Edward Hirsch

Algodón de azúcar

Cruzamos por el puente del río Chicago a pie
en lo que resultaría una última vez,
yo comía el aire dulce de un algodón de azúcar
esa azulada luz hilada de la nada.
Fue apenas un instante, de verdad, nada más,
pero quedé extasiado ante los firmes cables
del puente sosteniéndonos
y enredados mis dedos entre los largos
y finos dedos de mi abuelo,
un hombre viejo del Viejo Mundo
que hace mucho se hundió en la inmensidad.
Y me acuerdo de ese niño de ocho años
saboreando la dulzura del aire,
que ahí sigue pegada a mi boca
y desparece al respirar. 

Edward Hirsch



"Alguien que está despierto en medio de la noche es una conciencia del alma cuando todos los demás están dormidos, y eso crea una sensación de soledad en la poesía que me gusta mucho."

Edward Hirsch



"Aspiro a una poesía de gran integridad formal, profunda pasión y alto intelecto, y tengo muchos modelos de cómo hacerlo."


Edward Hirsch



Cuando tú escribes la historia 

Cuando tú escribes la historia
de ser padre
no dejes de lado la alegría
de subir y bajar
las escaleras jugando juntos
o de lanzar una pelota
a través del pasillo
o escabullirse
del pobre perro
que se ha quedado dormido
bajo el piano de cola
en la sala de estar
de la casa de Sul Ross,
no olvides el vértigo
de comer juntos
en una fortaleza secreta de invierno
escondida en algún lugar
–no voy a decir dónde–
en el patio trasero de alguien,
y ¿cómo era esa canción
que inventaste
para arrullarlo?
y ¿no fue ayer
que lo llevaste
por las escaleras
hasta el coche que rugía en la entrada
a las cinco de la mañana?

Edward Hirsch



Derriben la oscuridad

Mi padre en la noche arrastra los pies de cuarto en cuarto
en una oscura misión a través del corredor.
Ayúdenme, espíritus, a penetrar su sueño
para aliviar su inquieto viaje.
Derriben la oscuridad para un vendedor
que podía cautivar todo salvo a las sombras,
un inmigrante que se para en el umbral
de una vasta noche
sin andadera ni bastón
e incapaz de recordar lo que quería decir,
aunque alce su brazo derecho a manera de profecía,
mientras el izquierdo tiembla inútilmente en señal de alarma.
Mi padre en la noche arrastra los pies de cuarto en cuarto
y ya no es un padre ni un esposo ni un hijo,
sino un niño parado al borde de un bosque
escuchando el distante aullido de los lobos,
los perros salvajes,
los primitivos aleteos que sacuden las copas de los árboles.

Edward Hirsch



"El sentido de fluir, que es tan crucial para la canción, también lo es para la poesía."

Edward Hirsch



"La poesía requiere valor porque hay que enfrentarse a las cosas e intentar articular lo que se siente."

Edward Hirsch



Más de la mitad del camino

He encendido todas las luces de la casa,
pero nada puede salvarme de esta oscuridad.
He salido al frente del porche para ver
las estrellas que perforan las negras nubes lácteas
y la luna que mira con frialdad entre los árboles,
salvo a este negativo que llevo dentro de mí.
¿Dónde está el niño que memorizaba constelaciones?
¿Cuál es el libro de texto que así lo consolaba?
Ahora llevo más de la mitad del camino rumbo a la tumba,
pero no soy la mitad del hombre que quise llegar a ser.
¿A qué deidad fracturada puedo rezar?
Estoy dispuesto a pagar a la noche con interés,
pero la noche no quiere nada más que a ella misma.
¿Qué quería decirle a la oscuridad?
La muerte es un cero extraído de mi pecho.
Dios es una ausencia que murmura en las hojas.

Edward Hirsch


Nunca pude rezar

Llévame hasta la costa
donde el faro fue abandonado
y la luna resuena en los techos.
Déjame escuchar el viento que hojea los árboles
y ver las estrellas que destellan, una por una,
como los rostros olvidados de los muertos.
Nunca pude rezar,
pero déjame inscribir mi nombre
en el libro de las olas
y luego contemplar el domo
del cielo interminable
y ver mi voz navegar hacia la noche.

