Edward Lewis Wallant

"Ah, dijo en voz alta, e intentó sobreponerse echando un puñado de basura sobre sus recuerdos."

Edward Lewis Wallant
El prestamista



"Aquella tarde apenas lograba fingir un mínimo de cortesía hacia George Smith. Pero los preámbulos habituales en el rostro del hombrecito le hicieron sentir tan débil que no se atrevió a comportarse con la brutalidad que su impaciencia le demandaba. Sabía, por alguna razón imposible de probar, que George se había preparado una lista, escrita a mano, en la que figuraban la fecha de cada empréstito, una relación de todos los objetos que podría ir empeñando y las fechas aproximadas en que lo haría, siempre dejando pasar un tiempo prudencial entre el día del empeño y el del rescate.
[...]
George asintió, feliz, y continuó hablando. Se había habituado a pasar por alto las frecuentes muestras de indiferencia del prestamista: un hombre que estaba tan hambriento de comunicación podía alimentarse con cualquier tipo de engaños. Y por eso se ponía a hablar como si fuera un profesor interino, mientras el alto torreón de su mente pura se libraba de todas sus viscosas concupiscencias, y su lujuria se recluía en un sótano oscuro gracias a la pureza del deseo que anidaba en su cabeza. Habría sido dichoso si hubiera podido ser un vacuo profesor de modales apenas masculinos, rodeado de libros y de unos pocos oyentes, indiferente a su cuerpo, libre de sueños.
Sol estuvo observándolo unos minutos, sin escucharle, contemplando cómo aquel rostro crispado y débil iba cambiando de expresión: brillaba, aconsejaba, ordenaba, a la vez que iba reflejando ideas y placeres. Y aunque no tenía ninguna sensación de familiaridad con aquel hombre de piel color cuero, ni paciencia con la forma en que el viejo George se dedicaba a pasar febrilmente el plumero sobre el polvo de las viejas ideas, le dejó hablar durante unos diez minutos, permitiéndose incluso los mínimos gestos de asentimiento o encogimiento de hombros que hacían posible el monólogo, hasta que ya no pudo soportarlo más."

Edward Lewis Wallant
El prestamista


"En ese momento, todo lo que le quedó por hacer fue salir de ronda, verificar si no se le había olvidado nada, determinar de manera implacable las prioridades y, luego, con tiempo, precisar todos los costes. Los costes absolutamente de todo.
El papel garabateado con su letra, pequeña y bonita, le infundió tranquilidad. Todo estaba alineado, igual que las tropas en formación. Visualizó sus propios numerales, trazados con delicadeza, encabezando cada columna cual si fueran oficiales que mantuvieran la disciplina en las filas, deseoso de que llegara el momento en que pudiera sumarlos y, con determinación, anotar las cantidades resultantes. La luz solar, acuosa e invernal, nada podía contra la valentía de su lista. Sonrió y se recompensó con un domingo de libranza.
A la semana siguiente se pondría manos a la obra. En su cuerpo aparecieron los músculos. Su ciudad natal sin duda lo reconocería. Tomaría un tren tempranero, con rumbo norte, y volvería el domingo por la noche sin duda reparado y a punto. Ferdinand de Lesseps no le llevaba la menor ventaja; aunque fuera relativamente tarde, comprendió que era capaz de construir una docena de canales de Suez.
El dolor que tenía en la frente permanecía astutamente adormecido."

Edward Lewis Wallant
Los inquilinos de Moonbloom











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