Lidia Jorge

"Creo que todo escritor sabe que no escribe con cinco dedos, sino con menos. Una parte de tu mano no alcanza las palabras que buscas, no describe las escenas con las que sueñas ni organiza el razonamiento que ansías. El secreto oculto de la creación, ese nivel absoluto de belleza profana, no lo consigue alcanzar nuestra mano. Mientras escribimos un libro, podemos imaginar, acaso, que lo estamos obteniendo, pero una vez terminado, nos damos cuenta de que nos quedamos cortos. ¿Qué hacer? Comenzar de nuevo y subir otra vez a la montaña de la ilusión. Por supuesto, solo hablo por mí misma. Me imagino que otros escritores se sienten todopoderosos y en lugar de la incapacidad subrayan la audacia. Yo estoy habitada por la audacia, pero aún siento en mí la mano disminuida de Edmund Galeano. Empecé hace largos años y todavía lo estoy intentando."

Lidia Jorge




“En África aprendí lo que hay de oscuro cuando el nacionalismo es más fuerte que la fraternidad. Escribo sobre esta perplejidad.”

Lidia Jorge




"He visto acabarse muchas cosas. He visto literalmente caer algunos caserones rurales, abandonados por sus habitantes. He visto cómo el imperio portugués se iba al garete después de haber estado en África durante cinco siglos. He visto desaparecer la vieja familia tradicional, cuando sus miembros se dispersaban para conquistar una vida mejor. Ya sólo quedan unos pocos. Son los guardianes del mundo rural, continúan altivos frente al mundo, desafiantes, pero en realidad no saben qué hacer. El destino los ha ligado a la tierra, pero ya la tierra no la cultiva nadie y ellos no tienen ni siquiera un proyecto de supervivencia."

Lidia Jorge
El fugitivo que dibujaba pájaros



“La democracia consiste en batallar con la banalidad de lo cotidiano.”

Lidia Jorge




“La humanidad se salvará de sí misma por sus lecturas.”

Lidia Jorge



“La literatura altera poco a poco. Al contrario que en economía, sus efectos no se miden trimestre a trimestre, año a año.”

Lidia Jorge




"La literatura enriquece la vida de quienes leen el mundo desde un teclado más amplio de lo habitual. El teclado de un piano dispone de ochenta y ocho teclas. La lectura permite que su número aumente a ochocientas ochenta y ocho. Este inmenso teclado no aporta más riquezas concretas, ni tal vez más consuelo, pero abre ventanas más amplias para interpretar la vida. Tal vez la lectura de algunas narrativas del siglo XX pueda evitar que los creadores de la Inteligencia Artificial se aparten de la fidelidad al respeto por lo humano. Quizá la lectura de poesía ayude a los ecologistas a mantener la idea de que el ser humano no es un animal, toda vez que accede al rostro de la belleza y procura crearla. La literatura es un salvoconducto que no se puede desperdiciar en los tiempos que corren."

Lidia Jorge



"La proximidad de la amenaza, el miedo y la impotencia hacen renacer el pensamiento mágico, adormecido bajo la estructura racional del pensamiento cartesiano. Lanzar al mar una botella con un mensaje para invertir la suerte o creer que un niño lleva dentro de sí las características del amante de la madre y no las del verdadero padre biológico no son locuras, son manifestaciones del pensamiento prelógico hechas de la misma materia que nos hace escribir sin parar sobre el peligro del fin de la humanidad para que este no ocurra. En la película de Wim Wenders El cielo sobre Berlín el personaje de Homero, el poeta, dice algo así como: “si perdemos la literatura el mundo perderá su infancia”. La literatura da voz a la infancia, esa edad inicial en la que de toda la materia que nos rodea se desprende un espíritu que nos habla como si fuese el padre o la madre. Mantenemos parte de esta percepción hasta el final de la vida, pero solo el arte no siente vergüenza de revelarla. Suele estar oculta."

