Yoram Kaniuk

"¿A qué llama un líder moderado? Emil Habibi es un escritor famoso, yo estuve en su casa, él en la mía. Yo era amigo de su esposa, pero al final todos nos traicionaron, nos mintieron. Una editorial francesa nos pidió que escribiéramos un libro juntos. Una vez estaba en Berlin, un poco borracho, con un amigo, y él me preguntó: “¿Yoram, alguna vez has leído lo que tu amigo Emil Habibi escribió?” Y le dije que no. Me lo leyó, decía que todos los judíos son terribles, que los israelíes son malos. Yo no lo podía creer. Habíamos pasado semanas enteras juntos. Pero en el momento de escribir, de dejar algo para sus hijos y sus nietos… De modo que, ¿Quienes son los árabes moderados? Es cierto que Bibi Netanyahu es un desastre, porque es de la derecha pero también porque es estúpido. No entiende que con el fin de vivir en este lugar se debe ser inteligente y que debes intentar verazmente hacer la paz. Incluso si no lo logras, incluso si es imposible, hay que intentarlo, hacer algo. Se puede crear el camino para que dentro de 20, 30 o 40 años se pueda llegar al momento en que se consiga la paz. Pero él hace lo contrario, lo hace más difícil que nunca. Y ese es el problema que nosotros hemos escogido, nuestro gobierno. La derecha, aquí, siempre supo el nombre del problema pero no tenía una solución; la izquierda nunca comprendió el problema, pero tenía una solución. Eso es porque la izquierda no ve lo profundamente interiorizado que está el antisemitismo entre los musulmanes y la derecha si está convencida. Un líder árabe dijo una vez que nunca habrá paz en base a la declaración de Balfour; no lo dijo como un deseo, lo dijo constatando un hecho. La declaración de Balfour (de 1917) daba el derecho a los judíos de establecer un pequeño estado propio, pero ellos (los árabes) no lo pudieron aceptar y, de hecho, todavía no logran aceptarlo. Entonces, ¿Cómo podemos vivir juntos?"

Yoram Kaniuk


"Adán Stein va a morir en su nueva habitación, en Arad, en el desierto, bajo el sol, junto al mar Muerto, junto a las caravanas de los beduinos, en la casa sintética de madame Seizling. No hay esperanza en esta morada. De algún modo los muertos viven, agonizan y son alimentados con los mejores manjares. Qué fiesta tan conmovedora. «¡Papá! —grita, y la música se traga el grito—. Eres más viejo que yo, hijo mío… eres viejo».
La alfombra se traga el grito. Aquí todo está diseñado con una opacidad que se traga el dolor, lo minimiza, lo anula. Gross tiene unas ideas determinadas y no hay que juzgarlo por eso. Un fracaso no es una sentencia definitiva, pues en el fracaso hay mucho de grandeza. Sí, él lo sabe. ¿Acaso su padre, su abuelo, el padre de su abuelo y el abuelo de su abuelo no pertenecían a una extraña tribu llamada «Yid» en la lengua de los gentiles?
Con las pocas fuerzas que le quedan, antes de que se agoten como sangre derramada, como agua de un manantial seco, se arma de valor para decirse a sí mismo: «Ni siquiera en esta batalla perdida me dirigirán, seré mi dueño y señor, el doctor Nahum Sigmund Gross no volverá a darme de comer a cucharaditas».
Desde su sillón, el doctor Gross observa preocupado al paciente loco y se dice: «Dos veces aquí, cuatro en Yafo… Tres años. No le hemos sido de ninguna utilidad, y tiene razón, nosotros debíamos lograrlo, él no se ha comprometido a nada, es un impostor, es astuto conmigo, es astuto consigo mismo… con Gina. Llega, arregla la locomotora, destroza a Arthur, acaricia a Gina, se me encara, me lee como si fuera un libro abierto, y resulta que es el tipo que ha intentado estrangular a una anciana. Sí, eso es lo que debo recordar. No un genio sino un estrangulador, un asesino, un enfermo mental, un desgraciado, un impostor… Ha adquirido una sepultura en su corazón y avanza hacia allí con paso firme. Un muerto que finge estar aún vivo y yo tengo que meter una cuña en el carro que lo conduce a la tumba, ¿pero cómo? No hay solución. Hay que escribirlo en un libro, en un diario, en los cuadernos escolares, en los libros, en una carta a Sigmund: no hay solución. Hemos fracasado. Dentro de cien años sabremos lo que hay que hacer con Adán Stein, con sus semejantes. Ahora no queda más remedio que reconocer el fracaso."

