Domingo López Torres

De noche ya, gritando mis ausencias,
buscaba yo en las playas las formas
que dejaban las chicas en la arena.

Domingo López Torres



La patata

Descansabas, incauta, adormecida,
azul en tu indecisa adolescencia,
verde en la distracción de los quehaceres,
de tu casa, tu sexo, tu ventura.
La tierra, blanca, negra o colorada,
ponía ya un estigma a tu destino
de blanda, dura, amarga o dulce carne.
Podías navegar por las alturas
de los mares más hondos,
o perderte en la insulsa algarabía
del discurrir más tonto
por el cauce normal de la costumbre.
Así, sin conocer el jubiloso grito
de la entrega sin qué, ni cómo, cuándo,
que multiplica en 7 lo que es 1,
un 16 cualquiera, entre mis manos
temblorosa, indecisa, sucia, negra,
caíste.
El filo más agudo del deseo,
de mi sangriento amor, mi ruin coraje,
te arrancaba la piel entre mis dedos,
y los gritos, lamentos y suspiros
se perdieron sin eco entre mis manos
de asesino inexperto.
Cuando tu cuerpo blanco, mutilado,
cayó sobre las aguas de tu cielo,
el gris estaño de tu desventura,
se partió en mil pedazos.

Domingo López Torres



LLÉNATE TÚ de mí
y de transparencias,
campana de cristal
niña, ¡mi novia!
Que te está dando vueltas
y vueltas, quieto,
el pez –reflejos y colores-
de tus deseos.
Tus caderas tan claras
de luz y sombra
tienen perdido a un ángel
con alas rotas.

Domingo López Torres




LOS ESPEJOS se hacen trizas
en verticales de piedra.

Se descomponen
cuerpos duros de montañas
en triángulos biselados.

Yo, roto, multiplicado.

Domingo López Torres




LOS RETRETES (3 DE LA MAÑANA)

Violadas espirales de la prisa
de continuo correr, ruidos internos
por los ocultos cauces sin fronteras
-laberinto sin dónde, afán sin freno-.
Rompen el sueño, la risa, los colores,
la dolorosa acelerada espera
pródiga en la promesa, el ala, el premio:
verse ascender, ligero, en pleno vuelo,
hacia un cielo, otro cielo, y otro cielo.
Mientras la oscura cloaca de desdenes
insuficiente para tanta ofrenda
salta sobre la geometría de los bordes
inventando rizados carruseles.
La brisa azul de las primeras horas
rendida abiertamente a su destino
abre obstinadamente estrechas calles
en la espesa ciudad de los olores,
poniendo una aureola al desahogo.
No hubo consigna audaz que contuviera
a los don pedros de los tres salones
saltando en frenesí por corredores,
empinadas trincheras de prejuicios.
Los traicioneros vientos, firmes flechas,
se quiebran ante el toro acorazado
del quererse volcar, romper la brecha
de altas severas órdenes cuadradas
suplicantes, encendidos ruegos.

Domingo López Torres




"Mi primer encuentro capital se produjo hacia la edad de nueve años: un libro técnico sobre el matrimonio y la higiene fue, para mi temperamento de esa época, el primer libro que exacerbó mis deseos, el primer libro pornográfico que me llegó a las manos.
Ese libro me enseñó la hipocresía de los prejuicios y el misterio imponderable de las personas grandes. Sentí entonces la vergüenza de mis partes sexuales dentro de mi pantalón corto."

Domingo López Torres




MODELADOR DE arenas, en la playa,
haciendo cuerpos de varón y hembra
pasaba las mañanas.

Necesitado de las formas bellas
aprendía en las curvas del balandro
a modelar caderas.

De noche ya, gritando mis ausencias,
buscaba yo en las playas la formas
que dejaban las chicas en la arena.

Domingo López Torres



POEMA DE LA LANGOSTA

(Caísteis sobre el lecho de los agricultores
asesinando un sueño de libras esterlinas)

I

Vientos y arenas, y plagas
para recordarte
lo que tú bien sabes
que lo saben todos:
que nadie lo sabe
-¡ah, si, continente!

II

Porque yo quise pararme
y el viento no me dejaba.
Me empujaba sin piedad.
Pero yo quise pararme.
Luego, transparente de todo,
yo, por un mar sin cristales,
sin dónde, ni cuándo, nada.
(Los cielos deshabitados
y los mares sin ventanas.)

Me clavaron sin piedad:
las chicas en el sombrero,
los chicos en la solapa,
con alfileres de acero.
El mapa de mis desvelos
-sin norte, sin sur- cortado
por franjas verdes de sueño.

Y Yo, aviadora, en el cielo,
navegando de costado.
Rotas las alas del miedo.
En manadas. Oprimida
por las parades del viento.

(Sí, hemos borrado de nuestro itinerario,
para futuros viajes,la escalas de las islas.)

III

(Obispos, concejales, militares y curas- de gala- marchan al campo a exterminar la plaga de langostas.
Ingenieros agrónomos, con ametralladoras
en los picos más altos de las islas
-lejos de la indiscreta mirada de los tontos-
(los nativos tienen los ojos secos de mirar siempre al cielo)
Archivan comprobantes para confeccionar nóminas espaciales.)

Domingo López Torres



Recortado quedó el latir del mundo
en afilado congelado hueco
que transparenta un mar petrificado.

Domingo López Torres







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