Juan Martini

"El escritor encoge los hombros, mira la copa de las tipas, las flores amarillas, dos o tres nubecitas que van de árbol en árbol, que desaparecen, en seguida, tras el follaje de un monte de pinos, hacia el norte, el sol no cae pero se oculta, los árboles lo cubren, la brisa sopla siempre desde el este, mañana, tal vez, hará menos calor que hoy, el aire es seco, tibia, la brisa cruza el aire con un ligerísimo frescor, mueve las ramas de las tipas, de los ceibos, de las falsas acacias, algunas florecitas caen, el escritor camina sobre el tapiz de flores amarillas, se oye, ahora, que se lo ve por allá con alguna frecuencia, en estos días, que es un hombre marcado por una forma de la felicidad que no tiene definición, nombre, clase, se mueve, aquella figura, como una figura que no encaja en la escena pero que le da, a la escena, su motivo, las manos en los bolsillos del pantalón, el saco con dos botones abrochados, la camisa blanca, arrugada, las puntas del cuello hacen curvas como tiernos colmillitos de marfil, la corbata negra flota en el aire seco, tibia, se sostiene en el paso gentil de esa brisa tan ligera que viene del este, que trae, desde el mar, el mensaje de la sal, del cielo eterno, de las distancias oceánicas, el recuerdo de la furia del mar, y, de más allá, la idea inasible pero real de que hay otros mundos, otras escenas, otras figuras, orillas, playas, acantilados lejanos desde donde podría imaginarse el mar como la frontera más allá de la cual existe otro mundo."

Juan Martini
La inmortalidad



"Entonces, cuando comenzaba a creer que ya no debía esperar nada, muerto como estaba, que no podía ofrecerse desmantelado a una esperanza final, a una quimera, porque nadie apostaría o pagaría rescate por un buey en las últimas, cuando desconfiaba de que algo pudiese encenderlo nuevamente, ponerlo en marcha, cuando se convencía de que hasta el Oriental habia ahuecado ante la desgracia próxima, entonces, desde el fondo, surgió la Rusita, sonriente, luminosa, evolucionó por las brumas del Internacional, se abrió paso entre los hombres, las mesas, las botellas vacías que rodaban por el suelo, se acercó, se sentó a su lado, puso las manos sobre las manos del Oso Leiva, dijo:
­¿Cómo estás? ¿Puedo sentarme con vos?
Alegre, los ojos muy claros y brillantes, el pelo rojo y enrulado, la piel cubierta de pecas pardas, pequeñas, infinitas, como un espejo del cielo, blanco y extraño.
­Rusita ­murmuró el Oso Leiva, mirándola, acariciándole las manos . Tanto tiempo...
Ella movió la cabeza varias veces, gestos cortos que agitaban sus rulos, diciendo que si, sonriendo con los labios cerrados, apretados, con un par de hoyuelos en las mejillas que la rejuvenecían, diciendo que si, aceptando en silencio que seguramente había pasado mucho tiempo."

Juan Martini
La vida entera


"Hay una zona de la literatura argentina contemporánea que, si se la saca de la parodia, no sabe qué hacer."

Juan Martini



"Todo lo que un hombre hace para descifrar lo que una mujer, en la circunstancia que sea, espera de él, y aun cuando en ocasiones acierte, es apenas una respuesta tentativa, exploratoria, que se mueve a ciegas en un territorio incógnito. El deseo de una mujer es la articulación de un silencio, un laberinto, una escritura sin traducción, una esencia sin nombre, una idea previa o posterior a la idea. Sin embargo, piensa Balbi, él sabe que está enamorado de su mujer.
Julia Conte, la mujer de Balbi, es de una extrema timidez. Su éxito social y sus progresos profesionales son objetivos que ella se ha propuesto realizar y sostener, que necesita y desea, pero que le son útiles, antes que nada, para enmascarar una timidez incurable que la deja -cuando el ruido del mundo se apaga, o la deja en paz, según sus palabras- en un punto de retracción o ensimismamiento del que a veces, piensa ella, no encontrará el regreso. Y sólo se repone si Balbi, por ejemplo, acierta con las palabras adecuadas, que son sólo esas que ella ciegamente anhela oír; o con los gestos y los actos apropiados, es decir, los que Julia Conte no revelará pero que espera en la intimidad como se espera algo que se cree perdido, quizá imposible, o, peor, inexistente. Sea como sea, Alejandro Balbi sabe que está enamorado de su mujer desde que la vio por primera vez. Pero el día en que con mayor certeza Balbi se da cuenta de que está enamorado de Julia Conte para siempre es el día en que descubre que ella tiene un amante.
El amor, piensa Balbi, es una materia tan volátil o abstracta como concreta, tan imposible de explicar como fácil de reducir a un puñado de metáforas sin sentido."

Juan Martini
El Mal












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