Vicente Fidel López

"Creemos que los altos fines de la historia moderna deben desenvolverse y exhibirse con tendencias filosóficas; que los hechos que constituyen la historia de una nación deben presentarse con todo el color y la fisonomía de la época en que sucedieron; que las costumbres y los hábitos de un pueblo, las ideas de un tiempo y el progreso moral de un período histórico, deben entrar en el análisis del escritor como elemento fundamental y esencialísimo de su misión en las letras."

Vicente Fidel López




"El Congreso de Tucumán fue la única de nuestras grandes asambleas que alcanzó a ver resuelto el problema de los tiempos en que había sido convocada: la consolidación de la Independencia por la ley y por las armas."

Vicente Fidel López



"El subalterno acudió con presteza; sacó un libro grande y estropeado de una especie de alacenilla hecha en la meseta de la cámara, y tomando también un anteojo de larga vista se puso a observar.
En efecto: como a cuatro millas de la Isabel brillaban bajo los rayos del sol de la mañana, las blancas velas del Pelícano que se avanzaba hacia la costa del Nordeste con la impávida gallardía del ave de quien había tomado el nombre: hacía un momento que una serie perpendicular de banderas flameaba en su palo mayor.
Suttonhall tomó nota de los números a que ellas correspondían en su libro y después que los descifró dijo:
-Comandante: el almirante nos da orden de reunirnos, y anuncia que tiene una vela por la proa.
El golpe con que estas palabras cayeron sobre el corazón de Henderson paralizó por un instante sus latidos; y la palidez repentina que cubrió su rostro fue inmediatamente sucedida por el ardor de las mejillas y por latidos tumultuosos y violentos que le trabaron la respiración. Permaneció un momento indeciso sin poder fijar sus ideas; pero reponiéndose con voluntad, dijo sucesivamente:
-¡Largad la mayor!... ¡soltad los juanetes!... ¡izad la cangreja!... ¡La barra al viento! -Y la vivacidad con que el joven comandante dio estas órdenes, produjo sobre la tripulación un efecto completo.
Cuando las velas indicadas fueron sucesivamente cayendo de sus vergas y se tendieron al viento, la goleta apretó con más fuerza y más ruido sobre las aguas del mar.
El Pelícano bajó al instante sus señales, e izó sus juanetes poniéndose en la disposición elegante del buque que da la caza. Un cuarto de hora había pasado apenas desde que la Isabel volaba a toda vela, cuando ya pudo verse desde su cofa una nave que navegaba hacia el norte. Los buques del hereje eran demasiado veleros para que no ganasen a cada minuto un rápido camino sobre la nave que perseguían; y muy pronto la tuvieron cerca. Brilló entonces en el costado del Pelícano una luz viva y repentina como la del rayo: una esfera de humo blanco como la espuma rodó sobre la superficie del mar, abriéndose al instante en círculos concéntricos, y los ecos del espacio repitieron el solemne estampido del cañón.
Pasaron unos segundos sin que se notase el efecto de este lenguaje inventado por la audacia del hombre. Pero la precipitación con que el barco perseguido se cubrió de trapo, echando hasta sus alas y arrastraderas reveló bien claro que quería probar la fuerza de sus talones antes de resignarse al riesgo desconocido que le amagaba.
Al verlo tentar así la fuga, el Pelícano y la Isabel echaron sus alas a la vez como si hubiesen obedecido a la misma voz; y unos minutos después los cañones del Pelícano repetían a menor distancia la misma orden, acompañándola con una misiva de hierro que fue brincando sobre la superficie del mar a pasar muy cerca del fugitivo.
Por lo que hace a esta vez, parece que el cañón del más fuerte habló con su persuasión ordinaria; pues la nave perseguida aflojó a un tiempo todas las cuerdas de sus vergas; sus velas comenzaron a ondear contra los palos, y la presteza de su movimiento fue apocándose gradualmente hasta morir. Como en aquel tiempo ningún barco que no fuera español navegaba aquellos mares, era evidente que Drake había hecho una nueva presa, y que don Felipe había ya encontrado la nave en que debía regresar con su familia a la tierra española.
El Pelícano y la Isabel vinieron a detener su marcha como a cien varas del galeón español: dos lanchas llenas de gente se desprendieron del primero y abordaron la presa que era en efecto un inofensivo galeón de trasportes.
Desde que Henderson concluyó con los deberes oficiales que le habían retenido sobre cubierta hizo saber a las señoras que deseaba hablarlas.
Bajó a la cámara en consecuencia, y con un tono moderado que ocultaba apenas la tristeza de su alma dijo dirigiéndose a doña Mencía, que según las órdenes que el Almirante le tenía trasmitidas debían prepararse las señoras para ser trasbordadas al galeón, que acababan de encontrar, en el cual seguirían su viaje hasta alguno de los puertos de la costa, bajo un salvo conducto que les daría el mismo Drake."

