Mateja Matevski

Babel

I
El polvo languidece en un círculo de palmeras 
y en este ígneo anillo desesperadamente se mezcla 
mi sueño con las huellas del tiempo

La lengua olvidada habla desde la polvareda
del amor que no se olvida
Las ruinas piensan en mi alargada sombra
sobre la que rueda silenciosamente el lejano ruido de las aguas

Aguas huidas jardines derrotados del cielo 
en donde el olvidado lenguaje lamenta 
el amor que no se olvida

Me está mirando el león por mí desea el dragón 
sueños hermosos de la inevitable muerte 
amontonada por el sol

El viento solar mezcla los lenguajes
y mezcla las canciones exclamaciones mezcla
hasta que no obtenga la síntesis del grito
el único idioma del planeta
las arenas movedizas de la vista 

II
El viento de los tiempos mezcló los lenguajes
bajo la sombra de la ceniza languidecen lejanas palabras
llevado por las olas del lenguaje
olvido que el polvo no tiene orillas

Sobre los cantos de los Súmenos caen las trompetas macedonias
las torres hermosas inclinan sus largos cuellos
como flores rotas por el viento repentino
se derriban los puentes inocentes de la defensa

Es áspera la lucha de la belleza y la espada 
chillan los dragones encendidos de los muros altivos 
y las pezuñas ordenan la gris geometría del alma 
sobre los hermosos signos de los idiomas

Ante los ojos se arruina la belleza del tiempo 
y se apagan los olores bajo las alas agotadas de los jardines 
El tiempo del tiempo cae del tiempo huye sobre el tiempo se amontona
mezclando el polvo de los albañiles y los destructores

Todo desapareció en olvido en silencio 
se callaron las canciones se desgranaron las palabras 
y solamente la canícula tiembla en vano sobre la arena 
despertando el hermoso sueño cubierto del insomnio

III
Quiero dedicarte este día de primavera
a ti
que desde la sombra de la arena
gritas a toda voz
sin saber a quién

La gente que camina curiosamente sobre estas grises ruinas
saben todo de ti
pero no puede comprender
el collar que ensarta el polvo
que en ti todavía mezcla
el viento
con el eco solar

Porque para que te comprendan 
cada uno debe adivinar 
en la sombra de su tiempo 
la voz de tu torre 
en sí mismo

IV
Acumula montones de miedo la repetición de los mitos
maléficos
de las calamidades
sordas para las sibilas y los brujos
ellos le juran al humo al grito del polvo
haciendo temblar a los siglos

Y tú que determinabas desde tus torres clavadas
jardines florales
el sentido de los signos astrales y los caminos de las espigas de trigo
tú que determinabas a este pobre globo del universo 
la trayectoria por la órbita del canto
de los frutos
eres testigo dominado del polvo
de la arena que corroe y destruye
los sueños hermosos de las rosas y las esperanzas del boj

El tiempo sordo no capturó tu sabiduría
que se quedó estéril para la escoria infértil de la mente
fiebre de la sangre que no sabe pronunciar
la palabra del espléndido arco iris
que calmará a la espada apagará el fuego
crepitante
en las profundidades desconocidas del hombre

V
Tu aventura vive todavía en el polvo
oh Mesopotamia
Busco elijo la palabra exacta
de las lenguas mezcladas
para describir triste y encantado
tu largo vuelo
desde la ceniza
hasta el polvo

Cuántos insomnios se amontonaron 
de los mudos constructores 
pero el tiempo destructor no respeta 
ni el vuelo suave del pájaro 
ni el paso del sembrador

Y los ríos apresurados fluyen bajo la gris quietud del cielo
fluyen turbios y tranquilos del látigo del desierto 
marchan desde su inexistencia hacia su muerte 
En su horquilla se cerró la gloria del tiempo 
el pájaro herido del sol

La canción es mi testigo de las bellas auroras en los jardines de palmeras
y el viento que vaga hermosamente entre los ríos 
Pero tú atravesaste rápido el gran camino del tiempo 
desde el fuego hasta la ceniza 
tuya y mía

Mateja Matevski




Campo

O tristeza de callados matices anhelantes
Sombras verdes de los sauces
vibran sobre el río sereno
el río sigiloso
el río adormecido
el río que abraza

¿Por qué mis ojos se cierran
cuando la arena me sonríe?
Cuando el ganado en duermevela
me contempla con asombro
desde el campo
y la niña pastora
me saluda con su mano?

