Eduardo Mendicutti

"A mí el humor que más me interesa es el que implica desafío. Incluso delito, si hace falta. También en algunas ocasiones, en algunos personajes, el humor es una forma de resistencia, de supervivencia, de defensa, de protección. A mí me gusta mucho el humor como arma política no demasiado explícita. El humor solidario. De izquierdas, porque hay un humor de izquierdas y un humor de derechas, claro que sí. Hay un humor con un subsuelo crítico y peleón. Por supuesto que una de las virtudes del humor es también la amenidad, y bienvenida sea."

Eduardo Mendicutti



"Aquella noche, mi reacción estuvo llena de gallardía; ahora, en vísperas de volar a México, no sentía el menor remordimiento por sepultarla, en el último cajón de la cómoda del dormitorio, junto a otros pequeños recuerdos a los que el tiempo había desprovisto de significado: una alianza con una fecha por dentro que me regaló el socorrista de una piscina municipal que me amó durante una temporada, cuando yo tenía veinticinco años; cartas emocionadas de un novio platónico que yo tuve durante mis coqueteos con la doctrina del Maharishi Mahesh Yogi y que acabó metiéndose a cartujo —el platónico, no el Maharishi—, aunque cualquiera sabe lo que duraría; los veinte poemas de amor y la canción desesperada de Neruda, en un volumen dedicado a mi afecto y mi sensibilidad (sic) por un profesor cursilísimo de literatura que anduvo dándome la tabarra hasta que caí enfermo con hepatitis; una fotografía mía, desnudo yo y en posición de presenten armas, a todo color, que me hizo en la habitación de un hotel de Aranjuez un suizo de raíz italiana que vendía computadoras y con el que estuve liado casi un año, con los descansos obligados por sus continuos viajes... Como cualquiera puede ver, nada de particular. Algún reloj de marca, pero discreto. La cadena y la medalla de mi bautizo. La Sheaffer de oro que se escoñó en la boda de mi Javi. Restos de naufragios. Vendavales perdidos. Fuegos apagados. Pequeñeces que no me importaba olvidar. Al menos, eso era lo que me proponía: olvidarlo todo. En principio, durante una semana. Después, con un poco de suerte y con la ayuda de algún charro cariñoso, hasta que aguantase el cuerpo. Y por eso, por una cosa así, estaba yo dispuesto a renunciar a todo. Por eso había dejado mis recuerdos, en el cajón de la cómoda, como manjares en una tumba egipcia, para alimento de la añoranza repudiada por mí, para sustento de la ingenua tutankamon que yo había sido soñando con el amor y la revolución a los cuarenta años. Ahora me bastaba con encontrar un marido jacarandoso. Ahora todo aquello me parecía resbaladizo, gelatinoso, inútil. Yo tenía que estar loca. Alguien me habría echado mal de ojo. Yo era un puro desliz, una idiota en tránsito, la más pazguata de la creación. Qué angustia, por Dios. Yo quería salir de allí. Quería volver. Quería poner la fotografía del sesenta y ocho en un marco de plata. Quería salir de aquella nube. De aquella trampa. De aquel desierto. De aquel pantano. Tenía que escapar de aquellas arenas movedizas, en las que ya me sentía hundida hasta los aretes, aunque eso sí, con un maquillaje maravilloso y un peinado lindo, como los de Eleanor Parker cuando rugía la marabunta." 

Eduardo Mendicutti
Tiempos mejores



"Claro que desconfío de la escritura como divertido entretenimiento personal, escribir es un trabajo, en muchos casos un pluriempleo. Para mí lo ha sido durante años. Una profesión más bien poco creativa, aunque vistosa, por la mañana – secretario general de una asociación de empresas de consultoría –, y una profesión creativa, literaria o periodística, por las tardes. Esquizofrenia pura y dura, de acuerdo. No entiendo a quienes se “divierten” escribiendo, incluso si utilizan el registro del humor. En ese caso, los que tienen que reír o sonreír son los lectores. Por supuesto, uno puede tener subidones mientras escribe, son pequeñas palmaditas en la propia espalda que uno se puede permitir de vez en cuando. Pero para divertirme, hago otras cosas. Tampoco me voy a poner ahora a enumerarlas."

Eduardo Mendicutti



"Dormir es la mejor manera de olvidar, y la más cómoda."

Eduardo Mendicutti



"El juez se quedó estupefacto. Aquel movimiento de cabeza que había hecho Kyril quería decir que no y "da" no quería decir nada. El juez miró a Kalina y después me miró a mí. Estaba claro que en aquella boda yo era algo más que un testigo, así que le expliqué al señor juez las peculiaridades de los búlgaros en materia de negación o afirmación: "Lo hacen al revés".
(…)
Cuando me volví, Kyril ya iba por el pasillo, muy despacio, mirándome. Yo estaba solo en aquel espacio sin olor, con aquella luz lejana y desdeñosa. Kyril se detuvo un momento, sonrió de nuevo sin convicción, pero levantó el dedo pulgar de la mano derecha para darse ánimos a sí mismo, para darme ánimos a mí. Y entonces a mí el brazo se me movió por su cuenta, olvidando que yo tenía que seguir siendo viril y me llevó la mano abierta a los labios, y yo en los dedos deposité un beso y se lo lancé a Kyril, como si yo estuviera asomado a un balcón lleno de macetas."

