Jordi Llovet

"A finales del siglo XVIII tienen lugar dos hechos de enorme relevancia: la independencia norteamericana de 1776 y la Revolución Francesa de 1789, que impulsaron un proceso de separación, en todo Occidente, de distintas esferas sociales, filosóficas y políticas. Este proceso de separación recibe el nombre de secularización (de seculo, siglo, entendido como tiempo humano por oposición a la eternidad divina).
Las dos revoluciones acabaron con un presupuesto básico de la cristiandad: el que ligaba el poder absoluto humano, a través de las monarquías de designación divina, con el mandato religioso. Esta relación se fue desvaneciendo, e hizo explícito el cambio de perspectiva de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano que la Revolución Francesa alumbró. Después, la liquidaron definitivamente las revoluciones burguesas del siglo XIX europeo, las independencias de todas las repúblicas norteamericanas (la mayoría entre 1810 y 1830; Cuba y Puerto Rico en 1898), la progresiva abolición de la esclavitud y, por último, el auge planetario de los imperialismos francés e inglés. Se afianzó entonces -muchas veces a través de terribles guerras de un coste humano ni siquiera imaginable antes del siglo XIX- la idea de que tanto el gobierno de la sociedad como la relación entre las distintas clases sociales no vienen dictadas por un poder más allá de lo humano sino por vínculos estrictamente seculares y que es legítimo el deseo de modificarlos.
A partir de estos hechos, surgieron los valores que entendemos como expresión de la modernidad: la igualdad de los seres humanos -de paulatina consecución- y la certeza de que las leyes provienen de las sociedades humanas y que, por tanto, nadie, por origen o mandato divino, se sitúa por encima de ellas. Como se ha dicho, la consecuencia, entre otras, de esta nueva relación se denomina secularización y supone una separación irreversible entre lo subjetivo individual, el orden humano y las religiones establecidas. Tanto el arte como la política o la filosofía se hacen «del siglo» (por oposición a la eternidad), es decir, se desprenden de la religión. Ahora los gobiernos dependen de la decisión de los hombres y no de la voluntad divina y, por tanto, también depende de la voluntad humana el destino de los pueblos, los individuos y las sociedades; entre ellos, los productos de la cultura.
De allí que se reforzase, a partir de la crisis del vínculo entre el poder político y el poder divino, la convicción de que el ámbito de la creación artística, como otros, no está al servicio de ninguna exigencia teológica, sino que aquélla sólo debe responder ante sí misma y ante su creador individual enteramente libre. Por ello distintos estudiosos vinculan este movimiento de construcción de la modernidad, a través del ideario romántico, con el énfasis creciente en la autonomización del arte, una de cuyas últimas consecuencias sería, a principios del siglo XIX, el surgimiento del conjunto de disciplinas que se agrupan bajo el rótulo general de teoría literaria. En esta esfera tiene lugar la segunda vertiente que se aboca al estudio de la Literatura, que ya no atiende a su desarrollo histórico a lo largo de las distintas épocas sino a la índole de este objeto, a sus rasgos intrínsecos, a aquello que la define de manera específica."

Jordi Llovet
Teoría literaria y literatura comparada



"Dada la actual crisis universitaria, la mayoría de rectores, de decanos de Filología, de quienes conocen el problema de la enseñanza en la Universidad y en la secundaria, cree que lo mejor sería que la gente que va a las carreras de Humanidades saliera de la facultad sabiendo leer y escribir. Hoy los bachilleratos están muy segmentados y eso es una tontería. Hay un bachillerato humanístico y otro artístico y otro tecnológico, y unos cuantos más. Tendría que haber un único bachillerato y, como máximo, una división general en ciencias y letras. Y potenciar un elemento que parece mentira que se haya pasado por alto: hay que dar a la gente una buena formación en materia de lenguaje. Ortografía sí hay que dar, que es muy importante, pero menos teoría y más conseguir que los estudiantes puedan leer un texto y explicarlo, que entiendan lo que dice. Hoy los chavales saben literatura de memoria y, más o menos, ortografía. Sintaxis, no saben. Y organizar el discurso, nada. Es patética la incapacidad que tienen algunos para escribir una carta o redactar un texto de tres o cuatro páginas. Hay que potenciar el lenguaje entendido como universal. Claro, los lenguajes se trasladan a un terreno concreto, el castellano, el catalán, el inglés o el chino, pero hay que tomárselo menos patrióticamente, sabiendo que es un instrumento, el instrumento básico de expresión del ser humano. Es lo que nos diferencia de los animales, que “enraonem”, una palabra que no podrás traducir al castellano. Y yo veo que hoy ocupa un papel secundario en el conjunto de la enseñanza."

Jordi Llovet



"Dialogar. Este es otro asunto a corregir, Los muchachos están poco preparados para mantener conversaciones dialógicas. En esto hay una gran diferencia con otros países. Vas a Alemania, y cuesta trabajo terminar una discusión. Se abre un tema y se le da vueltas, por un lado y por otro. Se produce un despliegue retórico y elocuente extraordinario. Es una cultura del diálogo, de la conversación. De la tertulia, dicho de un modo más banal. Pero esto es importantísimo. En Cataluña, bueno, en toda España, la tertulia había tenido una tradición extraordinaria. Es la cultura de la conversación que me parece previa a la cultura literaria. Muchos de los grandes autores catalanes novecentistas y modernistas se formaron en las tertulias del Continental, del Colón. Unas tertulias que configuraron un mundo simbólico compartido y contrastado, con diferentes voces, todas ellas al servicio de una causa común: llegar a una formulación idónea sobre cualquier asunto. Eso enseña mucho, pero yo no veo que en los colegios se enseñe a los estudiantes a discutir, entre sí o con el profesor. Y se podría hacer perfectamente. Una cosa que no se da en nuestra educación secundaria, y tampoco en la universitaria, es la discusión política. No hablo de formar en los valores constitucionales ni de la educación para la ciudadanía. No. Hablo de discusiones políticas sobre asuntos candentes. Hay muchos y podrían dar lugar a formular opiniones contrastadas y diversas en la clase. Y eso es el fundamento de la educación del futuro ciudadano. Éste se debería educar en las aulas a través de la discusión inteligente sobre los temas políticos, los que preocupan a la polis, la ciudad. En vez de eso, se dan solo enseñanzas que no están vinculadas a la marcha real de la sociedad."

Jordi Llovet
















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