George Du Maurier

"¡Como si aquello no bastara ya de sobras!
Little Billee no podía creer que aquellos dos corteses, dulces y compasivos hijos de Marte fuesen los mismos de St. Cloud, esos populares juerguistas, y se admiraba de que a la ya larga lista de sus pecados, añadiesen el de la hipocresía.
Al parecer, Svengali se había marchado a Alemania con los bolsillos bien llenos de napoleones y cigarros, envuelto en un inmenso abrigo de pieles que no pensaba quitarse ni en verano; pero el menudo Gecko venía frecuentemente a tocar el violín y les daba preciosos conciertos que parecían hacer mayor bien a Little Billee que ningún otro remedio. Le hacían sentir, en su mente, todo el amor que no podía experimentar su corazón. Aquellas deliciosas frases melódicas, ejecutadas por un maestro, eran un bálsamo saludable y refrescante mientras duraban; algo así como el maná en el desierto. Era el mejor consuelo a su alcance y no quería que se lo quitasen mientras tuviera al maestro a su disposición.
El pobre Gecko trataba a las señoras con gran respeto, como si fueran diosas, aun cuando le acompañaban al piano. Les pedía perdón por cada nota falsa que ellas daban y adaptaba su música a la de sus acompañantes, cambiando los scherzos y allegrettos en música funeraria para complacerlas, y convenía con ellas (¡oh, traidor!) en que sonaba mucho mejor.
¡Oh, Beethoven! ¡Oh, Mozart! Debieron de agitarse en sus tumbas.
Cuando la tarde era templada, Billee salía en coche abierto con su madre y su hermana; Taffy solía completar el cuarteto. Visitaron el Bois de Boulogne, Passy, Auteuil St. Cloud y Meudon, pues, realmente hay sitios deliciosos en los alrededores de París.
A veces Taffy o Laird acompañaban a las señoras a la Galería del Luxembourg, al Louvre o al Palais Royal. También fueron a la Comédie Française una o dos veces, y algunos domingos a la capilla inglesa de la rue Marboeuf. Fue una deliciosa temporada, y la señora Bagot siempre recordó aquellos días como los más agradables de su vida.
Comían todos juntos en el estudio, y les atendía Madame Vinard y su madre, que era un cordon bleu y, por lo tanto, la que guisaba. El aspecto del estudio había cambiado completamente, pues la presencia femenina lo había llenado de un fragante encanto.
¿Hay algo más dulce de contemplar que el despertar de un tierno amor cuando se encuentran la fuerza y la belleza junto a la cama de un amado convaleciente?
Por supuesto que el simpático lector creerá adivinar que, en buena lógica, el buen amigo Taffy caería a los pies de la encantadora hermana de su amigo, y que ésta le devolvería su amor con creces, y cómo una noche en que marzo avanzaba suavemente para dejar paso al mes de abril, Little Billee, juntando sus manos, les habría dado su fraternal bendición. Pero a decir verdad, nada de esto sucedió. Nunca pasa nada, salvo lo que no se puede prever. Paciencia."

George Louis Palmella Busson du Maurier
Trilby



"Escucha, mi querido padre me enseñó un misterio singular del cerebro, un modo de saber recordar y evocar en sueños las personas, las cosas y los lugares ya desaparecidos, tal y como habían sido en realidad; hasta las cosas ya olvidadas. Él lo llamaba soñar de verdad, y tras una larga práctica me dijo que había conseguido llegar a la completa perfección. El único consuelo de su vida azarosa era soñar y soñar siempre con las épocas felices de su niñez y de su juventud y con los años fugaces que pasó junto a su mujer adorada. Y, antes de morir, cuando vio mi desgracia irremediable y comprendió que la vida no podría darme muchas esperanzas de venturas ni de placeres, fue cuando me descubrió su sencillo secreto. Por eso he ido evocando en sueños todos los lugares por donde he pasado y, sobre todo, este rincón predilecto, donde por primera vez te conocí siendo yo una niña. No concebía por qué tomabas parte en mis sueños, puesto que yo siempre había soñado la verdad, es decir con cosas que habían sucedido en mi vida, no con cosas que hubieran podido suceder. Tampoco comprendía la causa de la fuerza y realidad de tu mano ni por qué no te esfumabas cuando yo te tocaba, nublando así el sueño. Fue un misterio insoluble para mi, que trastornó muchas horas de mi vida real y de mi vida en los sueños. Luego surgió nuestro encuentro en Cray y parte de ese misterio desapareció, puesto que, después de todo, tú eras mi antiguo amigo Gogo. Pero aún continúa habiendo un misterio, un misterio horrible: el hecho de que dos personas se encuentren, como nos encontramos nosotros ahora, tomando parte en un mismo sueño, y el portento de que sus cerebros coincidan y se compenetren de tal modo."

George Du Maurier
Peter Ibbetson


Manía de patinaje

Amigos del patín fugaz,
contemplen el sueño de extásis terrenal
del “maniático de la pista de hielo”,
bosquejado por la pluma frenética de un hombre que cree
que el Cielo está pavimentado con pistas perpetuas
donde vuelan querubines por siempre jamás,
hielo liso y tibio pero nunca se derretirá,
mientras Amantes graciosos, vistosos y simpáticos combinan
a la Tonada infinita, en círculos sin Fin.

George Du Maurier













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