Eduardo Mendicutti
Los novios búlgaros


"Escribo lo que quiero y como quiero, y he tenido siempre unos editores que me lo aceptan y promocionan mis libros sin ningún tipo de restricciones. Dicho esto, si etiquetan mi trabajo como literatura homosexual o se me etiqueta a mí como escritor homosexual, de verdad que no me importa absolutamente nada. Incluso lo defiendo. Se me arremolinan los chícharos, como decían en mi pueblo, cuando insisten en considerar, por principio, lo homosexual como peor, menos interesante, más limitado que lo heterosexual. Si alguien, llevado por esos prejuicios, no me lee, que no me lea, eso que se pierde, tampoco por eso se va a hundir el mundo."

Eduardo Mendicutti


"No empiezo a escribir una novela hasta que no la tengo clara y “contada” en la cabeza, hasta que no tengo el título, el argumento, la estructura, el esquema del desarrollo, incluso la extensión; cuando tengo todo eso, con los espacios inevitables para las sorpresas que siempre surgen a lo largo de la escritura, es cuando me siento “obligado” a escribirla. Llegado a ese punto, ya no hay nada que hacer, me pongo a escribir.

Pero si me preguntas por el principal obstáculo que puede salirme al paso mientras escribo, no sé si puedo llamarlo con exactitud “miedo a la monotonía”, pero sí tiene que ver con la disciplina y perseverancia imprescindibles. Escribir una novela es una trabajera diaria, muchas veces puede apetecerme dejarlo todo empantanado y largarme a hacer cosas más inmediatamente gratificantes. En cuanto al miedo al fracaso, creo que no tiene sentido; de hecho, me parece equivalente al miedo al éxito. Ambos miedos son artificios demasiado pretenciosos. Ninguno de esos miedos procede, si quieres escribir una novela."

Eduardo Mendicutti



"Pero, en estos tiempos, es como si el mundo desapareciera cada día. "De vez en cuando" es un tiempo que no existe. Es inútil apostar por él. Durante más de dos años yo aposté, con cuerpo de perdida y dignidad de caballero, por un tiempo inexistente. No me quejo. No me arrepiento. Puse algo de dinero. Un gramo de locura. Un montón de afecto. Quizás amor. - Nazdrave! Afortunadamente, el amor ya no es lo que era."

Eduardo Mendicutti
Los novios búlgaros




"Sé que suena un poco brutal, pero también estoy harto de cómo la literatura, el cine, el teatro hecho por heterosexuales se refiere a los homosexuales. En el mejor de los casos, son paternalistas, condescendientes, ignorantes, llenos de prejuicios. Conocemos películas, novelas, obras de teatro, incluso de mucho éxito, que son más que reprobables en ese sentido. Brokeback Mountain, por ejemplo, conforme más la veo menos me gusta. Es verdad que el relato en que se basa, de Annie Proulx, parece otra cosa. Parece. Tiene a su favor que Annie es una mujer, tiene en su contra que no es un gay. Además, creo que sería deseable que escritores y cineastas heterosexuales hablen de hombres heterosexuales y de asuntos heterosexuales, que las mujeres hablen de mujeres, que las lesbianas hablen de las lesbianas, que los gays hablen de los gays. Ya está bien de disfraces. Todas las grandes heroínas de Tennessee Williams son gays disfrazados, suplantados. Madame Bovary no deja de ser una mujer, y un adulterio de esa mujer, vistos por un hombre. Por supuesto que Madame Bovary es una novela cumbre, pero si Flaubert hubiese sido una mujer, con idéntico talento, la habría escrito de otra manera. Flaubert dijo: “Madame Bovary soy yo”. Lo siento, no es verdad. No puede ser verdad. E insisto: eso no afecta nada a la calidad de la novela. Solo la hace inconfundiblemente heterosexual. Porque hay, ha habido siempre, novela heterosexual, claro que sí. Y ahora, que me lluevan improperios…"

Eduardo Mendicutti



"Un periodista que solo redacte bien, además de resultar plomizo, no te garantiza mayor precisión ni objetividad."

Eduardo Mendicutti


"Una literatura comprometida, si es verdadera literatura, no puede ser ideológicamente monolítica, indudable, inmutable."

Eduardo Mendicutti



"Yo, con que alguno de mis párrafos haga pensar un momento a alguien, con que alguna de mis historias pueda emocionar a alguien, me doy por satisfecho."

Eduardo Mendicutti



















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