José María Latorre

"Creo que el lector adulto está, en general, más manipulado por la maquinaria de lo que llaman industria cultural, incluidos los suplementos literarios y las revistas especializadas, aunque el juvenil también está expuesto ahora a ello. Con lo de adulto-juvenil pretendo dar a entender desde el primer momento que mis novelas publicadas en colecciones juveniles huyen de lo ñoño y se dirigen a todo tipo de lectores."

José María Latorre



"El vampirismo me atrae más por su relación con el romanticismo negro, con las atmósferas mortuorias, con los sentimientos a flor de piel."

José María Latorre



"Mi odisea me había quitado las ganas de leer, pero aun así busqué el libro de Walter Scott para dedicarle un rato hasta que me llegara el sueño y gracias a él dejara de pensar en lo que acontecía fuera de mi dormitorio. El libro no estaba donde lo había dejado, y por mucho que busqué, ya con la luz dada, no lo encontré en ninguna parte. Alguien había entrado aprovechándose de mi ausencia y se lo habría llevado; alguien que tuviera una llave maestra capaz de abrir todas las puertas de la casa. Me parecía improbable que hubiera sido mistress Frankland porque no se habría atrevido a hacerlo. La única persona que podía tener otra llave así en Kavanagh Hall era Charles, pero... ¿con qué intención se había llevado el libro? ¿Para devolverlo a su sitio en la biblioteca, o más bien para darme a entender su poder, su capacidad para entrar cuando quisiera en mi habitación? Comprobé que, con el nerviosismo, al salir había olvidado echar el cerrojo desde fuera, pues de no ser así no habría podido entrar por mucha llave maestra que tuviera.
"Al colgar el teléfono ya estaba arrepentida de haber aceptado aquel trabajo, pero era demasiado tarde para echarme atrás. Imaginé un ambiente sórdido y una so­ciedad cerrada, regida por convencionalismos sociales de todo tipo, y me angustió pensar que debería vivir unos meses allí. Sin embargo, traté de animarme diciéndome a mí misma que al menos dispondría de tiem­po para dedicarme a repasar las galeradas de mi libro y preparar el nuevo.
No sabía cuánto me equivocaba, porque ese viaje a Stoney iba a significar para mí un tenebroso descenso al mundo de los muertos; y el expreso que me disponía a tomar, lo más parecido a la barca de Caronte.
Como si la meteorología se hubiera empeñado en confirmar mis previsiones, llegué a Stoney bajo una intensa lluvia. El temporal había acompañado al tren du­rante, más o menos, una hora de su camino, y era tan fuerte que yo no alcanzaba a divisar ni una luz desde la ventanilla de mi compartimento: sólo un paisaje ocluido por la oscuridad. Y probablemente no me habría en­terado de que había llegado a mi destino de no haber sido por el revisor, un hombre amable que tuvo a bien decirme que arribaríamos a Stoney en diez minutos.
Por suerte, sólo llevaba conmigo dos maletines, ya que el día anterior había facturado el resto del equipaje en una agencia de transportes por carretera, y salvé rápidamente la distancia que me separaba del vestíbulo, seguida por el ruido de la lluvia golpeando la techumbre metálica. Ante mi consternación, descubrí que se trataba del lugar más sórdido que había tenido ocasión de ver en mis viajes por el país. Era la única pasajera del tren que había bajado en aquella estación, y me encontré en una sala oscura y desierta que apestaba a suciedad."

José María Latorre
La profecía del abad negro


"Decidí que al día siguiente le comentaría a mistress Frankland la necesidad de cambiar la cerradura del dormitorio, aunque dudaba que hubiera en la casa otra para sustituirla, y si la había probablemente la llave maestra serviría para abrirla también. Movida por una sospecha me acerqué a la puerta. El amuleto tampoco estaba en el suelo. Todo eso hizo que me preguntara por la extraña conducta del hijo de los Kavanagh, a menudo encerrado en su laboratorio, sin acudir nunca al comedor, espiándome desde la penumbra y ahora entrando en mi habitación para arrebatarme el libro y el amuleto, así como por el motivo de que la tumba de Wilfred de Kavanagh estuviera abierta y vacía. ¿Habría sido también obra de Charles? No podía entender que hubiera alguien interesado en abrir un nicho y apoderarse de unos restos humanos. Era evidente que Kavanagh Hall encerraba un secreto, cuya clave se hallaba en ese hombre, y la curiosidad que eso me inspiraba era mayor que mi temor: como si me sintiera atraída por el abismo, algo que nunca me había sucedido. Charles Kavanagh lo había expresado con claridad al hablar de la fascinación que inspira lo prohibido. En esos momentos ignoraba, por fortuna para el mantenimiento de mi cordura, que la incógnita o el secreto iban a ser despejados ese mismo día."

José María Latorre
La maldición de la banshee
















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