Biagio Marin

Es verdad que la muerte nos alcanza

La certeza de la muerte es innegable,
efímero es el lapso desde el amanecer hasta el anochecer
cada día comporta la onerosa regla
de la miseria, mientras la alegría se difumina rápidamente.

Pero el lenitivo de la luz solar
alza nuestro espíritu
aún hemos de vivir,
sufrir y conservar la esperanza.

La inmortalidad transcurre en una hora,
escúchala y trata de atraparla;
si navegas con el viento
nunca sentirás el gélido invierno.

No temas la acechanza del hambre
y jamás bebas del agua de la vida;
el sol y el cielo son como agua
que nunca se cansa de fluir. 

Biagio Marin



La muerte

El negro asfalto se adentra en un clima
verde suave, como entre ajenjo y jade:
a cierto punto, sola y extendida,
una carroña, un gato, allí en la calle.

En torno al cuerpo muerto la luz falla,
el asfalto quisiera estar ausente,
las casas se concentran en la magia
inmóvil de ese signo de la muerte.

Cual si el pavor les quitara el aliento
al árbol, a la piedra, al cielo en lo alto:
ojos abiertos que acaricia el viento
y sangre en el hocico y el asfalto.

Tiemblo: la muerte desecha sus pámpanos
con este sol dorado, este aire suave,
en la mañana, en mitad de la calle,
y hasta el verano empalidece, vano.

Biagio Marin
Traducción de Ricardo H. Herrera




Yo espero siempre, todavía espero…

Yo espero siempre, todavía espero
que llegue el día, que llegue la aurora,
y que ella venga para darme un beso
y ofrecerme un geranio en su florero,

antes de que la nube todavía roja
del día final se haya desvanecido,
sobre el lido,
sobre el médano. 

Es ya la última hora:
transcurre calma y silenciosa,
mientras se lleva la luz de la vida;
y aquí yo espero, todavía espero.

Biagio Marin


















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