Lidia Jorge



"Llegué un poco tarde. Cuando entré a la cafetería, el general ya estaba sentado, con la cara hacia el jardín con las dos manos posadas sobre la mesa. Yo no venía con esa intención, pero por más que desviara la mirada, veía cómo cruzaba y descruzaba los dedos con naturalidad, se ajustaba el cuello de la camisa con ambas manos, simétricas y ágiles, y su voz tenía tal seguridad que, en mi percepción del universo militar, correspondía a su grado. Era sábado, la cafetería iba a cerrar más temprano. Umbela hizo un largo preámbulo, discurriendo primero sobre el sauce blanco y el azahar de la China. Sólo después se refirió al tiempo del Memories. Dijo que ya habían pasado treinta años, pero su vida, y tal vez la vida de todos los participantes en la cena del veintiuno de agosto, seguía circunscrita a aquel portarretratos. Y en tono de confidencia, Umbela agregó en voz baja: «Tengo bien presente lo que sucedió esa noche. Voy a contarle todo lo que pasó esa noche, aunque sea unos años más tarde».
Umbela se recostó en la pared. Sus manos seguían posadas naturalmente sobre la mesa. Tomó aire como si fuera a contar un episodio muy largo, o a retroceder hasta un momento decisivo. «Le aseguro que fue una noche que no deja de tener noches. Y ya le doy un ejemplo». Dijo. «Voy a recular a mil novecientos noventa y ocho. Lo ocurrido se cuenta así. Cierto día estaba sentado en mi escritorio, cuando apareció un tipo de unos cuarenta y tantos años, que me vino a hacer una propuesta, que yo consideraba que no tenía nada que ver con la madrugada del veintidós de agosto, y, sin embargo, era su continuación, sólo que venía escondida atrás de la máscara del tiempo». Y el general contó con detalle para demostrar que así había sido. «Como le dije, entró por la puerta ese hombre, con buena apariencia, ojos oscuros, muy ágil, un raciocinio muy vivo, y me dijo que andaba buscando a alguien que lo ayudara a hurgar en la basura que había debajo de los escritorios de las oficinas públicas. Yo me puse en guardia. ¿Basura? No lo tomé en serio, y más porque había entrado a mi oficina sin cita y sin anunciarse. Pero él se sentó frente a mí y dijo que se refería a las estructuras familiares que se habían instalado en las direcciones generales a lo largo de dos décadas de democracia, lo cual era intolerable. Sentado, educada y cortésmente, me hizo ver cómo esos departamentos se habían convertido en mesas de banquetes para determinadas familias, en torno a las cuales se sentaban dos o tres generaciones consanguíneas. Las direcciones generales eran maternidades, mamás no renovables, que siempre estaban teniendo hijos. Era muy difícil tratar con ese tipo de basura. Por eso mismo, en el momento de la limpieza de todos esos parentescos que se acumulaban en los recovecos de los escritorios, las estructuras resolutivas habían pensado en los hombres impolutos de la nación. Me dijo. Muy educado, me hizo saber que dentro de quince días ocuparía un alto cargo de responsabilidad en la jerarquía del Estado, le habían encargado organizar dicha limpieza, evaluaría a la sociedad de arriba abajo, y había concluido que los verdaderos impolutos eran aquellos que habían hecho la revolución. Hombres que habían sido traicionados, como siempre sucede en las revoluciones, y, aun así, a pesar de su disgusto, se habían mantenido íntegros. Esa era la razón por la que estaba ahí invitándome en persona a que me uniera a él. No le había avisado ni había mandado a nadie. Quien así me hablaba podía ser mi hijo. Pero sin que yo lo supiera, y hasta sin que él mismo lo supiera, retomábamos los dos, en conjunto, el encuentro de aquella noche en el Memories». Umbela parecía dudar en su relato. Hizo un demorado silencio. Yo pensé en Margarida Lota. Ella en mi lugar habría encontrado las palabras adecuadas."

Lidia Jorge
Los memorables


“Tal vez la lectura pueda evitar que los creadores de la inteligencia artificial se aparten del respeto por lo humano.”

Lidia Jorge



"Toda la literatura es un cuerpo comprometido, aunque hay varios grados de compromiso. Hay textos centrados más claramente en el campo ontológico que buscan un sentido a la experiencia humana. Freud descubrió algo maravilloso, el poder que juega la libido en el comportamiento humano, lo que permitió interpretar la vida de forma extremadamente abierta. Pero pasados cien años ese modelo de análisis se está agotando. Hoy, sabemos que la libido es apenas una inscripción en el paisaje de algo más profundo, el significado. Lo que queremos es vivir para un propósito con valor intrínseco. La literatura de hoy busca un sentido del destino humano que parece temblar entre la tierra marchita y el espacio sin fin. En este momento, cientos de escritores están escribiendo en sus ordenadores sobre esta perplejidad. Sin saberlo, estamos creando un panfleto colectivo para reclamar ese sentido, así que todos estamos comprometidos."

Lidia Jorge



"Una unión de España y Portugal sería peligrosa para todos."

Lídia Guerreiro Jorge




















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