Juan José Manauta

"El lenguaje entrerriano tiene características particulares: es una especie de isla. Durante décadas no hubo túneles ni puentes, era difícil llegar. A veces un viaje a Gualeguay desde acá duraba doce horas: ahora cuesta tres. Durante mi infancia Buenos Aires estaba lejos, y eso incluía también al lenguaje. En ese sentido, Entre Ríos fue lingüísticamente autosuficiente durante muchos años. Le doy un ejemplo sencillo: a un pan que acá le llamamos felipe, allá le llamamos telera. Es un término que viene de España, directamente. Esa palabra quedó en Gualeguay, nomás. Bueno, yo creo que esa característica geográfica le impuso al entrerriano cierta autonomía, autosuficiencia cultural. Probablemente eso esté patentizado en mis textos: no es algo que yo haya querido evitar."

Juan José Manauta




La mañana

Sube, aprendiendo a nacer en la duda de los colores,
la secreta mañana, como una esperanza.
Esta cándida hoguera que parece ser mía y sólo mía,
allí donde mi soledad se ha hecho don de pies a cabeza,
allí, en el centro de su infinita transparencia,
va siendo de todos por este consagrado amor
en la mañana de primavera.
Las luces, que florecen de fiesta,
se van orquestando en grandes circuitos
de colores suaves, dolientes, provincianos.

El ángel ha venido a anunciarnos la soledad.

La soledad, la soledad; cada cuál tendrá la suya:
su llama y su llanto propios;
su llama y su llanto abanderados;
su llama y su llanto desprovistos.
Los ojos verán mañanas y mañanas
más allá y más acá de lo verde y lo dorado,
de la fábula y el dolor, de los nacimientos y las sombras.
Ahora la música es algo adivinado.
Aconteciendo muy cerca del corazón,
se desata espontánea y altiva,
y en medio de su libertad, anuncia
que no morirá en el corazón de los hombres.
esta mañana logra así decirnos algo nuevo
y seguramente cercano a nuestros ojos:
el diálogo del terrón y la hoja; de la pobreza y lo olvidado.

(Eso es lo importante, lo igual, lo solidario).

¡Oh cabellera de hermandades en esta mañana de colores y dudas!

Juan José Manauta



"Me pareció que la poesía a mí no me servía."

Juan José Manauta



"Mi madre era directora de una escuela infantil suburbana, así llamadas en Entre Ríos, escuelas de alfabetización destinadas a familias pobres. Bueno, yo nací allí. Seguro que tomé la historia de alguno de mis compañeros de esa infancia. De adulto empecé a recordar, porque no la escribí en Gualeguay sino en Buenos Aires... Odiseo [el personaje de la novela Las tierras blancas] y sus amigos iban a la escuela de mi madre. Los conocí allí."

Juan José Manauta




"Nadie se imagina lo sabio que se convierte un chico que no come. Un chico con hambre, crece. Ahora se degeneran con los narcóticos, que por suerte en aquel tiempo no se conocían. Pero lo que un chico con hambre puede hacer, es terrible. Con uno tuve una discusión porque con una moneda que tenía yo quería comprar caramelos, y él fue y compró galletas. Él había comido aquella vez, pero no tenía la seguridad de volverlo a hacer. Hay que diferenciar el apetito con el hambre, el hambre no se satisface. Un chico hambriento, pobre, indigente sacia su apetito momentáneo. El hambre es la inseguridad, como sinónimo de temor, de no volver a comer."

Juan José Manauta




"No podría dar una definición exacta sobre mi persona. Uno siempre se está buscando a sí mismo, porque es la única manera que tenemos para aprender sobre nuestros pares. Lo único que marca el fin de esa búsqueda es la muerte."

Juan José Manauta



"–No te apures, come tranquilo –decía, tratando de dar a su voz la onomatopeya de la lentitud y el ritmo de la tranquilidad, al par que buscaba la mirada del niño, a quien el hecho de comer parecía ensimismarlo. Luego de una pausa reflexionó:
–Está bueno. Así que piensas votar cuando seas grande. Vos sos un hombre; te hace falta edad. Seguro que no serás, cuando votes, de esos que le venden la libreta a cualquiera y andan por los corralones detrás del rial y de la tumba.
Odiseo no sabía si negar o asentir, y recurrió, tratando de conformar a su amigo, a los más variados y elocuentes movimientos de cabeza, porque tenía la boca llena de pan y preparada en una mano la primera torta de azúcar negra.
El hombre fumaba y Odiseo comía acosado por una extraña urgencia, con prisa y temeroso a la vez de que se terminaran, junto con lo que comía, todos los alimentos del mundo. Apenas masticaba. Tragaba como un perro vagabundo, rodeado por hambrientos camaradas. Miraba hacia uno y otro lado, temiendo una acechanza o como si el tiempo que le restara vivir no le alcanzara para terminar con el pan y con las tortas negras. Viéndolo tragar, diríase que el comer no fuera una costumbre mecanizada de sus músculos, sino un producto reflexivo y trabajado de su pensamiento. Comía con paciencia, con patética y suprema conciencia."

Juan José Manauta
Las tierras blancas


"Sigo siendo marxista, y a medida que pasaron los años, me fui haciendo cada vez más: creo que Marx es el gran genio de la sociología, ya que anuncia una vida justa, solidaria, de fraternidad y de no explotación."

Juan José Manauta



Todo sube en la quietud levemente azulada


Todo sube en la quietud levemente azulada
de esta infinita mujer de tala y sauce,
esta mujer de aquí,
asomada al cielo caído en el río
como un flor de luz.
La vida tenue se escapa,
casi transparente, por las chimeneas de las casitas, loma arriba.
¿Qué será esto inclinado al paisaje
mirador de lo verde y lo lejano?

Son tan tiernos el pájaro y la nube
que en un momento parecen escucharse y comprenderse,
y la vaca, como un árbol más del campo,
apenas vuelve sus ojos, comprendiendo.

Pienso en el hombre que tiene su raíz en esta tierra,
que alimenta su mirada hacia las lomas rojizas
y así, con sus pies nacidos en lo hondo de la hierba,
ha tenido que ponerle ruedas a su rancho.
Mientras, el campo sigue bajando hacia el atardecer
y la brisa pasa como blando cuchillo,
cortándoles el olor a los retoños.
En cada hoja ondea un oculto deseo
de abrazar la tierra y morir
para nacer nuevo
y seguir siendo joven, húmeda y brillante.

¡No, no! No tiene dueños la tierra verdadera:
el chisperío rojo del seibo ¿para quién florece?
O su hermano gemelo el cardenal
¿quién le ordena su canto?…

El río sigue llevando la tarde
y desata poco a poco su cinta roja
entre los juncos amorosos.

Juan José Manauta





















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