nada atrae ya a mis ojos.
Tú eras mi respiración, y Sara el grito de mi verdad maltratada. La verdad es semejante a una adolescente. Se puede hacer todo con ella, pero también se puede hacer mucho por ella. Se puede morir o vivir bajo su ley.
Estaba a tu lado, Yukel, cuando tus manos se aferraban a la sábana. Tus estertores -¿tan débiles eran?- no inquietaban a nadie en torno a nosotros. Entraste enseguida en coma y te quedaste rígido pocas horas después. No esperé a que viniesen a llamar a tu puerta. Huí.
Tu amante se marchitó en el infierno de las flores. La demencia, más tarde, la sostuvo. Se diría que sus gritos, hoy, son más desesperados. Manan de su ser dolorido, de ese cuerpo indefenso que el alma vuelve tan transparente como luz.
Se ven sus huesos como un paisaje desvelado por la carne. Se ven los dientes a través de la mejilla.
¿Adónde iré, desdoblado?
Un escritor se evade con los vocablos y, de ellos, algunos, a veces uno o dos, le siguen a la muerte. Un vocablo es primero una colmena y después un nombre. Dos nombres se disputaban mi corazón y mi mente. Los encontré en lo hondo de mí mismo y su existencia era la que yo había, en las tinieblas, vivido. Como tú, ayer, estoy agotado. Mi pasado está lastrado de expolios, de persecuciones. Mi pasado inclina la cabeza hacia un respaldo ilusorio, un hombro compasivo o mi mesa.
No tengo ya ambición. Soy el paso abierto de la luz adonde me arrojaste.
«¿Qué es un escritor? , preguntaba a un narrador célebre Reb Hod. ¿Un hombre de letras? No, seguro, sino una sombra que lleva a un hombre.»
Tú eras ese hombre, Yukel, ese hombre y ese mártir.
Me eclipsaré, en breve.
Volviste de los campos de concentración culpables para consagrarte a tu última hora y mis folios huelen a las cenizas de tu fe.
El libro es un momento de la herida o la eternidad.
El mundo se limita a nosotros."

Edmond Jabès
La parte del bien


"Universo de mi quehacer en el que, como perlas de sudor en un pecho moreno, brilla la sed, ¿sabré distraer de la aurora la página por escribir, por enfriar con palabras precavidas, mejores que el agua bajo la roca?
La muerte posee la suavidad de la sombra. La sed se contenta con su cama.
Escribo mientras se despliega la noche."

Edmond Jabès


Yo soy el aliento de mis libros...

    Yo soy el aliento de mis libros, como el viento precipitado en el mar. Cada ola es de espuma y de agua suspendida;
todo valor, el que el cielo adopta; pero al alzar la ola, al inventar su forma y su ribete, el viento renace con ella,
recorre a su lado el océano hasta el agotamiento. Su potencia le viene de fuera, pero su voluntad le es propia.

Edmond Jabès





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