Yolanda Arroyo Pizarro

carimbo

Carímbame, tesoro
haz que tus manos sean fierro ardoroso
y tu nombre la firma insigne que marca mi estirpe
Carimbea tú mis contornos
estampa tu signo en la silueta pulposa de mi baja espalda
que se abre para ti
como rosa náutica
mono estrellada de quince puntas
pliegues estriados por el cielo de tu boca
con el carimbo de tu varilla en zeta

Carimbada estoy y estaré
márcame de ambrosía con tus membranas de zorra
en mi adentro y mi afuera
en el hoy y el ahora
carímbame, amada
carimba este portento de pieles paridas
que mil y una noches han sido tuyas

Si nuestro idilio hubiera sido descubierto
en tiempos de quema de brujas, adoradoras de afrodita, disconformes y herejes
aquellos otros nos habrían freído, dices

y yo te juro
por la sangre que me sale del cuerpo
que a mí nadie me hubiera escaldado
que a ti nadie te hubiera tocado
porque incluso atada yo de manos y pies
el cuello inmóvil
y una venda sobre la boca para no conferir nigromancias, encantamientos o cábalas,
habría invocado a las precisas guardianas del inframundo

sosegada y amarrada desde mi estaca
habría conjurado un sortilegio en verso
solicitado un púlsar de energía a las behíques
con tan solo un pestañeo
para quemarlos vivos a todos ellos
sacrílegos observadores
envidiosos de nuestro libre albedrío

y con tan solo un parpadeo
habría desatado tu cuerpo escindido por las llamas de mi lengua
habría desanudado mis sogas y cadenas

desamarrada ya
habría bebido de tus ubres frente a la turba
tragado tu lechoso manantial ante sus ojos testigos
iniciado el juramento de ser únicamente esclava tuya
súbdita de ti
propiedad única de tus dedos ambidiestros
nadie más ni dueño, ni juez mío

Yolanda Arroyo Pizarro



carne negra

oler carne negra sangre negra / morder
negrura / pellizcar negros cachetes / trastear
tus negras nalgas / recordar a mami
ennegrecida / oscurantizada / tiznada de
carbones briosos / canturrear nanas negras
de mi negro abuelo coco / tembleque negro
majarrete tosco / toco toto toco toto
vejigante come toto / marrayo negrísimo en
boca rayada / bembes negrotes pa’
morderte en piñones / pestañas
noctámbulas de singarte en Cataño / costa
isla de cabras / costa punta salinas / costa
perla / costa boca bemba / arete de argolla
prieta/ nariz criolla mulata y marrón / te
ennegrezco el ojal del chupete trigueño /
ennegréceme la lengua violeta cafre /
acaríciame la encía púrpura con negrete
dulce / trucutá trucutá / tu negra cebolla /
trucutá trucutá / tu negra pinga negra / tan
buena que está tu dulcísima profundidad
soterrada / el cepeda y el ayala en cada
espasmo / consiénteme en la libre plena /
en la bomba suelta/ en el dulce e coco /
negrita linda / una crica azul / oscurísima /
toda tuya / negra tuya / tan buena que está
pizarro soy

Yolanda Arroyo Pizarro



El silencio

El silencio es ese espacio en donde me vuelvo monocromática
en no disasociarse de la cama de pilares
de las venas que pulsan nuestro entorno
del terreno baldío en donde busco la ausencia de ruidos
donde elimino la concentración de la nada
la monotonía del ya no soy.

Yolanda Arroyo Pizarro


Saeta

el amo camina con aire vacilante
alrededor de ambas esclavas
omele, ravanne, sabar, sikulú
todos los tambores se encienden
no quiero este ruido
quiero el sonido de los míos
se deshace de las botas
una por una
detiene su andar en las sombras de las paredes
desamarra la bombacha de los listones del cuello
da vueltas alrededor de la habitación
iluminada por las velas

toca como tamboras
los abundantes senos de Tshanwe
ella baja el rostro
le llama Teresa
el cabello prieto
ensortijado
no le cae sobre la cara a Tshanwe
la blusa que el amo levanta
no está hecha de hilos importados
carnes firmes y joviales
al ras de esta piel oscura
el amo desprende la falda manchada de barro
con una mano
le abre las piernas
le vuelve a llamar Teresa
palpa su pubis
lo estudia con ávidos ojos
sus dedos se enredan con él
empuja a la negra hasta el lecho
pero antes retira el mosquitero
entra y sale de ella; entra y sale

omele, ravanne, sabar, sikulu
otra esclava, Jwaabi
se ha quedado de pie
es mitad del aposento
las manos entrelazadas a la espalda
espera sin pudor su turno

Yolanda Arroyo Pizarro











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