Yoram Kaniuk
El hombre perro


“Dos veces estuve muerto, en la guerra de 1948 y luego a raíz de un cáncer. Ahora con mi nuevo cáncer se que la muerte esta cerca. En el pasado no me importaba mucho, pero ahora quisiera tanto disfrutar de uno o dos años mas.”

Yoram Kaniuk



"Estoy dividido, tengo 82 años, siempre fui de izquierda y fui de las primeras personas que habló de la solución de los dos estados. Fui muy activo, hice una declaración con el escritor palestino Emil Habibi, estuve en Ramallah, pero no creo que haya una solución a día de hoy. No creo en la solución de dos estados ni en la de un estado. No creo que este estado pueda existir porque estamos rodeados de cientos de millones de árabes y no nos quieren y tratan de destruirnos. ¿Cómo podemos sobrevivir? El diario dice que tenemos bombas atómicas, pero no creo que se trate de eso. Mi nieto ni siquiera es judío porque mi mujer no es judía y por lo tanto ni mis hijos ni mis nietos lo son y veo que vive aquí, crecerá aquí y, probablemente, irá al ejército. ¿Que futuro es ese?"

Yoram Kaniuk


"Recuerdo que me volví apático. Esperaba la muerte para descansar un poco. Estaba cansado. Recordaba a los monjes del monasterio de Latrún, donde me llevaba mi padre cuando iba a leer con ellos La ciudad de Dios, un libro que le gustaba mucho. Ellos no hablaban y se pasaban todo el día susurrando memento mori, recuerda que morirás. Y ahora los proyectiles silbaban también mientras dormía, y recordaba que moriría. También en sueños. Intenté conocer a la muerte, pero ella se rio de mí y decidió pasarme por alto.
Llegamos a Jerusalén frente a ventanas cerradas de puro miedo, marchábamos cantando y la muerte que se me había escabullido nos aplaudía. Perdimos a nuestros mejores jóvenes. Hubo muchos muertos en la brigada y todos éramos niños, buenos y malos. Intenté aprender cosas de Yashka, por ejemplo, cómo luchaban los partisanos, pero sus explicaciones eran en ruso y no siempre las entendía. En varias ocasiones quisimos preguntarle detalles sobre su vida, de dónde era, si de verdad había sido partisano, cómo había llegado hasta aquí, ¿en un barco de ilegales? Pero estábamos ocupados y cansados y lo dejamos para más tarde. Queríamos agua. En vez de eso escuchábamos discos que cogíamos como botín en los pueblos árabes, tangos en árabe. Abdel Wahab, Layla Murad, que decían que era judía. Estaba bastante unido a Yashka y pensaba: mañana le preguntaré su apellido, pero no lo hice. Yo tenía casi dieciocho años. Él unos veinte. Una chica a la que encontré sobre la hierba en una granja dijo que era un hombre estupendo y que lo admiraba. Tal vez tuve celos o tal vez no. Y entonces una noche fue abatido. No era nada extraordinario. Normalmente se enterraba a los muchachos como él con el nombre de «Desconocido», que era menos adecuado que la expresión «Anónimo» que se escribía en las tumbas durante los incidentes de los años veinte y treinta. Anónimo: qué palabra tan fuerte."

Yoram Kaniuk
1948


"Todo el mundo me pregunta por qué escribí ese libro (se refiere a 1948). Yo no tengo un porqué. Pesaba como una piedra en mi alma durante muchos años. Cuando tenía 19 años traté de escribirlo, estaba trabajando en un barco que traía supervivientes del Holocausto y en ese momento no pude. El manuscrito se extravío. Más adelante volví a tratar de escribirlo una y otra vez por que era algo que debía decir. No era acerca de la guerra, era la guerra misma, percibida por un joven de diecisiete años. A los 17 años y medio me alisté para ayudar a traer a los judíos que llegaban a Israel. Poco a poco, se fue generando el contexto para la guerra, luego se instauró el estado de Israel. Nada estaba planeado y nos fue muy bien considerando que casi no teníamos municiones ni comida ni agua. Éramos 1100 personas que lucharon conmigo en la brigada, la brigada de Yitzhak Rabin, y 400 murieron. Entonces cada día que ibas a la batalla sabías que dos de cada cinco no iban a volver. Para nosotros se trataba de si sobreviviríamos o no. Nosotros fuimos más listos. Ellos tenían más municiones, más armas, más maquinaria de guerra en buen estado y nosotros no teníamos nada. Hoy dicen que no lucharon, pero lucharon muy bien. Eran buenos guerreros, especialmente los jordanos y los palestinos y mucha gente de Irak."

Yoram Kaniuk









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