Sony Labou Tansi

"A Sylvian Mbemba. Porque a través de su fábula no dejé de decirme a mí mismo, ¿qué pensarán de esto mis ancestros? A Henri Lopes también porque cuando todo está dicho y hecho yo sólo he escrito un libro.
Chaïdana rememoraba estas escenas cada noche, como si recomenzaran de nuevo, como si en el mar del tiempo ella regresara a ese puerto donde muchos corazones fueron anclados a muchos nombres. Ella se ha convertido en un retal de humanidad entre dos mundos: el mundo de los muertos y el de los que no están completamente vivos, como solía decirse a sí misma.
Al día siguiente, el teniente volvió a citarlos para sentarse ante una mesa redonda en la que estaba dispuesta la comida del mediodía. Todas las tardes, Chaïdana revivía toda la historia, siendo presa de un amargo sentimiento de déjà vu, reviviendo dos veces las mismas secuencias. Ocho cubiertos de plata y uno de oro habían sido colocados sobre la mesa. Chïadana y el Guía Provincial, su madre y tres hermanos se hallaban sentados los unos frente a los otros. El paté de pescado, perfectamente sazonado, se dispuso en medio de las fragantes botellas de Champán. Frente al cubierto de oro, humeaba perennemente de la carne vendida en las cuatro estaciones, rodeada por cuatro vasos de champán Providencia, la única marca estimada por el Guía Provincial y que llevaba el siguiente eslogan: “Embotelladlo por Su Excelencia Matéla Pené Loanga."

Sony Labou Tansi
Más allá de la mitad de la vida


"Contempló el gran retrato del presidente de la República que colgaba de la pared, justo frente a él. Pensó que la fotografía era buena. A veces, él, Dadou, Nitu Dadou, el director de la Escuela Normal femenina de Lemba-Norte, sentía unas curiosas ganas de ser el presidente. Evidentemente, tales ganas eran muy grotescas. Y su propia vida -o la vida en general, todas esas cosas-, era igualmente grotesca. Se había casado con una joven maestra, nueve años antes, porque a su edad, en esa sociedad cien veces más grotesca que él mismo, también los demás se casaban. Había tenido dos hijos, sencillamente porque, antes que él, otros en la región, habían tenido dos hijos a los treinta y nueve años. Además, había esperado mucho en un lugar donde los alumnos de secundaria, con dos o tres hijos, eran a su vez padres de alumnos. Era director de escuela normal, ex alumno de la Universidad de Lovaina (donde se sumó a los partidarios de Lumumba), sencillamente porque la enseñanza era la única rama del árbol administrativo en que lo grotesco era menos grotesco, lo absurdo, menos absurdo y lo intelectual, menos imbécil. Y también, claro, porque otros a su edad, o más, o menos, habían sido directores de escuela normal. Lo nombraron director de una normal de chicas porque le reconocían un atisbo de virtud. Para sí mismo, ese atisbo de virtud era sólo un peldaño de lo grotesco que conducía a esas alturas donde todo pierde su savia primigenia.
[...]
Vaciló; pero al reconocer el chófer, le sonrió y quiso abrir la portezuela trasera para sentarse al lado del ciudadano director. Dadou sujetó la portezuela y le indicó el "asiento del muerto". Ella torció visiblemente el gesto; pero, como el ciudadano director había cerrado la portezuela, tuvo que contentarse con el asiento del muerto. "Es una putilla de cuidado", pensó Dadou. El chófer se estremecía de tener tan cerca un cuerpo de vértigo. Él, de caqui militar, bastante arrugado, con manos rugosas como guijarros. Ella, de terciopelo púrpura, con abundantes cabellos negros -extremadamente suaves-, un rostro deslumbrador que se le abría como las puertas de un universo desconocido: barbilla tierna, huraña, provocadora, como en acampada, simple. Y en la cima de tan extraño mundo, unos ojos que quitaban el aliento, ojos penetrantes, tontamente frívolos; el pecho latía al asalto del vacío. Olía bien -un denso perfume de ligereza-. En la noche, parecía iluminar el vehículo dando a las cosas aspectos líquidos. Un auténtico hechizo."

