Andrés Gómez Serrano

"Se hizo un silencio absoluto que, incluso, llamó mi atención. Entonces veo venir, a lo lejos, una luz muy rara, muy extraña. Pensé, inicialmente, que podía ser una moto o un coche, aunque el tráfico por allí era, en aquellos tiempos muy escaso. De pronto, aquella luz que venía por el centro de la carretera, se parte en dos. Eran blancas y, en el centro, una especie de aureola anaranjada. Se van acercando, poco a poco, a un metro, más o menos, del suelo, hacia el lugar donde yo estaba y al llegar, a unos doscientos metros de distancia, a mí me entró un pánico tremendo, me entró miedo al ver el comportamiento de aquellas luces que no paraban de unirse, para formar una sola o volver a separarse, en dos. Yo no perdí la noción del tiempo, me daba cuenta de todo lo que estaba pasando, pero no me podía mover. Ni brazos, ni piernas, ni nada... De pronto todo se vuelve de un color verde esmeralda, muy verdoso y me doy cuenta que puedo ver a través de los árboles que se habían hecho como de «cristal». Miro de reojo a la pared cercana de la gasolinera y, también, era de cristal, es decir, se había vuelto transparente, pudiendo ver las dos camas que teníamos dentro, donde dormíamos Francisco y yo, la cocinita, las sillas... Todo, desde fuera, a través del muro, se veía perfectamente. Cuando aquello llegó a situarse a unos diez o doce metros de mí, el mosquetón se me resbaló y se cayó, disparándose. Yo no oí el disparo de aquel Máuser, modelo 1928, con un peso de ocho kilos, que te aseguro daba un buen estampido. Solo vi la llamarada del cañón. Yo estaba quieto, repito que no podía moverme en absoluto, cuando empecé a ver una gran cantidad de lucecitas; era una feria de luces de muchos colores. Las dos luces, convertidas en una sola, llega muy cerca de mí, a unos dos metros de distancia, y se detiene. Cuando lo hace, la piedra, sobre la que estaba sentado, «subió», levitó, cerca de un metro y yo, paralizado, encima de ella. Repito que aquella gran piedra, conmigo encima, salió disparada hacía arriba. En ese momento se abrió, en el cielo, en las nubes, un hueco completamente redondo, por el que yo veía las estrellas y por donde se alejó aquella luz, hasta que la perdí de vista. Al instante cayó, de repente, al suelo, la piedra y mis posaderas sufrieron un buen golpe, recuperando, entonces, la movilidad». En una de las múltiples entrevistas que mantuve con Andrés Gómez Serrano, me hizo especial hincapié en la extraña percepción que tuvo aquella tarde: «era increíble, podía ver perfectamente a través del muro de ladrillos de la garita, parecía de cristal: las literas, la mesa, nuestras cosas, podía verlo todo a través de la pared… y los arboles eran transparentes. […] Pero todo terminó cuando aquello, la luz, se fue para arriba."

Andrés Gómez Serrano
Tomada del libro DISTORSIÓN. Ovnis, apariciones marianas, bigfoots, hadas, fantasmas y extrañas criaturas ¿una teoría explicativa? de José Antonio Caravaca









No hay comentarios: