Dacia Maraini

"Cambiar el sexo no es tan simple, es algo complicadísimo. Y en mi opinión, los casos de verdadera necesidad de cambio de sexo son una minoría absoluta. Y no confundamos, que seas hombre y te gusten los hombres no es una cuestión de cambio de sexo, es una preferencia sexual que no tiene nada de malo. La Iglesia católica los quemaba vivos, eran reprimidos, y en cambio vemos ahora cuánta gente reprimida había en su seno… En definitiva, la elección debe ser libre, pero el verdadero cambio de sexo es una cosa rarísima. Y los pobres deben enfrentarse a operaciones dolorosas, deben llenarse de hormonas…"

Dacia Maraini



"Casarse, parir, casar a las hijas, hacerles parir y obrar de manera que las hijas casadas hagan parir a sus hijas para que estas a su vez se casen y paran..."

Dacia Maraini



"En Italia es muy difícil encontrar a un hombre que se haya metido de veras en el punto de vista de las mujeres. No creo que lo haya."

Dacia Maraini



"En la fotografía aparecen Giusi y Rosaria sujetando el velo de la novia, su joven y delicada madre, Carmelina. Lo pasaron en grande haciendo de damas de honor aquel día de mayo, en una iglesia colmada de flores, ante un cura tartamudo que repetía treinta veces cada palabra. Una mujer que, tras perder a su marido a los veinticinco años, había logrado sacar adelante a dos niñas ella sola y, por fin, luego de tantos trabajos, había encontrado un hombre que la amaba y estaba dispuesto a casarse con ella, pese a tener dos hijas. ¿Acaso no era un milagro? Un hombre culto, cortés, un músico refinado. ¿Qué más podía pedir?
Giorgio Politi es alto y elegante. Su cabello castaño se derrama sobre la frente espaciosa: continuamente se lleva la mano a la cabeza para apartar el flequillo que le tapa los ojos. Tiene una mirada tímida, ansiosa. Sus ojos, de un color entre verde y azul, cautivaron a Carmelina nada más verlos.
Sus manos «son preciosas de verdad», decía ella complacida. Sus largos dedos se posaban sobre las teclas del piano con una ternura y una elegancia que la dejaban admirada. Jamás habría pensado, esa hermosa mujer de tez oscura del profundo sur, que sería capaz de enamorar a un sofisticado pianista de cabello castaño y ojos luminosos nacido en Milán, criado en un colegio de curas de Brescia y que en la actualidad daba conciertos en el Vaticano.
A pesar de las dos niñas, él había insistido en casarse con ella. Y ella, tras un periodo de incertidumbre debido más a la discreción que a otra cosa, había aceptado, convencida de suscitar en él un amor profundo. Por eso, el día de la boda, les pidió a las niñas que se vistieran de damas de honor, como en las películas.
Para las dos hermanitas, fue un día emocionante y sorprendente. La noche anterior se habían quedado despiertas hasta tarde con el novio, que quería ayudarlas a probarse el espumoso tul blanco. Había entrelazado con fresas frescas las diademas que ceñían el cabello de las niñas; para ajustarles el tul a la cintura había improvisado dos cintas brillantes de color malva y las había hecho calzarse con unos zapatitos rojos que sobresalían por debajo del tul blanco."

Dacia Paola Maraini
Amor robado



"La lucha feminista no es una flecha hacia el futuro, siempre hay pasos atrás."

Dacia Maraini



"La mafia ha cambiado mucho. Hay que decir que cambió en 1970, porque primero era la de los mercados, de los cigarrillos, el pescado… Y en 1970 encontró la droga y se volvió internacional. La mafia nacional, la siciliana, tenía sus reglas, por ejemplo, los niños y las mujeres no se tocaban. No digo que fuera buena, pero tenía esos límites. Con la internacionalización, con el descubrimiento de la droga que la ha vuelto millonaria, ha cambiado la actitud. Las mujeres han entrado, no como jefas, pero las han usado. Y en Catania hubo aquel caso de tres niños que habían reconocido a un mafioso, hubo una discusión muy fuerte en el seno de la organización para ver qué se hacía con ellos, y al final venció la idea de que había que matarlos, y los han estrangulado con ocho o diez años. Este fue el gran cambio. Y las mujeres se convirtieron en parte incluso responsable de estas prácticas. También cambió la forma de intervenir, compraron restaurantes y hoteles en Alemania, en Holanda, entraron en política, financiaron partidos. Maria Rosa Cutrufelli escribió sobre el tema, pero es verdad que han sido pocas, la mujer en general ha tenido un papel secundario en el fenómeno mafioso."

Dacia Maraini



"Mi padre exigía que nos dieran de comer a las niñas, porque no éramos prisioneras políticas. El pobre insistía: los adultos son adultos, decía. Pero yo tenía siete años, y mi hermana dos. Y le respondían que éramos traidores, mentirosos, viles. De modo que mi padre, que conocía bien la cultura, la mentalidad samurái, porque era antropólogo, tomó un hacha pequeña, y allí donde se cortaba la leña para hacer el fuego —no había gas—, se cortó un dedo y se lo arrojó al policía que ejercía de jefe, el más feroz. Le cayeron patadas, puñetazos… Pero funcionó. Al cabo de una semana, este policía trajo una cabrita, que dio un poco de leche, que nos dio la vida. Ahí había vitaminas, proteínas. Veinte gramos de leche al día eran suficientes. Lástima que ya era el final de la guerra, pero fue un acto de gran valor por parte de mi padre."

Dacia Maraini



"Mi padre siempre se acuerda de aquella mañana, de aquella conversación. Dice que nunca había hablado con tanta pasión, tanta libertad, tanta alegría, con uno de sus músicos. Casi ni se enteraron de que una bomba había echado abajo medio barrio. La sala de la Academia aguantó en pie de milagro y ellos continuaron hablando de música hasta que un herido cubierto de polvo entró para buscar protección en la única parte intacta del edificio. Vieron llegar a algunos músicos en camillas. En un abrir y cerrar de ojos la sala de la Academia se convirtió en un hospital improvisado por el que los camilleros corrían sin descanso. A los heridos los tendían en el suelo, sobre las tupidas alfombras rojas que servían para amortiguar el sonido durante los ensayos. Los muertos se amontonaban en el pasillo, junto a los estuches de los violines, los contrabajos, los cuernos y las flautas. Casi todos los músicos que se habían refugiado en el sótano estaban heridos. Dos habían muerto: el pianista, padre de tres pequeños, y el percusionista, un joven robusto y atlético cuyos músculos y sonrisa siempre a punto eran la envidia de todos. Los demás estaban ahí, tendidos en el suelo, con el brazo roto, las piernas fracturadas o las orejas sangrando, y gemían con voz infantil. Tadeusz y el primer violín, Ferenc Bruman, se convirtieron en enfermeros improvisados: ayudaban a desnudar a los músicos, los sujetaban mientras los desinfectaban y vendaban, los ayudaban a tragar las pastillas mientras los jóvenes médicos de la escuela de medicina de al lado, que se habían lanzado a la calle tras la explosión y el derrumbe del refugio, los atendían. Eran muy jóvenes y aplicaban a rajatabla lo que habían aprendido en los libros durante los primeros meses de escuela: férulas en los huesos fracturados, alcohol en las heridas, previamente lavadas con agua y jabón, puntos con aguja e hilo de sutura en caso de laceración. El problema era encontrar férulas, agujas e hilo de sutura."

Dacia Maraini
El tren de la última noche



"Mis padres eran antifascistas, antinazis, antirracistas. No pertenecían a un partido, eran contrarios a todas esas ideas, su motivación era humana. Se negaron a firmar la adhesión a la República de Saló, y cuando Italia firmó un pacto con la Alemania nazi y Japón, sabían dónde acabarían. En cambio, pensaban que las hijas no seríamos prisioneras políticas, y mi madre ya tenía un acuerdo con diplomáticos suizos para que se hicieran cargo de nosotras. Pero les dijeron que no: todos al campo. «Hijas de traidores, traidoras ellas también». Al menos estuvimos juntos."

Dacia Maraini



"Mucha gente piensa que el hambre es el apetito, pero son dos cosas distintas. No se trata solo de no comer en uno o dos días. El hambre trae enfermedades, el beriberi, el escorbuto, otras enfermedades de falta de vitaminas y proteínas, luego la anemia perniciosa cuando no hay glóbulos rojos, se caen los cabellos, se caen los dientes, no se ve bien… Si hubiéramos seguido un poco más así, habríamos sucumbido. Por suerte, acabó la guerra, llegaron los americanos, y debo decir que nos cuidaron muy bien. Me acuerdo de uno que me atendió y dijo: «Esta niña tiene un corazón como una berenjena». Era un corazón debilitado, un corazón negro. Comíamos diez gramos de arroz al día. Estábamos todos desnutridos. Allí conocí qué es el hambre, probándola en propia piel. Y aprendí que de hambre se muere."

