Ibn Yubair

"Cuando las gentes llegan a Minà se apresuran a efectuar la lapidación de la Cuesta [de Aqaba] con siete piedras; después sacrifican una víctima de ganado mayor o de ganado menor y se desacralizan de todas las cosas [prohibidas], salvo de las mujeres y de los perfumes, hasta el momento en que se efectúan las vueltas rituales de la ifa. Se hace esta lapidación a la salida del sol del Día del Sacrificio. Luego la mayoría de la gente efectúa las vueltas de la ifa. Hay algunos, sin embargo, que permanecen hasta el día segundo, otros permanecen hasta el día tercero, que es el día de bajar a La Meca."

Ibn Yubair
A través del Oriente



"Hemos dejado Tibnin por una carretera pasando granjas donde viven los musulmanes, que prosperan bajo el dominio cruzado, que Alá nos preserve de tal tentación... Los musulmanes son propietarios de sus casas y se administran a su modo. Ésta es la forma en que las grandes granjas y aldeas están organizadas en territorio franco (cruzado). Muchos musulmanes están muy tentados a establecerse aquí cuando ven las terribles condiciones en que sus hermanos viven en los distritos bajo el mandato musulmán. Por desgracia para los musulmanes, tienen siempre motivos para quejarse sobre las injusticias de sus jefes en las tierras regidas por sus correligionarios, mientras que no pueden tener más que elogios para el comportamiento de los cruzados, en cuya justicia siempre pueden confiar."

Ibn Yubair



"La más hermosa de las ciudades es la sede de su rey, los musulmanes la llaman al-Madina [la Ciudad] y los cristianos la conocen como Balarma [Palermo]. En ella está la la residencia de los musulmanes urbanos, tienen allí mezquitas, y los mercados que les están reservados en los arrabales son numerosos (…) La actitud de este rey es admirable en lo concerniente a la bondad de su conducta y al empleo de musulmanes (…) El tiene plena confianza en los musulmanes, confía en ellos sus negocios e importantes oficios, hasta el punto que su intendente [nazir] de su cocina es un hombre musulmán. Tiene una tropa de negros musulmanes bajo el mando de un jefe [qa’id] salido de entre ellos. Sus visires y chambelanes también son musulmanes (…) Una de las admirables condiciones que de él se cuentan es que lee y escribe el árabe."

Ibn Yubair


"Las antiguas pirámides, construcciones maravillosas, espectáculo extraordinario, son de forma cuadrada, como si fuesen varias tiendas plantadas, alzándose en el aire del cielo y llenan en altura el espacio aéreo. La anchura de una de ellas, desde una de sus esquinas a la otra, es de 366 pasos. Han sido levantadas con enormes piedras talladas, ensambladas de forma impresionante en insólita cohesión (...). Si las gentes de la tierra deseasen demoler su construcción les sería imposible (...) nadie sabe lo que son, salvo Dios, poderoso y grande."

Ibn Yubair o Yabar o Ibn Yubayr



"¡Que Dios, altísimo, la guarde! Damasco, el paraíso de Oriente, el punto desde el que se eleva su luz radiante, el sello de los países del Islam que hemos visitado, la nueva novia que admiramos después de que se levantara el velo. Se había adornado con flores y hierbas, aparecía con el vestido de brocado verde de sus jardines. Estaba eminentemente hermosa, sentada en el asiento nupcial, adornada con todas sus galas. Damasco se enorgullece de haber albergado al Mesías y a su madre -¡Dios los bendiga! – en una colina, un lugar tranquilo, regado por aguas vivas donde se extiende una espesa sombra y donde el oleaje es como el del Salsabîl en el paraíso. Sus arroyos serpentean por todas partes, sus parterres son atravesados por una brisa ligera y vigorizante. La ciudad se muestra a quien la contempla en su hermoso resplandor y le dice: «¡Ven, pues, a este lugar donde permanece el encanto!». El suelo de Damasco está tan saturado de agua que casi querría estar seco, y las duras piedras casi te gritarían: «¡Pisad, aquí podéis hacer vuestras abluciones con agua fresca, y podéis beber!» Los jardines rodean Damasco como el halo rodea a la luna, el cáliz a la flor. Al Este, su verde Ghouta se extiende hasta donde alcanza la vista, y hacia cualquier dirección que se mire su deslumbrante esplendor atrae la mirada. Qué razón tenían los que hablaban de Damasco al decir: «Si el paraíso está en la tierra, Damasco está allí, y si está en el cielo, Damasco rivaliza con él y está a su altura."

Ibn Yubair











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