Jaan Kross

"Los chicos del décimo curso, por no hablar de los del undécimo, no solían relacionarse con los más pequeños. A no ser que, por ejemplo, tuvieran un hermano en sexto y su madre les hubiese ordenado vigilar al pequeñajo, no fuese a aventurarse fuera del edificio del colegio a veinte bajo cero para ir al gimnasio, vestido solo con la chaqueta. El gimnasio estaba a un kilómetro y, a veces, los mocosos de doce o trece años iban hasta allí para probar su hombría. En aquellos casos, si el hermano mayor había quedado encargado de asegurarse de que el menor se ponía el abrigo y la bufanda como dios manda, podía darse que todo un candidato al examen de reválida de bachillerato se tuviese que rebajar y acudir a la puerta del guardarropa para gritarle a su hermano menor:
«¡Eh, tú, pedazo de zoquete! ¡¿Es que voy a tener que ir yo a abrocharte el abrigo?! ¡Venga ya, hombre, andando y como las balas!».
En el resto de los casos, los contactos personales de los chicos mayores con los menores eran sencillamente inexistentes. Y a Ullo no le concernía en absoluto si yo me ponía o me dejaba de poner el abrigo o la bufanda. A pesar de lo cual, acabamos coincidiendo. Creo recordar que ocurrió durante un recreo especialmente largo.
Sucedió que nuestro maestro Schwarz, un alemán estrafalario, tuvo a bien preguntarnos un día (tenía que estar fuera del programa, porque era materia de noveno curso) qué clase de hombre fue y qué escribió un tipo francés llamado Adelbert von Chamisso. Se lo teníamos que decir en la siguiente hora de clase. Yo me lo había estudiado un poco, pero, cuando llegamos al aula, el señor Schwarz me sacó inmediatamente a la pizarra y me empezó a preguntar. Quería saber cuál era el nombre de una condenada isla (yo sabía que era una isla del Pacífico) sobre la cual el tal Chamisso había compuesto un poema entero. Pero el nombre de aquella isla se me había olvidado y no me estaba permitido separarme de la pizarra para ir a mirar los apuntes de mi cuaderno. Y fue precisamente el peso de esta preocupación lo que me condujo a Ullo, que en el recreo siguiente se encontraba arriba, en el salón."

Jaan Kross
Vuelo estático



"Vamos, el amor es más fuerte que cualquier otra cosa. Lo que te da tu fuerza, Eeva, es el amor, lo sé, te he observado a fondo. Y eso sobre lo que tú, Timo, te apoyas, también es el amor. Sí, el amor. Pero no es lo único. No acabo de saber muy bien qué es la otra cosa sobre la que te apoyas. Probablemente la filosofía. En fin, en su nombre también se ha ido a la hoguera. Qué pueden significar para ti los guiños y los murmullos de los queridos amigos de tu clase… Para hablar con la lengua del pueblo: ¡una mierda! -soltó una carcajada-. Siempre que tengáis confianza el uno en el otro. No sólo así, de manera general y superficial, sino a fondo, completamente, ¡en todo! Con una confianza total podéis retiraros al abrigo de todos los rumores… igual que…, ¡igual que en una concha completamente redonda! ¿Qué puede hacerle la tempestad por fuerte que sea…? Sólo acunarla cariñosamente."

Jaan Kross
El loco del Zar










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