Mijaíl Lomonósov

“El movimiento debe ser estimado como fundamento suficiente del calor. Y como no puede haber movimiento sin materia, es necesario que un fundamento suficiente del calor consista en el movimiento de alguna materia.”

Mijaíl Lomonósov
Reflexiones sobre las causas del calor y del frío



"La felicidad repentina se ha adueñado de mi mente, y a la cima de una montaña me lleva, hasta donde el viento se ha olvidado de cómo agitar los árboles; el valle más profundo se encuentra en silencio; percibo la tranquilidad del arroyo que solía balbucear sin cesar, corriendo raudo por la colina. Allí se trenzan coronas de laurel y la palabra se extiende a cada lado; el humo se acurruca en la distancia de los campos."

Mijaíl Vasílievich Lomonósov
Oda sobre la sagrada memoria


“La masa no se crea ni se destruye, sólo se transforma.”

Mijaíl Lomonósov



Los pensamientos matinales sobre la grandeza de Dios

Ya la hermosa luminaria
Extendió su brillo sobre la tierra
Y reveló las obras Divinas.
¡O, espíritu mío, con alegría escucha!
Maravillado por tan claros rayos,
¡Represéntate, como es Creador Mismo!
Si para los mortales tan alto
Sería posible volar,
Para acercándose al sol
Nuestro ojo perecedero pueda ver:
Entonces, de todos lados se abriría
Un océano eternamente ardiente.
Allí olas de fuego se precipitan
Y no encuentran costas;
Allí olas de fuego giran
Contendiendo muchos siglos;
Allí las piedras hierven como agua;
Las lluvias ardientes hacen ruido.
Esta magnitud ardiente
Es como solo un destello ante Ti;
¡O, cuan preclara lámpara
Está prendida por Ti, o Dios,
Para nuestros trabajos cotidianos,
Que Tú nos ordenaste hacer!
De la lúgubre noche se liberaron
Campos, colinas, mares y bosque
Y se abrieron a nuestra mirada
Plenos de Tus milagros.
Allí clama toda carne:
¡Grande es nuestro Creador, el Señor!
La luminaria diurna brilla
Solo sobre la superficie de los cuerpos;
Pero Tu mirada traspasa el abismo,
No conociendo límites ningunos.
Desde la luminosidad de Tus ojos
Se vierte la alegría para toda creación.
¡Creador! A mí, cubierto de tinieblas,
Extiende rayos de sabiduría –
Y lo que es deseable ante Ti
Siempre hacer enseña
Y, viendo a Tu creación,
Alabar a Ti, ¡o Rey inmortal!

Mijaíl Lomonósov


Pensamientos de la tarde sobre la grandeza de Dios en ocasión de una gran aurora boreal

Su rostro esconde el día;
Los campos cubrió la lúgubre noche;
Subió a los montes la sombra negra;
Los rayos se inclinaron de nosotros,
Se abrió el abismo pleno de estrellas.
Las estrellas son incontables y el abismo sin fondo. 

Como un grano de arena en olas del mar,
Como pequeño destello en eterno hielo,
Como un polvo fino en potente torbellino,
Como una pluma en voraz fuego:
¡Así en este abismo estoy hundido,
Me pierdo de pensamientos cansado! 

Las bocas de los sabios nos dicen:
Allí hay numerosos mundos diferentes;
Incontables soles arden allí;
Allí hay pueblos y círculo de siglos;
Para la común gloria de la Deidad,
Allí es igual la fuerza del ser. 

Pero ¿dónde está tu ley, naturaleza?
¡Desde el norte se levantó la aurora!
¿No sería que el sol fija allí su trono?
¿No tiran el fuego mares helados?
¡Es que una llama fría nos cubrió!
¡Es que de noche, el día sobre la tierra entró! 

O, vosotros, cuya rápida mirada
Atraviesa el libro de leyes eternas,
Para quienes el signo de objeto pequeño
Revela la regla del ser,–
Les está conocido el camino de todos los planetas:
Digan ¿qué es lo que nos admira tanto?

¿Qué es lo que manda de noche un claro rayo?
¿Qué es lo que golpea al firmamento con fina llama?
¿Cómo un rayo sin amenazantes nubes
Se dirige desde la tierra hacia el cenit?
¡Cómo puede vapor congelado
Generar en invierno un incendio! 

Allí discute la espesa niebla con el agua;
O brillan los rayos del sol,
Inclinándose hacia nosotros a través del aire espeso;
O arden las cimas de aguas espesas;
O en el mar dejó de soplar el zefir.
Y olas lisas golpean al éter. 

Vuestra respuesta está de dudas llena
Sobre lo que está alrededor de lugares cercanos;
Digan ¿cuán extenso es el mundo?
¿Y qué hay mas allá de estrellas menores?
Es desconocido para vosotros el fin de las criaturas:
Digan, aunque sea, ¿cuán grande es el Creador?

Mijaíl Lomonósov



Reflexión nocturna en ocasión de una gran aurora boreal

La lúgubre noche cubrió el rostro
diurno, subió a los montes la
sombra negra, los rayos se inclinaron
ante nosotros, se abrió el abismo
pleno de estrellas.

Las estrellas son incontables y el
abismo carece de fondo. Como un grano
de arena en las olas del mar, como
un pequeño destello en eterno hielo,
como un polvo fino en potente torbellino,
como una pluma en voraz fuego: Así en
este abismo estoy hundido, hastiado
de mis pensamientos.

Los sabios dicen que hay diferentes
mundos; incontables soles arden allí;
allí hay pueblos y círculo de centurias;
para la común gloria de la Deidad, allí
es igual la fuerza del ser.

¿Dónde está tu ley naturaleza?
¡Desde el norte se levantó la aurora!
¿No sería que el sol fija allí su trono?
¿No arrojan al fuego mares helados?
¡Es que una gélida llama nos cubrió!
¡Es que de noche, el día se precipitó
sobre la tierra!

Oh, vosotros, cuya rápida mirada
atraviesa el libro de leyes eternas,
para quienes el signo de la insignificancia
revela la regla del ser. Os es conocida
la senda de todos los planetas.

¿Qué es lo que tanto admiráis?
¿Qué guía al claro rayo en la noche?
¿Qué golpea al firmamento con fina llama?
¿Cómo un rayo sin amenazantes nubes
se dirige desde la tierra hacia el cénit?

La espesa niebla discute con el agua;
brillan los rayos del sol, inclinándose
hacia nosotros a través del aire espeso;
arden las cimas de aguas densas; en el mar
dejó de soplar el zefir. Y las olas lisas
golpean el éter.

Vuestra respuesta está llena de dudas
acerca de lo que está en lugares cercanos.
¿Cuán extenso es el mundo? ¿Qué hay más
allá de las estrellas menores? Desconocéis
el fin de las criaturas. 

Mijaíl Lomonósov













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