Vicente Fidel López
La novia del hereje



"Feliz había sido madama M... en ser detenida antes de llegar a Valparaíso; porque no puede darse situación más desastrosa y lamentable que la que les cupo a las desventuradas familias que, huyendo de un mal imaginario, buscaron una salvación ilusoria en Valparaíso, contando con que lograrían reunirse con los suyos en Concepción y en Talcahuano.
Seguidos de cerca por el batallón de cazadores y por las dos compañías de granaderos a caballo, los prófugos que más se habían adelantado llegaron al puerto. Pero, muchísimos otros, detenidos por el cansancio y por la falta de medios para proseguir, cayeron, a poco de andar, en poder de los patriotas; y fueron remitidos a Santiago, donde no tardaron en ser puestos en libertad y en volver a sus respectivas casas.
Marco del Pont tuvo miedo de huir incorporado a sus amigos y satélites. Creyendo que era mucho más acertado y más seguro separarse del convoy y dirigirse a San Antonio, fue sentido, cercado y tomado por las partidas que se habían formado en la hacienda de las Tablas. Remitido al general San Martín, fue destinado a la provincia de San Luis, donde quedó confinado y oscuro para el resto de su vida.
Los otros grupos, compuestos de hombres, mujeres, niños y soldados, todos revueltos, alcanzaron a entrar en Valparaíso; pero a la vez que los patriotas, presos desde antes en algunos de los buques realistas, se sublevaban en ellos, se hizo imposible también obtener el menor orden para hacer el embarque en los otros. Las tripulaciones, tan anarquizadas como los fugitivos, hicieron lo que quisieron al impulso de la alarma y del pánico general. La confusión fue tal, que en vez de hacerse a la vela para el sur, los marinos creyeron que no había salvación sino yéndose a Lima; y se llevaron toda aquella multitud completamente desprovista de preparativos para este viaje, y de medios para vivir allá, donde no tenían deudos o relaciones que los recibieran.
A eso de las nueve de la noche llegaba a Santiago el escuadrón del coronel N... conduciendo una larga comitiva de prisioneros y de prófugos, que tomados y detenidos por las diversas partidas y fuerzas que recorrían el país, había ido reuniendo en el camino.
Conociendo él la catástrofe que dejaba a madama M... sin la habitación con que ella contaba, se acercó a su calesa y le dijo:
-Señora, ¿dónde quiere usted que se la conduzca?
-Pues qué -dijo ella con sorpresa- ¿me tratarán ustedes como prisionera de guerra?
-¡De ningún modo, señora!
-Pues entonces que me lleven a mi casa: calle de la Bandera, última cuadra, al tocar en la Cañada.
-Es, señora, que voy a tener el dolor de darle a usted una triste noticia.
-¿Qué triste noticia puede darme usted, coronel? Todo lo que me interesa está aquí conmigo... No tengo más familia... ¡Ah! ¿Habrán tomado o muerto a M...? Y aun en este caso, no habría razón para privarme de ir a mi casa. ¿Sabe usted algo de M... coronel?
-Nada, señora; y no creo que le haya sucedido desgracia alguna; pues yo ya lo sabría.
-¿Y entonces?... Diga usted. ¡Yo puedo saberlo todo sin desesperarme, coronel!
-Pues bien, señora; el populacho ha saqueado la casa de usted antes que entraran nuestras tropas. Todo ha sido despedazado, robado, y la casa misma está en ruinas, fue incendiada.
Madama M... hizo un gesto de enojo; pero reponiéndose al instante, dijo con desprecio:
-¿Y eso es todo, coronel?
-Lo bastante al menos, señora, para que yo quisiera saber de usted a dónde quiere usted que se la conduzca... ¿Alguna casa amiga?...
-Déjeme usted pensar un momento, porque en estos casos no conviene aterrar o incomodar a los amigos.
-Si usted gusta, yo procuraré encontrar...
-No, coronel; le doy a usted las gracias, y cuento con su amistad para después, ¿no es cierto?
-¡Y para siempre, señora!
-¿Cree usted que de aquí puedo ir sin peligro al alojamiento que quiero tomar?
-Sí, señora... y en todo caso, irán dos soldados acompañando a la calesa.
-¡Mariana! -dijo la señora- Bájate tú, y que la calesa te siga a la casa de Tomasa, de doña Sinforosa: pasaremos allí la noche, y mañana veremos cómo arreglarnos. ¡No te aflijas, hija! Estos son contrastes pasajeros de la vida, ¡Unos días más y todo se repara! Coronel, está todo arreglado: que la calesa siga a esta muchacha... ¡Adiós, coronel! Le quedo a usted sumamente agradecida.
-¡Permítame usted dos palabras, señora! Serán más serias y sinceras de lo que usted podrá creer en este momento. Después de haber visto a usted, mi espíritu queda profundamente perturbado."

Vicente Fidel López
La loca de la guardia














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