Dacia Maraini


"No pueden desaparecer los sexos biológicos, y al mismo tiempo se debe dar la oportunidad a quien nace hombre, pero se siente mujer, de volverse mujer. Pero esos son casos rarísimos. No existe un continuo cambio de sexo, solo algunas personas, que antaño eran reprimidas e incluso acababan en el manicomio. Ahora se da la libertad a las personas de ser aquello que quieren ser."

Dacia Maraini



"Nuestra mayor alegría era una pequeña puerta que daba a cuatro escalones que nos llevaban al jardín de la villa. De no ser por aquel jardín la casa nos hubiera parecido realmente demasiado pequeña. En cambio, apenas levantadas por la mañana, nos lanzábamos a través de los cuatro escalones a correr por entre las jardineras perfumadas, gozando de la extraordinaria belleza del panorama del valle de olivos que bajaba hacia el mar. Ahí, yo que hablaba más japonés que italiano, he tenido que familiarizarme con la gramática a través de los azares verbales del dialecto. Mezclando el inglés de las novelas de mar, mis preferidas, con el siciliano de las canciones para niños y los proverbios. En la escuela no lograba encajar porque además nunca ponía atención. Me llevaba libros para leer. Y descuidaba las tareas por ir tras el Capitán Nemo y la Ballena blanca. Un sacerdote, un día, me abrazó fuerte contra él y me dio un beso apresurado en la boca. Me ha costado mucho trabajo desenredar la madeja de la fe y la moralidad después de eso. En casa no eran católicos. Tenían la idea del hombre como producto casual de la naturaleza y el caos, un descendiente inteligente del mono o “de las pulgas de mar”, como decía mi padre."

Dacia Maraini
Bagheria


"Para hacer funcionar una sociedad, necesitamos valores compartidos, que hoy no tenemos. Se confía en el valor personal, en el individualismo. Hay personas serias, honestas, con dignidad, que responden al propio deber, y luego están quienes van a la deriva. Cuando hay valores compartidos, es toda la sociedad la que avanza, la que crea una atmósfera positiva, de confianza en el futuro. Eso es lo que vi en Formentor, en la posguerra. Ahora faltan por completo esos valores...
Mi idea es que, no habiendo valores compartidos, cada uno va a lo suyo. Y hay una criminalidad juvenil, entre los doce y los diecisiete años, que no tienen una familia bien estructurada, culta o con valores. Y van a informarse a las páginas pornográficas. El sexo lo aprenden ahí. Ya habrá visto que hasta Ciro Grillo, el hijo de Beppe Grillo, el jefe de una formación importante, que incluso tiene la mayoría en el Parlamento… Pues bien, ese chico, junto a unos amigos, ha tomado a dos chicas de una discoteca, les han hecho beber a la fuerza vodka o algo así, y cuando estaban borrachas las han violentado y lo han filmado. ¿De dónde viene esta horrible violencia? Y no son pobres proletarios, son todos burgueses. El hijo de Grillo tiene una villa con piscina en Cerdeña. Esto no viene de la pobreza, sino de la mala educación. Y de aprender el sexo a través del porno.
Es una pornografía basada en la violencia sobre las mujeres. Y como no hay una educación sexual en la escuela… Que yo prefiero llamar educación en los sentimientos, porque la Iglesia se ha opuesto siempre. Pero es muy importante, porque si empiezas a enseñar esa educación en la escuela, el respeto al otro, la idea de que el sexo puede estar ligado a sentimientos, pero no a la violencia, algo podría cambiar. En cambio, estos chicos van a nutrirse a sitios donde reina la violencia."

Dacia Maraini


"Pasolini era muy extraño, porque sus teorías, que tal vez no eran suyas, porque Moravia ya había escrito El hombre como fin antes de conocerlo… Él tenía, además de un carisma especial, una fuerza simbólica. Ese es el punto que él tenía y otros no. Bassani, Calvino, Moravia, Morante: todos son escritores importantísimos, pero él tenía una fuerza simbólica, como digo, subversiva, era alguien que rompía la tradición. También estaba su vida sexual, el hecho de ser homosexual, el ser siempre a contracorriente, siempre crítico, siempre sorprendente también… Los jóvenes del 68 se lo tomaron fatal cuando él escribió un poema de parte de la policía, diciendo que la policía eran los hijos del pueblo, mientras los otros, los manifestantes, eran burgueses. Era un gran provocador, entre otras cosas."

Dacia Maraini














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