Ángela Mazzini

A unos ojos azules

                    Más que las tintas que la hermosa aurora
extiende al colorar el nuevo día,
y que de la flor bella la ambrosía,
cuyo nítido cáliz perlas llora.

                        Más que el rayo del sol que el mundo dora
reflejando su luz la mar sombría,
y que la cadenciosa melodía
del ave de garganta trinadora.

                        Más que el placer del bosque, que convida
a desterrar los míseros enojos
que amargan las delicias de la vida;

        Y que del cisne el arrogante vuelo,
tienen encanto para mí tus ojos
del hermoso color del puro cielo.

Ángela Mazzini


El ave de paso

Cruza el espacio con cansado vuelo;
pobre ser que no admiten en el cielo,
sus alas con dolor al suelo tienden. 

En extranjero clima busca ansiosa
algo que aliente su dolor profundo...
Árida soledad su mente acosa,
ajena ya a los goces de este mundo. 

¿Y por qué así? ¿Con provisora mano
no dotó providencia a su criatura?
¿No ha dicho: «En cada ser ves un hermano
que partirá contigo su ventura?» 

Busca a tu semejante, ave viajera;
que si parte te dan dentro su nido,
de su hospitalidad sin larga espera
el bien encontrarán retribuido.

Y el ave, por su instinto arrebatada,
albergue busca en la canora gente;
mas la turba se oculta en la enramada
afectando mostrarse indiferente.

¡Desgraciado del triste peregrino
que en la desierta senda se extravía!
¿Cómo hallará de nuevo su camino
si le niegan consuelo y simpatía? 

Tiende tu vuelo a nuevos horizontes,
pobre extranjera en su extensión perdida;
el sol se pone allá, tras de los montes...
Busca en otra región tu paz querida. 

¡En vano! Tu plumaje delicado
ha perdido su nítida blancura...
Sus trinos, que el dolor ha saturado,
no dejan comprender tu desventura. 

Los ecos del dolor, si es incesante,
suelen ser, ¡infeliz!, incomprensibles;
no busques en la tierra semejante
porque produce escasos imposibles. 

Vuelve a arrancar tu vuelo, ave de paso;
flor que cierra en su cáliz su perfume
sin que volubles auras hagan caso
de la esencia de amor que te consume. 

Rozando vas con tu volar ligero
las cumbres, los collados, las praderas;
en atalaya un pájaro agorero
te anuncia cual prófuga extranjera. 

Las aves abandonan el ramaje
para observarte en el brillante espacio;
envidian el matiz de tu plumaje,
tu esbeltez y tus ojos de topacio... 

―«¿Qué buscas?», te preguntan― «Un hermano,
un ser amigo, que el vivir sostiene.»
―«¿Y hemos de dividir contigo el grano
que a solas disfrutamos? No conviene». 

¡Sigue, sigue! Volando desparece,
y volver, si es posible, cauta excusa;
al peregrino albergue se le ofrece
si cantando por nuestro suelo cruza. 

Mísero ser a quien tenaz persigue
en soledad su amargo desconsuelo;
aunque cansada estés, no importa, sigue.
Tu patria no has de hallar sino en el Cielo.

Ángela Mazzini




Fantasía

¿Qué es el poeta? ¿Es un hombre? ¿Es un ser igual a sus semejantes? Su figura lo acredita, mas ¡ay! en él no está como en los demás hombres, en constante lucha, el espíritu y la materia. ¡Sus aspiraciones no son de la esfera en que vive!  En vano su naturaleza lo sujeta a los accidentes materiales; su imaginación lo aparta de las exigencias de la vida mortal y apenas su mirada se detiene en sus miserias.

Soñador constante, forja en su hirviente pensamiento su perfecto ideal, y cree a veces tocarlo, ¡pobre iluso! Las decepciones lo afligen mas no lo arredran... Camina sin tregua por el erial de la vida y, semejante al Judío Errante, anda, anda; y mira alguna vez con desaliento la distancia que ha salvado, preguntándose asombrado si no alcanzó ya el Edén que tan cercano contempló.

¡Pobre ser, te juzgan loco! Sin duda has traído a esta esfera de cieno y metal las fugitivas reminiscencias de tu pasado, que absorben tu pobre mente, y unas veces gimien­do, otras cantando, comparas tu perdido paraíso a la terrestre esfera donde yaces aislado peregrino.

El alquimista descompone el mineral y los metales; tú descompones las ideas preconcebidas por el hombre vulgar y buscas la esencia de los pensamientos, el fluido en la materia. ¡Desgraciado! ¿No comprendes que un desterrado ha de conformarse a la manera de ser del mundo donde habita? ¿Buscas la verdad? ¿Aquí? ¡Imposible! ¿El amor? Sí, aquí hay algo que así se llama, pero acaso no lo conocerás; aquí también gasta venda, pero es para ocultar su bochorno, porque también especula. ¿Buscas quizás la amistad? ¿Pero de dónde vienes, mísero visionario? ¿No sabes que aquí se progresa, y que la amistad se ha disfrazado y hoy se llama adulación, viviendo sólo en círculos aristocráticos?

