Arturo Maccanti

A MÍ MISMO

Muerto el ayer, mas vivo para siempre

en la memoria, ya en el fiel

de la balanza,

te acercas al espejo, acicalado,

para enfrentarte con el resto del tiempo,

pobre actor secundario

de un drama incomprensible.


Ves los surcos

sobre la frente lívida y te dices

palabras de piedad, bellas frases de lástima,

por las pocas virtudes

y los muchos defectos que te dieron adorno.


Pese a toda

la cólera del mundo,

los años negros, los instantes claros,

el amor y otras sombras,

con ingenuo ardimiento

vas a buscar sobre el cristal ambiguo

la lúcida señal que haga posible

desvelar el misterio de cuanto te ocurrió.


Mas, detrás del azogue,

se desvanece el rostro juvenil

mar adentro en la tarde,

trayéndote ese rostro que hoy te asusta

en la quieta penumbra,

sentado y solo al borde de la cama,

con un sordo rencor hacia la vida...

 Arturo Maccanti


 

AHORA MISMO

Más allá del cristal

el paisaje es un óleo:


Densos azules de Van Gogh,

celestes de Fra Angélico,

verdes quietos, palomas, humaredas,

hondo el barranco con lagartos...


(Canta Ray Charles

«Yesterday», «Ol’manriver», «Georgia

onmymind».)


Y yo podría morir mañana,

ahora mismo tal vez...

 Arturo Maccanti


 

AYER MISMO LAS ROSAS DE RONSARD

Ayer mismo las rosas de Ronsard temblaban en la mejilla amada y Beatriz de Portinari, cruzando los puentes de Florencia, recogía en su falda «toda la timidez de su mirada» cuando Alighieri, de mano de Virgilio, la contemplaba en éxtasis desde la orilla del Arno. Ayer mismo el ceremonioso castaño de los huertos vecinos balanceaba sus estrellados frutos espinosos en el aire calmo de la tarde de otoño. En su tronco, pequeñas plantas parásitas sobrevivían por su savia, tabla ideal para el naufragio. Ahora Ronsard es un puñado de ceniza, no más que las mejillas que amó en el dorado aire de su siglo, y la impasible/imposible Beatriz y el doliente y apátrida Alighiero no colman con sus ruinas el volumen de una cereza o el exiguo recinto de un relicario. El verde castaño, pasan los días, se ha desnudado de improviso.

Arturo Maccanti



Columpio solo

¿A quién meces, columpio solo? ¿Al viento
ruidoso y ciudadano?

Al pasar, te descubro en la tardía
luz del verano, como en sueños,
con tu vaivén donde un fantasma
que golpea en el fondo de mi pecho,
todavía sonríe sin saber...

Cerca, un reloj de flores marca el tiempo
urbano, indiferente, entre risas de niños
áureos de sol atardecido, mientras
cruzo fugaz por la penumbra
de los árboles,
ya perseguido siempre
por mí, por el recuerdo
vagabundo de un sueño que fue vida.

Al pasar, se levanta la bandada
de palomas que vimos por costumbre
otros días con sol, bóvedas altas
sobre las que ha caído un mundo de silencio.

Aunque el amor no acabe,
aunque acabe el amor, columpio solo,
tú permanece fiel meciendo al aire,
meciendo al niño aquel que apenas pudo
llegar a ser mañana,
que se quedó en ayer,
y hoy cruza finalmente,
a pecho descubierto,
el vasto imperio de la sombra,
el hondísimo nihil.

Arturo Maccanti


Coronación y exilio

Si alguna vez fui príncipe
de la luz fue en tu reino...

Me coronaste con tu risa
en la tibia arboleda de tus brazos.
Hiciste para mí rosa la rosa,
pájaro el pájaro y cetro la alegría.

Agotaste los ojos mirándome dormir.
Por esto acaso fueron tan hermosos mis sueños.

A manos llenas me trajiste el mar,
ya para siempre compañero mío.

Fue mi primer paisaje el color de tu falda
y tu voz la primera canción de mi existencia.

La huella de mi pie cupo en la tuya.
Tú eras la dicha y yo te perseguía
con mi pequeño corazón de niño
por las orillas de los mares.

Durante mi reinado
el sol nunca se puso
y el mundo estuvo acorde.

... y un día te perdí sin saber cómo,
sin saber dónde, sin saber por qué.

Luego fui destronado.

Me golpeó el dolor con guantelete
de acero en pleno rostro.

Fui conducido al mundo, encadenado,
humillado y cegado, hambriento y mudo,
en la anónima noria de la vida.
No se me ahorró miseria ni desdicha.

Me encontré solo y escribí poemas.

Abdiqué de la luz.
Ahora soy viejo
y estoy perdido entre las sombras,
enredado en el tiempo y en la muerte,
como tú, madre mía.

Arturo Maccanti


DE SERES QUE VIVIERON  EN UN TIEMPO FLORIDO

Ha llamado esta noche inmensa el viento
en los naranjos de la huerta, al claro
de la luna helada, rota entre
las cañas amarillas.

El viento,
una vez más, fantasma asiduo
de mis miedos nocturnos, puso un grito
de presagios: la ronda de lamentos
de seres que vivieron en un tiempo florido
en esta casa donde yo desgrano
las horas lentas aguardando la luz.

Desde el fondo sombrío
de la arboleda, la espiral de viento
azota la hierba alucinada y viene
avanzando despacio hacia la casa.

Tiempo de soledad y tiempo de memoria,
sueña la mente su país, proyecta
el plano futuro de la vida.
el plano futuro de la vida.Así,
desde la garganta oscurísima
del aire que aúlla en el recodo
de la huerta de plata, las amargas
naranjas, la zarza retorcida, los almendros
que crecen en los límites
me hablan en baja voz, conciertan
su música. Me indican
su crecimiento al alba, su insistente
latido de savia paralelo
al latido consciente de mi sangre...

Arturo Maccanti




EL TIEMPO Y UNA CIUDAD

Tantos días pasando por aquí,
triste o alegre, con la vida
pasando por aquí, o con la costumbre
de la vida —es igual— pero pasando
siempre por esta calle y esta plaza
con árboles; y siempre el oro viejo
del otoño dorándome la pena,
y siempre yo pasando,
pasando y despidiéndome de todos,
aunque nadie perciba en el adiós
que me voy alejando con la vida.

Tantos días pasando por aquí.
Tantos días, y un día sin quererlo,
al doblar una esquina, al ver al pobre
en su sitio de siempre, al cielo igual
con sus nubes dispersas me descubro
de pronto el alma envejecida o un hilo
de purísima plata.

Tantos días pasando por aquí.
Pasando a diluirme sin ruidos
en el ruidoso río de la vida,
que prolonga la lluvia cuando cae
de las oscuras gárgolas sin tiempo,
y yo pasando siempre,
pasando lentamente
o con prisa —es igual— no sé a qué parte,
si ya todo mi mundo es un pañuelo,
si ya eché la llave al horizonte,
si ya puse mi sueño a ras de tierra
por donde voy pasando con la vida
o su mansa costumbre.

Tantos años pasando por aquí.
de pronto, sí, los años, y el adiós
que hasta ayer fue esperanza,
santo y seña del hombre,
se me muestra al decirlo con un sabor amargo
de desnuda palabra,
de trágica verdad.

Tantos años pasando por aquí.

Los árboles y el viento.
La tarde con campanas.
el amor encontrado, los rumores
de la marea humana y entrañable,
por donde, alegre o triste, estuve yo
tantos días pasando,
viviendo tantos años
—es igual—, y muriendo...

Arturo Maccanti



EMERGERÉ NO INDEMNE DEL DOLOR

Todos se fueron lejos, entre muertes
o músicas dispersas, a sus hondos
destinos.
         Sus sombras me dejaron
al corazón atadas, como rama aterida
en el invierno solo del presente.

Hicieron mucho ruido con sus alas
en el aire ahora quieto, ayer de fiesta,
cuando el jardín tan húmedo cantaba
con la gloria del sol en los naranjos
y el cerezo del muro...
                        Días y días,
plenos de luz y alma, buscan hoy,
por el iris solar de la memoria,
con su buceo indicios de la vida.

Pero vida no hay y yo estoy solo,
emergiendo no indemne del dolor.

Arturo Maccanti





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