Vlady Kociancich

"A los nueve años escribí mi primera novela policial y a los diez u once traté de vender un cuento a Billiken con la vieja fantasía de creer que alguien puede escribir un libro de la noche a la mañana y hacerse rico y famoso."

Vlady Kociancich



"Borges me enseñó que la literatura es un gran juego inteligente."

Vlady Kociancich



"Creo que a medida que transcurre el tiempo vamos agregando a nuestra identidad más personas que la única que creemos ser, irreconocibles a veces. También el mundo, su realidad, oscila entre el cambio y la permanencia casi eterna de algunas cosas desde nuestra visión humana e imperfecta."

Vlady Kociancich



"En la historia de la literatura y de la humanidad nunca hubo un momento determinado que produzca una gran literatura, muchas veces es un momento de paz y de tranquilidad, que son los menos, y otras veces ocurre cuando mayores son los conflictos y la incertidumbre. El caso del siglo de oro de la literatura rusa, por ejemplo, que después no hubo casi ninguno más de esa envergadura, tan importante que prácticamente nos cambió la vida a todos, se produjo en un momento de inestabilidad, de peligro, de guerras. Nunca se puede saber. Yo veo que ahora se publica más por las editoriales chicas, cosa que está muy bien, se publica a gente joven que escribe muy bien. Hay más oportunidades, han aparecido nuevos nombres, y cuando hay talento y hay vocación las circunstancias pueden ser cualquiera."

Vlady Kociancich


“La soledad tiene infinitas voces, también el amor.”

Vlady Kociancich



"Kohen la escuchaba con la vista clavada en aquella ridícula peluca. Ni amagó levantarla del suelo. Estaba furioso y asombrado de estarlo. Sabía perfectamente que la doctora tomaba clases de teatro —distraían su vida un poco solitaria, de joven independiente y laboriosa. El arte era una nueva moda. De esa moda se hablaba mucho y con indignación en el café. «No trabajan, no estudian.
Cantan, bailan, dicen que hacen teatro. Mentiras. El único arte que les gusta es meterse en la cama con cualquiera sin pasar por la iglesia o el Registro Civil.»
Kohen tenía un amigo actor. Lealmente defendía una vocación que sin Willy Coper nunca hubiera tomado en cuenta. Pero cuando se enteró de que la hija ingresaba a ese mundo, dio un respingo.
Sarah no tenía vocación. Más aún, odiaba el escenario. Desde muy chica se había defendido como un gato salvaje de la insistencia de los mayores en subirla a las tablas de teatros escolares, del club del barrio, del corso en Carnaval. Que siendo tan linda no se convirtiera en artista desilusionaba a la gente. A Kohen no.
Quería para ella un destino feliz. Casada con algún buen muchacho de familia.
Renunció a este deseo imperceptiblemente, poco a poco, observando la floración de la inteligencia de su hija, que se arraigaba en libros, pero fue una renuncia absoluta. Lo sabía por la piedad que en él despertaba la madre, aún aferrada al sueño del buen yerno y de los nietos.
[…]
¡Un viaje! Eso era. La incomodidad en el encuentro con un ser querido después de larga ausencia, las preguntas que el amor silencia. ¿Cambió? ¿Es cierto que está bien? ¿Es la misma persona? Y la angustiosa investigación, la busca de gestos familiares que corroboren el recuerdo. Sarah había dado en la tecla: tenía ese aire de enajenación nerviosa de los viajeros a punto de partir o en el primer momento del regreso. Una alegría viciada de ansiedad por documentos y valijas. Pero faltaba el viaje, que le hubiera dado sentido."

Vlady Kociancich
Los bajos del temor


“Mi forma de trabajar es un poco loca, si puedo llamarlo trabajo y no aventura. Lo que me gusta de la ficción es que nunca sé qué voy a escribir. No creo que haya que vivir experiencias para escribir. Muchos escritores que admiro no salieron nunca de su casa. La poesía de Walt Whitman es toda sobre su patria, y no salía casi de su casa.”

Vlady Kociancich



"Mis historias surgen a partir de un detalle o por una frase escuchada o algo que me llama la atención. En este caso estaba en una playa cerca de Cancún y se hablaba de cenotes para hacer una excursión, y de gente que por imprudencia muchas veces se ahoga porque se sumerge en los que no están dentro de la ruta turística segura. Nunca estuve en un cenote, hay unos 2500 cenotes en México.
En esa charla, un buceador dijo 'yo ahí no me meto ni loco', y se me ocurrió pensar qué sucedería si una persona queda olvidada en un cenote, y a partir de ahí empecé a armar el argumento y la aventura de la novela."

Vlady Kociancich



“No hay nada más ridículo que creerse que uno es un genio.”

Vlady Kociancich


Una se queda como huérfana cuando se van los pares con los que recorriste parte de tu juventud. Vlady era muy cultura y muy sabia, y aún con sus amistades de alcurnia literaria como Borges, Bioy y Silvina Ocampo, fuimos amigas durante largo tiempo. Lo que más me gustaba de ella eran sus extremos. Fumaba con boquilla, usaba sombrero, pero también me hablaba de sus preocupaciones económicas."

Vlady Kociancich
El cuarto violeta















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