Edward Hirsch



Gabriel: un poema


POEMA I
 
El director de la funeraria abrió el ataúd
Y ahí estaba él solo
De cintura hacia arriba
 
Me acerqué a mirar su rostro
Y por un momento me sorprendí
Porque no era Gabriel:
 
Era solo algún pobre chico
Con su rostro como una habitación
Que hubiera sido vaciada
 
Pero entonces me fijé con más cuidado
En sus pesados párpados
Y en la delicadeza de sus rasgos
 
Él que siempre había tenido un sueño tan liviano
Ahora estaba extrañamente quieto
Mi muchacho insensato
 
Vestido para una ocasión especial
Le gustaba ese traje azul marino
Y exhibirlo delante del espejo
 
Le gritaron Ey colega
En una calle de Northaptom
Te ves muy elegante con esa ropa nueva
 
Le encantaba cómo se veía
Después de haber dejado las pastillas
Que nublaban su mente
 
Se quedaba asombrado
Al verse en los espejos de las tiendas y en puertas giratorias
Que le devolvían su reflejo
 
Ahora se veía rígido y distante
Como si estuviera yendo a un funeral
En un viernes de inicios de septiembre

Edward Hirsch



POEMA II

 
Como una jabalina cruzando la oscuridad
Siempre estuvo ansioso
Por encontrar un blanco que lo detuviera
 
Como un león joven probando su rugido
En el borde lejano de la cueva
El rugido dentro de él era aún más alto
 
Como la flecha del relámpago en la niebla
Como la flecha del relámpago a través de los mares
Como la flecha del relámpago en nuestro patio
 
Como la vez en que abrí el horno
Por la noche en la fábrica
Y las llamas causaron una explosión 

No estaba preparado para la intensidad
Del calor escapando
Como si hubiera destapado el sol 

Como una mosca demente monarca temerario
Como una abeja disparándose desde su colmena
Como un pájaro rebotando contra la ventana
 
Como un coche pequeño yendo demasiado deprisa
De noche en una autopista de dos carriles
Sus amigos pensaban que iban a morir
 
Como el grito de guerra de una grulla que cae
Herida hundiéndose en el mar
No vi cómo golpeó contra las olas
 
Como la furia descarrilada de una bala
Astillándose contra un cráneo
El soldado pareció sorprendido
 
No se movió cuando lo tocaron
Como la flecha del relámpago inundada por la oscuridad
Tras haberse estrellado contra el mar

Edward Hirsch



POEMA III

 
Y el Padre la Ley
Que debería haber estado legando
Mandamientos desde lo más alto
 
Qué estaba haciendo todos esos años
Cuando debía haber estado reconfortando a su mujer
Y encargándose de su hijo
 
Qué estaba haciendo cuando debía
Mantenerse firme y cuestionar a los expertos
Que trataban de adivinar qué hacer
 
Debería haberle enseñado
Carácter haberle enseñado valores enseñado
A convertirse en el hombre que debería haber sido
 
Qué estaba haciendo el Padre la Ley
En la mitad exacta de la vida
Salvo luchar por su vocación
 
Fantasma de mi yo anterior
Te veo susurrarte a ti mismo
Y deambular
 
Por una habitación de la segunda planta
De la casa toda la noche cada noche
A través del final de tus cuarentas
 
Qué buscabas sino escapar
Del trance y el abatimiento
De los antiguos creadores
 
Poeta que trabajaste tan duro en tu oficio
En un escritorio de madera mellada
Es tarde ya

Es hora
De apagar esa lámpara
Y bajar de tu estudio

Edward Hirsch




Temprana mañana de domingo

Solía burlarme de mi padre y sus amigos
por levantarse temprano las mañanas de domingo
para tomar café en un lugar del barrio,
pero ahora soy uno de esos amigos.
A nadie le importan mis viejas humillaciones,
pero siguen arrastrándose por mis sueños
como una tira de latas vacías que traquetean
detrás de un auto abandonado.
Así sucede: justo cuando piensas
que has olvidado a la chica de cabello rojo
que te dejó plantado en un estacionamiento
hace cuarenta años, te despiertas
bastante temprano para verla desaparecer
a la vuelta de la esquina de tu sueño,
viajando con un sujeto en una motocicleta
que ruge en la carretera al amanecer.
Y ahora estoy sentado en un café
a media luz lleno de madrugadores,
donde las ventanas están tiznadas
y el café es caliente y amargo.

Edward Hirsch








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