Claudio Cormick

"Bueno, hay muchas personas que afirman que existe efectivamente este privilegio epistémico de las personas oprimidas, pero la tesis tiene, en rigor, una serie de problemas. Ante todo, si quisiéramos convertirla en una tesis general acerca de la presunta mayor lucidez de los oprimidos, algo que encontramos por ejemplo en José Medina, la tesis corre el riesgo de no tener ningún fundamento empírico, de ser sociología «de sillón», por así decirlo, o incluso de ir en contra de la evidencia empírica disponible. Existen muchos estudios acerca de fenómenos como la falsa conciencia o el autoengaño que sugieren que —lejos de la imagen de las personas oprimidas como aquellas que no se forjan ilusiones sobre la sociedad justamente porque esta sociedad las oprime—, al contrario, se trata precisamente de los sectores que más presiones tienen para no poder «ver de frente» una realidad que les resulta intolerable.

Otro problema que tiene la tesis es que no queda demasiado claro para qué sirve, da la sensación de ser una respuesta sin una pregunta. O sea, si usáramos la tesis del presunto privilegio epistémico como una regla heurística que nos dijera «bueno, mirá, sobre estos temas es probable que ciertas personas estén en posición de informarte mejor que ciertas otras», la tesis sería sostenible y funcionaría más o menos al modo de nuestras reglas heurísticas que sugieren preguntarle sobre ciertos temas a personas expertas. Ahora bien, el problema es que muchas veces el uso que se le da a la tesis del privilegio epistémico no es este uso heurístico, sino uno que, a riesgo de sonar pomposo, podríamos llamar criterial ex post.

Este uso nos permitiría hacer lo siguiente (cosa que no funciona): dados ciertos discursos que están en pugna entre sí, uno que corresponda a los de ciertas personas oprimidas y otro a cierto grupo privilegiado —pensemos por ejemplo lo que dice Michael Löwy sobre diferentes historias de la Revolución Francesa—, aparentemente la tesis del privilegio epistémico nos serviría justamente como criterio para «desempatar» entre uno y otro, para decir «bueno, justamente entre estos dos discursos debe ser más confiable, más fidedigno, aquel que corresponde al interés de los sectores oprimidos».

Pero el problema obvio que esto trae aparejado es el que plantea un politólogo indio —en cuyo honor nombré a mi tercer gato—, el señor Bhikhu Parekh (por cierto, aprovecho para comentar que el dilema de Parekh es uno de los argumentos que presentamos en el libro). La idea es esta: si yo no tengo la posibilidad de decidir, sin previamente comprometerme con cierto punto de vista, cuál de los dos relatos es cognitivamente superior, y necesito un criterio proporcionado por la epistemología del punto de vista para saber que el discurso de los sectores oprimidos es más confiable, pareciera ser que el problema de «¿y desde qué punto de vista evalúo los argumentos que sustentan al criterio mismo?» es uno que resulta inevitable.

En consecuencia, si es desde el propio punto de vista de los sectores oprimidos desde el que yo elaboro el criterio que me dice que el relato de los sectores oprimidos son más fidedignos, entonces me encuentro frente a una circularidad epistémica muy obvia. Por lo tanto, primera opción del dilema: el rol criterial provisto por una epistemología del punto de vista se reduce al señalamiento de que según la perspectiva de los sectores oprimidos podemos pensar que la perspectiva de estos sectores es más confiable. Por lo tanto, esta perspectiva se justifica a sí misma.

Ahora bien, podríamos pensar que la situación es al revés y que, en realidad, no procedemos desde el criterio general hacia la aceptabilidad de tal o cual discurso elaborado desde la perspectiva de los oprimidos, sino que procedemos «de abajo a arriba»: teniendo una forma de establecer que cierto discurso elaborado desde la perspectiva de los oprimidos es, de hecho, mejor que cierto otro, que corresponde a la perspectiva de los sectores privilegiados, podemos concluir que la perspectiva de los sectores oprimidos es, de conjunto, más fidedigna que la de los sectores privilegiados.

Pero si podemos hacer esto, o sea si podemos proceder desde el análisis de ciertos discursos de orden uno hacia cierto criterio metateórico general, esto quiere decir que nunca hemos necesitado la atribución de privilegio epistémico a un «punto de vista» u otro para analizar la realidad misma. En otras palabras —y esta es la segunda opción del dilema—, el recurso a la noción de punto de vista epistémicamente privilegiado ya no lleva a una circularidad epistémica, pero es simplemente una noción inútil que no cumple rol alguno a la hora de justificar un discurso u otro."

