Miljenko Jergović

"Apoyaba los codos en la mesa, hecha a juego con la silla, quizá un poco alta para él, por lo que los hombros se le levantaban casi a la altura de las orejas, dando la impresión de que tenía joroba.
Pero no lo miraba con desprecio o superioridad, como a un insignificante profesor de enseñanza media. Trataba a Adum, como al resto de la gente, de igual a igual: en esto era un comunista coherente. Con Susnjar se hablaba siempre abiertamente y él nunca abusaba de lo que había oído. No arrestaba a nadie, y podía hacerlo, salvó a muchos detenidos de penas de cárcel de muchos años, mientras que casi siempre encontraba empleos en bibliotecas municipales, galerías o teatros para los que salían después de cumplir condena. A uno que contaba chistes sobre los kilos de más de Jovanka Broz, la mujer de Tito, y que por eso acabó perdiendo su empleo de profesor de marxismo en una escuela, el camarada Susnjar le consiguió un trabajo de apuntador en el teatro. Este caso se propaló entre muchas risas. Quizá fue ésa la razón de que le procurara el trabajo de apuntador. El camarada Susnjar era una persona con humor, pero más que esto le importaba que todo el mundo lo considerara ingenioso y que incluso sus adversarios se rieran con sus bromas.
No se levantó cuando Adum entró en la oficina. Tenía agua en la rodilla."

Miljenko Jergovic
Freelander



"En Croacia es muy común que la gente le tenga un cariño especial a sus coches, y aunque son países muy pobres, gastan mucho en vehículos. Si uno mira los coches que vemos en las calles de Madrid, y los que vemos en las calles de Zagreb o de Belgrado, parecería que la gente en España es más pobre que la de los Balcanes."

Miljenko Jergović



"En nuestro jardín crecía un manzano cuyos frutos se veían más hermosos desde las ventanas de mis vecinos. En vano, Rade y Jela traían a sus hijas fruta del mercado; ninguna manzana en el mundo era tan apetitosa como las nuestras vistas desde sus ventanas. Cuando sus padres se iban a trabajar, las niñas saltaban la valla y tomaban la fruta más madura. Yo las echaba, les arrojaba barro y piedras, defendía mi propiedad; aunque ni aquellas ni las manzanas me gustaban especialmente. Para vengarse, la hermana pequeña le dijo a mi madre que me habían puesto un uno en matemáticas. La jefa se fue corriendo al colegio y se convenció de la exactitud de sus palabras, y durante días me maltrató con ecuaciones de dos incógnitas. Tanta X y tanta Y me hicieron la vida imposible, por lo que decidí pagarles con la misma moneda empleando todos los medios a mi alcance. Busqué un buen escondite y durante todo el día esperé a las ladronzuelas. Naturalmente ellas aparecieron, yo salté desde un matorral, agarré a la más pequeña por el pelo y empecé a arrastrarla hacia nuestra casa con la intención de encerrarla en la despensa, esperar a que volviera mi madre del trabajo y decidiera qué hacer con ella."

Miljenko Jergović
El hurto


"Ruta estaba en el umbral y lo observaba. Radoslav, al que ella llamaba todavía Lado dos meses después de haber aprendido por primera vez a pronunciar la erre, y lo hacía ya a la francesa como su madre, no era un hombre, sino dos. Cuando estaba en calzoncillos, o llevaba los pantalones campesinos de lana basta, típicos de Krajina, o el mono gris que se ponía las semanas libres para descargar leña y carbón en los sótanos de los edificios entre la plaza Iliki y la calle Palmotieva, Rado Lado era un gigante bonachón, que resoplaba alegremente, imitaba al amigo feo y gordo del Pequeño Vagabundo y cogía a Ruta en brazos y la lanzaba al aire, casi hasta el techo, mientras ella chillaba de placer y entusiasmo.
El otro Lado, el Lado terrible, estaba precisamente allí, tieso como un palo, todo él convertido en uniforme, la fría mirada gris que la asustaba, porque le parecía que Lado estaba enfadado con ella. Sin embargo, no se movió, sino que se imaginó los bigotes del hombre bajo su nariz y sacudió los hilos invisibles de su gorra invisible, solo que no tenía mucho éxito, y Ruta siempre sabía cuándo no le salía bien convertirse en alguien. En realidad, estaba triste porque la tía Amalija freía huevos, en vez de jugar a las señoritas con ella."

Miljenko Jergovic
Ruta Tannenbaum


"Yo he realizado ese trayecto de Zagreb a Sarajevo muchas veces, y mientras lo recorría, siempre miraba lo que ocurría fuera del coche, y analizaba el aspecto que tiene un país que ha sido mancillado por la guerra y que varios años después no ha logrado recuperarse."

Miljenko Jergović








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