Vuelve en ti, soñador eterno; contempla dónde te hallas... Aquí las flores han perdido su primitivo aroma porque los hombres, para hacerlas más bellas en apariencia, han trastornado su olor y su origen. Los suaves colores del Cielo y de la esperanza no valen por sí solos: es preciso abrigarlos con tintes sombríos, para que sean de moda.

¿La belleza pides? ¡Ay! Ésta es multiforme; ya no tiene carácter fijo; los modelos de la escuela griega y romana han degenerado hasta la imbecilidad; ya no hay belleza clásica... La escultura y la pintura han caducado; las artes han necesitado otro renacimiento y ya no figuran cual antes: ahora desfiguran.

¿Te admiras, Poeta? Lo que tu Genio te pinta como bello y grande no es ya de la época... Por eso te hallas solo y aislado. Los vientos arrebatan las secas hojas de los prados: todo cambia y se regenera. Tú, cual la inerme roca, quieres resistir el empuje del huracán de las pasiones, del interés, del orgullo, del fanatismo... de la moderna barbarie. ¡Bien, pobre poeta, vive con tus ilusiones! Templa tu Laúd y en el desierto de tu nómada vida, cual el bardo profeta, canta tus purísimos amores. Tus elevadas aspiraciones acaso levanten algún eco, como los acordes de Ossian, y el tributo de unos pocos escogidos sostendrá tu entusiasmo, y no te apenará oírme decir: ¡pobre poeta!

Ángela Mazzini



Fantasía

Un soberbio Coloso
surgió sobre la espuma;
con su poder abruma
la tierra en que posó:
su férreo poderío
por que temor infunda
en un trono se funda
que el terror inspiró. 

Derrúmbase la mole
que en arena se eleva;
el huracán la lleva
con tétrico fragor,
y do el poder dictaba
sus arbitrarias leyes
el Rey juez de los reyes
acusara el rigor. 

De míseras cabañas
van humildes pastores
al par de los Señores
sus preces a ofrecer
al que igualdad proclama
y la soberbia doma
cuando el solio desploma
de un tirano el poder. 

Titán envanecido
que amenazaba al Cielo
fijando en pobre suelo
tu estéril dignidad;
si tus preciados timbres
cimentas sobre arcilla,
¿por qué te maravilla
perder tu potestad? 

Por la ambición cobarde
que el déspota acaricia
el trono se desquicia
y el polvo hunde su pie. 

Guay del orgullo insano
si en él posa tu planta
y un pueblo se levanta
gritándole: ¡Aquí fue!

Ángela Mazzini




Una voz secreta

Oigo una voz, de célica armonía,
que surge a no dudar sólo del cielo;
dulce voz que escuché... no sé qué día,
voz soberana de sin par consuelo.

Su melódico acento escucho ansiosa,
y escucharlo de nuevo siempre aclamo,
pues viene de continuo misteriosa,
murmurando en mi oído: «¡Yo te amo!»

Miro en torno de mí: nada se agita;
el corazón palpita y se estremece,
mas siempre aquella voz bendita
«Te amo, te amo», y mi ilusión acrece.

Tanto placer la realidad no alcanza;
que si el alma esa voz ávida escucha,
verá desvanecida su esperanza
con los sentidos en perpetua lucha.

Yo quiero sin cesar, continuamente,
gozar de esa ilusión hasta el extremo;
¡qué importa si juzgándome demente
es esa dulce voz mi bien supremo!

¡Ven, de mi soledad bálsamo puro;
ven, lenitivo a mi dolor insano!
Más que la realidad goce seguro,
promesa fiel de Genio sobrehumano.

Tú eres mi único bien; en el tumulto,
donde la falsedad tiene su asiento,
en el bosque, en el templo, te consulto,
y... «te amo» responde el misterioso acento.

Yo hallé la realidad infiel, perjura:
el juramento de su amor mezquino;
por eso mi ilusión es mi ventura
y escuchar esa voz es mi destino.

¡Quién sabe! Si en continua discordancia
el alma y los sentidos se hacen guerra.
¡Cómo hallar en amor esa constancia
que el ser inmaterial busca en la tierra!

¡Apartad, fementidas! Los halagos
que vuestra lengua sin cesar ofrece,
sumergen al espíritu en estragos
que vuestra aleve fatuidad merece.

La gloria, la ambición y la riqueza
son para el vulgo noble distintivo;
de otras aspiraciones, con largueza
quiere verse saciar el pecho activo.

¡Atroz calumnia! Con diversa forma
el espontáneo afecto al fin falseas;
mi sentir a esa ley no se conforma.
¡Voz secreta de amor, bendita seas! 

Ángela Mazzini





















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