Claudio Cormick


"El problema del relativismo puede considerarse motivado por la cuestión de las prácticas de justificación. Podríamos decir que cierta proposición está justificada relativamente a ciertas prácticas de justificación que consideramos aceptables. Si yo justifico cierta proposición ‘q’ sobre la base de la observación y la experimentación y otro sujeto justifica una proposición contraria ‘q’ sobre la base de la lectura literal de la Biblia, no solamente tendremos un primer desacuerdo acerca de si aceptar ‘p’ o aceptar ‘q’, sino que, además, tendremos un desacuerdo más profundo acerca de cuál de las prácticas de justificación resulta preferible.

En vistas de este panorama hay propuestas que intentan resolver el problema del relativismo mediante una inversión que, en principio, parecería contraintuitiva. En vez de solo decir, yendo de arriba abajo, que la aceptación de ciertas prácticas de justificación nos lleva a aceptar como justificadas ciertas proposiciones, proponen proceder de abajo a arriba y asumir que es el carácter paradigmáticamente aceptable de ciertas proposiciones lo que nos lleva a suponer que son confiables las prácticas de justificación de las cuales se desprendería que estas proposiciones efectivamente están justificadas. Esta es la línea del llamado «particularismo» de Roderick Chisholm retomado por Howard Sankey: vamos a analizar la aceptabilidad de ciertas prácticas de justificación a partir de si ellas se adecúan a casos de conocimiento que tomamos como paradigmáticos, en vez de esperar que sean estos casos de conocimiento los que clasifiquemos como tales a partir de su adecuación a las prácticas."

Claudio Cormick




"Hay que recuperar la filosofía como invitación a pensar con otros."

Claudio Cormick



"Hume tiene la famosa frase de que «en filosofía, al igual que en la vida diaria, la razón es y debe ser esclava de las pasiones». Sí, en ese sentido hay como un aire de familia entre cierto naturalismo psicologista humeano y ciertos enfoques externistas que debilitan un poco la idea de una conciencia transparente que fundamenta racionalmente lo que cree.

Y si bien eso es algo muy anglosajón, muy de académico norteamericano de los setenta, ochenta post-Gettier, si se leen cosas como las que está escribiendo Merleau-Ponty a comienzos de los años cincuenta (que fue como el hilo conductor de mi tesis doctoral), el curso La fenomenología y las ciencias del hombre, de algún modo está hablando de eso. Por ejemplo, cuando se pone a hablar de cómo se da la interacción entre filosofía y abordaje científico sobre la mente humana.

Cuando la ciencia mira en tercera persona la mente humana y dice «mirá, vos creés lo que creés en virtud de condicionamientos psíquicos, condicionamientos sociales, condicionamientos históricos», el problema que está surgiendo es ese: yo puedo creer que ‘p’, por motivos de los cuales quizás no soy consciente, que me condicionan a un nivel subpersonal, y, sin embargo, saber ‘p’, aún sin tener algún tipo de justificación para creer ‘p’.

En este sentido las dos tradiciones confluyen más de lo que uno había pensado."

Claudio Cormick



"Lo lindo de la filosofía es que es portátil, es autocontenida: a diferencia de lo que hacemos cuando reproducimos un resultado científico, al presentar un argumento no necesitamos apoyarnos en datos (de observaciones o experimentos) que hayan surgido de una investigación previa y, a propósito de los cuales, quien nos escucha no puede más que creernos. Cuando presentamos un argumento filosófico, en cierto sentido «está todo ahí», «sobre la mesa». Y no sólo es portátil, sino que, además, se puede combinar con circunstancias de la vida cotidiana o ejemplos de la cultura popular sin sacrificar su rigor."

Claudio Cormick



"Quienes hacemos filosofía desde la tradición analítica pensamos que hacer filosofía es, dentro de todas las diferencias que podemos tener, básicamente argumentar y pensar con otros. Entonces, que la práctica de la divulgación quede ocupada por discursos que tienden a la oscuridad o a apabullar al interlocutor con palabras de cinco sílabas, pero que no invita a nadie a pensar con otros, es una pena.
Por eso, nuestra idea es un poco intervenir en esa línea y recuperar la idea de la filosofía como una invitación a pensar con otra gente y compartir el ejercicio del pensamiento."

Claudio Cormick



"Si vos considerás que, para atribuirle conocimiento a un sujeto, ese sujeto necesita poder dar razones de por qué cree lo que cree, entonces tenés una posición internista. En cambio, si no es necesario para atribuirle conocimiento a un sujeto que ese sujeto pueda dar razones de lo que dice, tu posición es externista."

Claudio Cormick




"Toulmin festejaba que la lógica se hubiera convertido en una disciplina autónoma y formal, pero subrayaba que buena parte de esa autonomía se logró al costo de decir cosas que son cada vez más irrelevantes para analizar las prácticas argumentativas reales."

Claudio Cormick














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