Abdelwahab Meddeb

"El Islam puede ser doblemente asociado con el espíritu de la Ilustración. A mediados del siglo VIII, se concitaron las premisas que derivarían posteriormente, a partir del siglo XIX, en los efectos catalogados con ese vocablo. Entre los años 750 y 1050, los autores gozaron de una sorprendente libertad de pensamiento en relación a su acercamiento al fenómeno religioso. En sus análisis preponderaba la primacía de la razón, en honor a uno de tantos principios básicos de la Ilustración. Este fenómeno tuvo lugar durante un período de efervescencia, de intenso intercambio intelectual que el Islam experimentó poco más de un siglo después de su advenimiento, cuando sus seguidores estaban tratando de desarrollar una tradición capaz de enfrentarse a sistemas de pensamiento mucho más complejos. Fue también una época en la que los neófitos continuaron recordando los sistemas teológicos y las preguntas planteadas por las creencias ancestrales, como el judaísmo, las varias sectas cristianas, el maniqueísmo y el zoroastrismo. Ibn al-Muqaffa (720-756) fue el primero de estos pensadores. Iraní de nacimiento y fuertemente influenciado por el mazdeísmo y las tradiciones maniqueas, fue uno de los primeros en crear la prosa literaria árabe, especialmente mediante la adaptación de fábulas procedentes del universo hindú como Panchatranta o Tantrakhyayka. Llega en su introducción a criticar abiertamente las religiones y a loar la razón. Para él, la moral era independiente de las creencias. A pesar de su multiplicidad, todas las religiones tenían tres tipos de seguidores: Los que heredan la fe de sus padres, los que se vieron obligados a creer y aquéllos que se adhieren a una confesión para satisfacer sus ambiciones mundanas. Señalaba también que pocas personas son capaces de justificar su creencia."

Abdelwahab Meddeb
El Islam y la Ilustración



"Las lavanderas llegaban a la casa todos los miércoles, día de la semana destinado a la limpieza de los ajuares y prendas familiares. Allí se citaban beduinos de las llanuras y bereberes de las montañas, mujeres con barbillas de color marrón o con la frente tatuada, adornadas con cruces y broches como si hubieran sido dibujados con un palo de grafito. Marcas imborrables e indelebles frente al goteo de cualquier flor húmeda. Frente a enormes cubas de cobre dispuestas en la zona asfaltada que bordeaba el jardín, entre el lavadero y el cobertizo, las lavanderas se dejaban caer con todo su peso, levantando los brazos hacia delante y luego tirando hacia atrás: repetían sus movimientos como en trance hasta que las cubas quedaran vacías en medio del agua azul espumosa y las disoluciones del líquido jabonoso. Al igual que las rizadas boas en la parte inferior de las embarcaciones, las piezas de ropa eran llevadas a secar en la zona trasera de la casa, el patio, adaptado a las villas modernas. Velos, camisas, jebbas, se extendían y sujetaban con pinzas de madera y eran colgadas de alambres de hierro: extensiones blancas que ondeaban al viento, inmaculadas ante la brillante faz del sol, hechas del espectro del arco iris y de la evanescencia de los haces amarillos y rojos, perseguidos por destellos azules y verdes, restos inmateriales donde la mente podría perderse."

Abdelwahab Meddeb
Blancas travesías


"Las ruinas evocan jardines descuidados, el polvo y el refugio de los errabundos. La voz se funde con su eco, mira al hombre de la cueva. La roca es un espejo. Todo está desierto, aguardando a que las nubes viertan lágrimas, a que las flores hablen, griten, pero nadie responde. Las piedras escuchan mi emoción. ¿Cuántas lunas arrojadas en el pozo, cuántos soles salen del olvido? El árbol acaricia el cielo y la tenue chispa detalla la estela de una estrella, relámpago en la alfombra de las sombras nocturnas, en las cabeceras del sur. El viento cepilla el camino como un trueno. Digo un rosario de perlas. Los camellos negros doblan los montes y las colinas, mientras la arena cubre mis huellas en las dunas. Los videntes errantes permanecen a la sombra de los jardines, lejos del calor del verano, que es como la sonrisa de una mujer que descubre la costumbre inveterada de las muñecas, que te invita a hollar caminos vagos, misterios de luz y memoria fugaces, dentro del sentimiento antiguo del corazón."

Abdelwahab Meddeb
La tumba de Ibn Arabi


 “Los islamistas detestan más a  los sufíes  que a  los cristianos, porque si para éstos Dios se hizo hombre  una vez, para los sufíes, se encarna, se hace humano cada día.”

Abdelwahab Meddeb














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