Jiří Kratochvil

"Cuando justo después de la guerra alguien me quiso acusar por el trabajo que hice para el gruppenführer, enseguida se presentaron los implicados en el asunto de los panfletos, a los que evidentemente salvé la vida, y ningún juez levantó un dedo contra mí, pero eso seguro que ya lo sabe.
A esos locos de los panfletos, como los ha llamado hace un momento, yo los dejaría estar. Dos están ya detenidos. Estaban preparando un golpe de Estado en colaboración con la central de espionaje americana. Pero aún quisiera preguntarle algo. ¿Cómo es que un arquitecto excelente como usted, utilizando su propia denominación, vive en un piso de mala muerte en un edificio de Běhounská? ¿Cómo es que no se construyó una casa en algún barrio de lujo? Todos los arquitectos la tienen (miró sus papeles y empezó a recitar nombres): Kalivoda, Kumpošt, Fuchs, Polášek, Kroha…
Entonces pensaba que el teniente Láska jugaba conmigo a una especie de juego. Tal vez no tenía otra cosa que hacer, así que se ejercitaba con material aleatorio: mi causa era una especie de divertido entrenamiento para él. Yo creía que me retenía sólo por diversión. Había algunos indicios de ello. Por ejemplo, aunque estaba empleado en la Oficina de Urbanismo cerca del edificio del Ministerio del Interior de la calle Leninova, adonde eran llamados todos los que eran investigados por Seguridad Nacional, a mí me hicieron ir a propósito a la comisaría de policía de Běhounská, que caía bastante le- Běhounská, que caía bastante le- , que caía bastante lejos de mi oficina. Pero, por otro lado, sólo estaba a dos portales de Běhounská 3, en cuyo tercer piso vivía yo. Algo que no me sirvió de nada porque cuando me interrogaban lo hacían en horario de trabajo, así que luego tenía que volverme a la oficina. El teniente Láska me apuntaba en la hoja de permiso la hora y el minuto exactos de los interrogatorios. En la entrada de la Oficina de Urbanismo me esperaban las máquinas de fichar, fichaba al llegar y entregaba la hoja de permiso al portero, que sin duda colaboraba con Seguridad Nacional, quien luego comparaba mi llegada con la hora de salida de la comisaría de policía. Y cuando sospechaba que el camino me había llevado demasiado tiempo me decía que lo tenía que justificar y que si me dedicaba a perder así mis horas de trabajo podría ocurrirme que un día me llevara una sorpresa. Yo sabía que no hablaba por hablar. No tenía ninguna posibilidad de subir a casa y confieso que en lo único que me entretenía era en pasar por Běhounská 3, y tocar el timbre de casa marcando el ritmo de una canción bastante famosa por entonces, para que mi mujer supiera que había sobrevivido al interrogatorio y que, de momento, todo iba bien."

Jirí Kratochvil
La promesa de Kamil Modrácek


"Cuando vi aquellos enjambres de maderos por la calle —entretanto se había montado una buena en algún lugar del centro y habían sido movilizados todos los refuerzos policiales—, comprendí que jamás en la vida conseguiría abrirme paso a través de él y que lo mejor que podía hacer era subirme al tranvía que pasaba justo en ese momento. Y así me vi en un tranvía que me llevó a Černá Pole, donde —como había descubierto en el papelillo que me había dado Bětka en el registro de empadronamiento de ciudadanos— vivía ahora mi Ifigenia.
Fifí me miró sorprendida durante un instante, después sonrió y me invitó a pasar.
Bueno, ya no era precisamente una muchacha en flor, en cambio era una dama por los cuatro costados: ahora practicaba gymjazz y yoga e iba a nadar regularmente, así que había conseguido mantener el tiempo a raya. Al menos eso pensaba ella, aunque en realidad el tiempo había dejado su huella. Pero yo también era una persona totalmente distinta, como ya he mencionado.
Me paseé por su piso, dos habitaciones con cocina, y me detuve en el balconcito, desde donde tenía vistas a un gran jardín umbrío.
Ifigenia llevaba ahora una vida ordenada. Trabajaba en el archivo sonoro de la radio de Brno y había descubierto en sí misma a edad avanzada un talento peculiar: diferenciaba y recordaba sonidos en apariencia indiferenciables, igual que otros distinguen y recuerdan melodías y estribillos.
Y me lo contó frente a un café y unas galletas Albert.
Cuando voy al trabajo en el tranvía de la mañana, lleno a rebosar, reconozco a mi alrededor, sólo por el sonido, a todos mis compañeros de viaje, y sé si hay allí alguien que no viaja con nosotros a diario.
Aquello llamó mi atención. Así que charlamos un rato sobre la acústica tranviaria, y después le pregunté por su chulo de la calle Francouzská y me enteré de que también Jeanmarais se había colocado en un puesto muy bueno y de que tenía una posición muy respetable. Trabajaba en una fábrica de Brno como jefe del departamento de misiones especiales.
De modo que todo había cambiado. Era algo que también me esperaba. En realidad, claro está, no me esperaba nada de nada. Pero no tenía intención de contárselo a Fifí.
De modo que me apresuré a levantarme de una vez. Pero Ifigenia, según estaba allí sentada frente a mí en la habitación, puso de repente la taza encima de la mesa y dijo: ¡Hablando del rey de Roma, por la puerta asoma!
Y me explicó —inclinando entretanto la cabeza ligeramente y orientando su cavidad auditiva como una vieja elefanta alerta— que acababa de llegar al aparcamiento de allí al lado el renault de Jeanmarais.
Me levanté de un salto y busqué a toda prisa mi sombrero."

Jiří Kratochvil
En mitad de la noche un canto


"En mis libros intento contrastar el placer de la narración de una historia... con la dirección de la misma, jugando con lo fantástico, con los siniestros destinos de los protagonistas."

Jiří Kratochvil

















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