O tristeza de la infancia olvidada
cómo me atraes
hacia tus profundidades
dormidas

Mateja Matevski



Frío

Sobre mi frente yacen
las sombras de la noche
junto a la piedra fría
mi día comienza

Mi sueño se multiplica
en noches insomnes
mi día se desmorona
en el aro bordado del sol

La tierra me sostiene
la nube me conduce
y la piedra se libera
de mi alma sorda

En vano tú invocas
en vano tú buscas
las palomas azules
de largos años

Febrero descansa frío en tu pecho
helado como una fuente
aúlla como un perro.

Mateja Matevski



La muerte de la luciérnaga

Por doquier hemos buscado la luz a través de la noche
la hemos buscado ciegamente al azar y palpando
bajo cada hoja, bajo la flor, bajo la aguda roca
la hemos buscado incansablemente y con lúcidos pasos
en todo el mundo en nosotros en los más oscuros lugares
en la desierta ranciedad del horrible insomnio
La hemos buscado en la estalactita en los apagados sonidos de las montañas
en el pájaro adormecido en la rama del olvido
en el perfume del viento en el hálito del foso
La hemos buscado en el sueño en los pífanos y en las hermosas cantilenas
que adornan el monte de rocío
No le conocíamos el rostro, presentíamos su voz
en la lejana savia de la raíz en la leche de la hierba
bajo la pesada carga del rebaño de piedras
que pace el silencio por las praderas del siglo


Llegaba lentamente en pequeñas cascadas
como un puñado de agua en el rostro adormecido
Llegaba lentamente en luminosas síncopas
de las que caíamos susurrantes en la pesadilla de la oscuridad
Llegaba de todos lados en todos los colores
llegaba con todos los sonidos del mar despierto
como garganta de mujer, voz de pájaro, clamor de viento
de todos los nombres conocidos y desconocidos del mundo
que recrea la clara
inconstante espuma de las palabras
Llegaba como murmullo de lluvia como risa de niño
como canción de verano
de todas partes de todas las cumbres de todas las oscuridades
llegaba de todas las estrellas de todos los surcos de todos los confines
del ojo rociado, de la frente frondosa, de la sombra diluida
aclamando su nombre a través del fuerte cuerno del tiempo
Y mientras divagábamos extasiados en la noche que se despedazaba
sobre el gran tema de la hermosa luz
no sentimos cómo se apagaba en las palmas abiertas de la aurora
la primera luciérnaga pequeña en el umbral del gran sol. 

Mateja Matevski



Nieve

Dónde están ahora esas manos tan dóciles
que acariciaron
aquel libro abierto.
Afuera, frente a la ventana, la nieve cae suavemente
y los copos descalzos
colman cada rincón.

Dónde están esas manos tan claras
que cerraron en su tiempo
tantos libros.
Acaso, fecundan inspiradas,
nuevas líneas.

¿Dónde están, dónde? Estoy esperando
a que revoloteen
sobre el libro olvidado,
pero en cambio, el viento solitario
suspira
entre hojarascas.

Sus dóciles manos se han ido
se han ido.
La pregunta resuena en la garganta
sin esperanza.

Afuera, la respuesta está nevando
está nevando.

Copos de nieve se agitan
sin pausa.

Mateja Matevski



Vértigo

Me despierta mientras estoy tendido en la hierba con los ojos abiertos
En ellos un insecto se arrastra por el borde de una brizna
Transparentes alas cerúleas levantándose hacia el sol
La hierba tiembla por el no peso
de la sombra
apenas visible
y rechaza el minucioso cuerpo hacia arriba en el aire del verano
Las ramas del álamo plateado lo recogen
como centenares de alas grandes en ascensión veloz
Luego un repentino vuelo de bandadas de perdices temerosas
desde la linde
como arrojado grano de trigo
como camisas al viento
busca en ellos su nido ante el fuego de la madrugada
Arriba se deshilacha el vellón de las nubes
a través de él fluye el azul celeste
y la sangre gotea
en la región
azules círculos azules aros cúpulas azules del silencio
caen en el pozo azul de la mudez
La tierra gira lentamente por el vértigo de la mirada exhausta
después el ojo se cierra
y en su alberca tenebrosa lleva
todo el mundo
incluso el mediodía estival
ya desierto.

Mateja Matevski



Visión

Ella apareció al amanecer
en el jardín
en el jardín
en la distancia

Con un ruiseñor en su corazón
con una anémona en su regazo

El viento levantándome
desde los cuatro costados
desde los cuatro costados
en medio de oscuras pesadillas

Con una piedra en su corazón
con una víbora en su regazo

La nube me llena de vida
la risa ha muerto en ti
la mirada no te contempla
el sueño no te descifra

Con deslumbrante rostro
con fresa virginal

Ella se desvaneció al amanecer
en el jardín
en el jardín
en la distancia

Mateja Matevski






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