Kei Miller

Este techo de zinc

Este rectángulo de mar; esta porción
De ondulación; este dirigente del calor del mediodía;
Esto con lo que el gato camina delicadamente;

Esto que los pobres del mundo admiran
En noches húmedas, como si fuera un arrugado
Cielo en el que podrían ser levantados.

La mansión de Dios está hecha de zinc multicolor,
Como un bálsamo al que fui una vez, Paz
Y Amor escrito en toda su anchura.

Este ruido de pies y botas,
Hombres huyendo de Babilonia cuyas armas
Se dibujan contra la pequeña porción

De sus vidas; esta hoja galvanizada; este
Hierro retraído. El camino al infierno está cercado
En cada flanco con zinc –

Solo ve la instalación de Dawn Scott,
Un objeto cultural, sus círculos de zinc
Como la trayectoria de vuelo de johncrows.

El penique americano está hecho de zinc,
Revestido con cobre, pero aún suficiente zinc
Pues un hombre que se tragó 425 monedas murió.

Esto que nos envenena; esto que contiene
Sus uñas como un Cristo crucificado, pero sólo
Por un ratito. Se levanta con el huracán,

Velas al viento, una guillotina voladora.
Esto, un plato para nuestras cabezas cercenadas;
Esto que rocía óxido

Sobre nuestro sueño como Obeah;
Esto que nos cubre; esto que nos ahoga;
Este, el único techo que podríamos pagar.

Kei Miller



Tangente b
 
Cuando el predicador de TV llegó a Jamaica,
Heroes Circle se volvió una carpa enorme, vibrando
al sonar las panderetas, inflamada de náuseas
como si se hubieran vaciado los hospicios de los que aún no han muerto.
En ese montón horrible de ojos amarillos,
de rostros demacrados, de vendajes sucios y de tos
grave, la gente mantenía su fe
mayor que los granos de mostaza. Y una ciega,
acostada en la camilla que empujaban, gritó
«¡Yo creo! ¡Yo creo!», para hacer cesar la oscuridad.
 
Cuando el predicador de televisión se marchó
y todos los sanos regresaron a sus casas cantando «Todo es bueno»
apilaron a los enfermos como andrajos, y un hombre,
ciego a todos los desmanes de la juventud,
le dijo a la ciega que él había empujado por allí
«Fe, hermana. Tu fe no fue suficiente».

Kei Miller



Tangente c
 
Solía rezar para que vinieran huracanes. Nunca había visto uno
pero podía imaginar cómo, en el portento
de su ritmo sin metro, en su verso tan libre,
las casas podían ser levantadas y convertidas
en nada. Una vez, en junio, una mujer de pie en el barro
confesó ante las cámaras del noticiero que durante la tormenta
encendió velas en cada esquina de la casa
y rezó; por eso fue perdonada
pero mientras proclamaba su fe
un montoncito de zinc y tablas navegó
barranco abajo. Se viró y echó a correr,
para perseguir su casa, para perseguir su dios.
Es igual.

Kei Miller


Topónimo

Me-No-Sen-You-No-Come. En inglés llano:
                         no entrar sin invitación. Pues
                         considérense las aventuras había-una-vez
                         de una tal mocosa que respondía al nombre de
                         Ricitos de Oro: tantísimas niñas, auto-invitadas a la
                         casa de osos, asumiendo al instante su colonial
                         derecho a la avena, a las camas, y a las sillas. La
                         bobalicona niña entró así nomás, sin siquiera
                         un ofrecimiento simbólico de miel, y así como así
                         empezó a desconchinflar cosas. Si aunque sea hubiera
                         dado un penique por los nombres secretos de los sitios. Me-
                         no-sen-you-no-come: sin invitación,
                         no eres bienvenido. O bien, entra como te
                         dé la gana: pero has de saber que este suelo, estas
                         matas, estos árboles te observan con
                         una profunda sospecha de muchos siglos.

Kei Miller







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