Sony Labou Tansi seudónimo de Marcel Ntsoni
El antipueblo


"Instructor. ¡Bueno, señores! La lección de esta mañana será la reverencia. La reverencia, distinguidos señores, es el centro de la gravedad de cualquier asunto real. Lo ideal es que su majestad realice los diversos gestos de todo corazón. (Interpreta) ¡Majestad, Majestad! Hemos de sentir en cada gesto que está dispuesto a conducirse como un Rey. (A Foiret) ¿Os gustaría intentarlo, Príncipe?
Foiret. ¡No, querido señor! Yo le ofrecería a su majestad algo más que un simple gesto. Además mis viejos y cansados huesos no me permitirán impulsarme más allá de los límites impuestos por la carne.
Instructor. El arte de complacer al monarca es como el arte de complacer a una mujer: siempre habéis de inclinaros por la mitad ante ellos. (Interpreta) ¡Majestad! Sabed que hay tanta gente alrededor que vela por el Rey como perros en busca de su hueso. El gesto, querido Príncipe, el gesto ante todo.
Marqués de Poinçon. ¡El corazón representado por el gesto!
El Duque de Vouincy. Nosotros éramos felices con la República.
Marqués de Poinçon. ¡Nos llevaremos bien con la nobleza! Me veo a mí mismo como una reserva veraz de la nobleza y la fidelidad al Rey.
Instructor. Siempre el paso de la salamandra: el pie izquierdo más voraz que el derecho. ¡Atención, caballeros! ¡Los muslos un poco carnívoros, el cuello mongol y los pies absolutamente científicos!
El Rey. ¡Entre, doctor! ¡Le he estado esperando! (Saluda al galeno) ¿Cuándo será la siguiente intervención?
Doctor. Su Majestad ha de aguardar a los resultados de las pruebas efectuadas la última semana.
El Rey. ¿Podría ser cáncer?
Doctor. ¡No, Majestad!
El Rey. Le contaré un secreto, doctor. No quiero morir. (El doctor permanece en silencio) No quiero debatirme por causa de esta estúpida carne. Apenas he cumplido treinta años. ¡Tengo derecho a vivir! No quiero agonizar por causa de la proliferación de células incontrolables. El mundo es demasiado hermoso: ¡Me encanta oler un millón de cosas y servirme de mis pulmones! (Pausa) ¿Al menos no es cáncer?
Doctor. No, Majestad. Es una enfermedad que aún ha de ser definida.
El Rey. Dese prisa, doctor. Haga todo lo necesario y entienda a un pobre hombre, una pobre carne que tiene miedo y se aferra a la vida.
Doctor. Sí, Majestad. Sí (Examina al Rey) ¡Saque la lengua, Majestad! ¡Déjeme ver la garganta! ¿Siente dolores en la espalda por la noche?
El Rey. ¡Un dolor infernal! He visto a personas fallecidas, unas crudas y otras cocinadas, y no he encontrado mi lugar entre ellos. El dolor sobreviene a menudo aquí, en este punto. Luego, siento que me arde el estómago y tengo la sensación de que empuja hacia afuera.
Doctor. Tosa, Majestad (El Rey tose) Escupa. Ahora inspire rápido y profundo. Siéntese, levántese, corra un poco.
El Rey. Es ridículo que la muerte de un hombre provenga de la sangre de su estómago.
Doctor. Majestad, no morirá. Le prometo que se recuperará.
El Rey. ¿Una mejoría completa, doctor?
Doctor. Totalmente, Majestad (Pausa) Hemos terminado por hoy. Pero ha de seguir una dieta carente por completo de pescado, carne y picante. Una dieta basada en ensaladas. Sea prudente, Majestad: nada de alcohol. Un sorbo y firmará su condena de muerte. (El Rey grita presa del pánico hasta que le inyectan un calmante y deja de gritar)."

Sony Lab'ou Tansi
El otro mundo


"La soledad. La soledad. La mayor realidad del hombre es la soledad. Se haga lo que se haga. Simulacros sociales. Simulacros de amor. Engaño. Estás solo en ti. Llegas solo, te mueves solo, te marcharás solo, y…"

Sony Labou Tansi



Sin título 1

Las palabras me hechizan
Me hacen señas
Pidiendo que les busque
Algún trabajo
El salario no importa--
Vienen como gentíos las palabras
A mi pluma
Igual que proletarios
Las palabras exigen
Su derecho a la voz
Queriendo establecer la dictadura
De las palabras en la vida--
Necesitan a uno que comprenda
A uno que las ponga a su servicio.
¡Pero yo no soy ése!
Las palabras se cruzan de brazos
Se sientan y se duermen
A los pies del poeta
El único que sabe su valía
Y se van a morir
Las palabras si alguien
No las agita a tiempo--
Las palabras son silencio que habla--
Burbujas de silencio que hablan.

Sony Labou Tansi









No hay comentarios: