Compton Mackenzie

"El estudio, preparado para celebrar la fiesta del cumpleaños de Jenny, estaba alegre y tenía una pulcritud de sábado. Era un orden más aparente que real, ya que consistía en haber empujado todos los objetos que estaban desordenados en un rincón, cubriéndolos con una vieja capa pluvial española. Bajo este semicírculo de terciopelo descolorido había cebollas, barras de lacre, paletas, pinceles, trozos de cartón, un surtido de cuchillos y tenedores, una lata de piña en conserva, todavía sin abrir, muchas cartas sin contestar, un abrigo y otras muchas cosas de más utilidad que belleza. Ardía un buen fuego en la gran chimenea, disfrazando de juguetón mar bermejo al aguardillado techo. Las sillas, agrupadas en acogedor semicírculo en rededor de la mesa del té, tenían un aire invitador, como el espejo veneciano. Cada una de las tazas recogían la imagen del fuego, y en el suave cuenco de su porcelana brillaba un ópalo ficticio. Todo el cuarto tenía un aire de anhelante expectación, acentuado por la campana de una iglesia vecina que tañía rápida y monótona. Sentados en el asiento de alto y monacal respaldo junto al fuego, tres muchachos fumaban largas pipas de yeso. Maurice, de pie ante la ventana que miraba al río, se entretenía en echar el vaho sobre el cristal para luego escribir sobre la superficie empañada, con efímera escritura, el nombre de Jenny. Por fin, la monótona campana cesó en su sonido discordante. El reloj del Parlamento dio las Cuatro pausada y solemnemente y el dueño de la casa abrió la ventana y se inclinó hacia fuera: la tarde era gris, con niebla. —Aquí está Jenny —dijo, retirándose tan rápidamente hacia dentro que se dio un golpe en la cabeza con el marco de la ventana. Los tres jóvenes que estaban junto al fuego se levantaron y vaciaron sus pipas, permaneciendo de pie, de espaldas al hogar, en una actitud de natural expectación."

Compton Mackenzie
Carnaval



"El principal evento de la fiesta para Sylvia era su encuentro con Danny Lewis, que le había brindado su atención durante la cena y bailado con ella durante la posterior velada.
Sylvia se sentía agradecida por su caballerosa paciencia, sabiendo que era una pésima bailarina, pero bajo su diestra dirección dominó rápidamente los pasos y realmente bailó muy bien. La nueva amiga de Sylvia los vio bailar y los invitó a tomar el té vespertino al día siguiente. Edith le aseguró que sería bienvenido, aunque le hizo a Sylvia la confidencia, cuando se iban a dormir, de que no lo encontraba veraz. Sylvia insistió en que él era todo lo que deseaba en un hombre, elogiando sus nobles modales de tal forma que Edith se obligó a creer que en verdad era el hombre perfecto para su amiga. Arthur se precipitó escaleras arriba y cerró la puerta de su habitación sin siquiera decir buenas noches. A la mañana siguiente, una mañana aderezada con el viento del este, Arthur le increpó a Sylvia su comportamiento de la noche anterior.
-Mira, arguyó, si prefieres malgastar tu noche bailando valses con un sucio judío, no podré soportarlo.
Sylvia le devolvió una mirada desdeñosa.
-¿Me has oído?, repitió Arthur. No voy a consentirlo. Ya es bastante horrible tener que soportar a ese patán grasiento rondando por aquí todo el día.
-¿Entonces yo debería...?, preguntó Sylvia. Será mejor que regreses a Hampstead.
-Me marcho hoy, clamó, esperando que Sylvia protestase, pero ella permaneció en silencio. Luego intentó mostrarse cariñoso y juró que no había querido decir lo que había dicho, pero ella rechazó sus caricias.
-No quiero hablar más contigo nunca más, afirmó. Podría decirte muchas cosas, pero tú siempre logras sentirte infeliz de todos modos, porque en el fondo eres débil e ignorante, así que no diré nada. Estarás en casa para la cena, añadió."

Compton Mackenzie
The Early Life and Adventures of Sylvia Scarlett



"Todo se tornó confuso en apenas un instante. La Srta. Couteen desasió sus manos y se comportó con el brío propio de una mujer casada en una situación ambigua, precipitándose escaleras abajo. El Sr. Vernon se limitó a limpiarse una serie de máculas púrpuras como si fueran vestigios de protestas de un inmaculado amor vertidos en el transcurso de la hora anterior, mientras Betty recorría presurosamente los cuatro callejones distantes y atenta comprobaba cómo sus perseguidores avanzaban, de modo que, sin más, empujó al Sr. Vernon en la dirección opuesta y puso en las manos de su Señora el Calendario Agrícola Anual. Se hallaba en medio de unas asombrosas estadísticas sobre los nabos y las remolachas cuando Courteen seguido por el majestick Thomas hizo acto de aparición. Al apercibirse de la presencia de su hija, emitió apenas un leve grito y sintió las palpitaciones ocasionadas por aquel inesperado encuentro.
En el ínterin de este fatal desenlace, Thomas desenroscó el pomo de su bastón y tomó una botella de sales. Phyllida hizo lo propio, mientras Betty, adecentando su atuendo color carmesí, ofreció una tercera botella apenas transcurridos unos segundos. Podía olerse el tónico y Courteen sintió su ánimo lo suficientemente revivido como para preguntar con aplomo qué hacía Phyllida en aquel lugar impío. Thomas murmuró incesantemente y de manera célere bajo su anhelante respiración; nadie pudo saber qué implicaba aquello realmente, pero la creencia general era que simbolizaba su verdadero estado de ánimo. Gentes y adicciones que desaprobaba, propias de las tribus hostiles que encontraron los israelitas durante sus peregrinaciones."

Compton Mackenzie
The Passionate Elopement









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