Seicho Matsumoto

"Cuando vi que la señora Watanabe también tenía la cara ensangrentada, me alarmé y pensé en avisar a la policía de inmediato, pero entonces, y al ver que no se movía, llegué a la conclusión de que la habían asesinado. Cuando la policía empezara a investigar encontraría el pagaré a mi nombre, todo el mundo sabría que había pedido un préstamo y quedaría mal ante el colegio, los padres de mis alumnos y todos mis amigos y conocidos. Así pues, me dejé llevar por un impulso y decidí robar el pagaré. Me descalcé y entré en la sala de estar.
Después de citar estos extractos de la declaración del acusado, el fiscal consideraba que la actitud de Yanagida era cuando menos extraña, pues había cogido el pagaré de la cómoda y se había ido sin más sabiendo que Kiku Watanabe estaba muerta.
Sin embargo, Masao Yanagida era un joven serio y responsable, apreciado por sus alumnos y con buena fama en el colegio y en la asociación de padres. Había pedido a Kiku Watanabe un préstamo que no podía devolver y, durante un tiempo, había sufrido el acoso y las imprecaciones de la anciana.
Discreto y responsable como era, aquella presión constante debió de provocarle una gran angustia. ¿No se debería haber tenido en cuenta el estado mental en el que se encontraba? Lo primero que pensó al ver el cadáver de Kiku Watanabe fue que la policía empezaría a investigar y encontraría el pagaré a su nombre. No lo robó para librarse de la deuda, sino para que nadie supiera que había solicitado el préstamo. Teniendo en cuenta la presión que había recibido por parte de Kiku Watanabe, aunque destruyera el pagaré no podría desmentir que había solicitado el préstamo, pero se sentía avergonzado y asustado ante la posibilidad de que la policía y todo su entorno descubrieran que él, un respetable profesor de primaria, había pedido un préstamo a un interés desorbitado y, por ende, no había devuelto la deuda antes de su vencimiento. Dadas las circunstancias, pues, aunque sin duda se sintió aterrorizado al ver el cadáver, no se podía considerar extraño que hubiera pasado por su lado sin inmutarse y hubiera huido con el pagaré. Al principio Masao Yanagida se había declarado inocente, luego había confesado su culpabilidad y, ante el tribunal, había vuelto a exponer la versión inicial de los hechos. ¿Por qué había asumido la culpa ante la policía? ¿Habría confesado bajo coacción?
Kinzo Otsuka sabía que el abogado de oficio no había valorado aquella posibilidad. En caso contrario, aparecería en el sumario del juicio. Sin embargo, los papeles de la defensa no contenían ni un documento que mencionara aquella opción."

Seichō Matsumoto
La chica de Kyushu



"Yasuda vivía solo en su casa de Asagaya con dos empleadas. Ya lo había comprobado. Al oír la respuesta de Mihara, el comisario se quedó absorto, sin decir nada.
Mihara envió un largo telegrama a la comisaría central de Sapporo. La respuesta llegaría enseguida, al día siguiente o al cabo de dos días a más tardar. Sin embargo, no albergaba muchas esperanzas, puesto que Tatsuo Yasuda parecía un hombre demasiado astuto y cauteloso como para haberle mentido descaradamente.
Mihara se sentía atascado. Una ligera impaciencia hervía en su interior, aunque no conocía el motivo. Tal vez, sin ser consciente de ello, estaba ansioso por leer la respuesta a su telegrama.
Quizá fuera ese estado de ánimo lo que hizo que, de repente, una duda lo asaltara: ¿era cierto que la esposa de Yasuda vivía en Kamakura?
No creía que la señora Yasuda tuviera nada que ver con el caso que investigaba. Sin embargo, el intervalo de cuatro minutos pesaba como una losa en el espíritu de Mihara. Yasuda conocía ese intervalo porque viajaba a Kamakura con frecuencia para visitar a su esposa enferma. Entonces, otra duda lo asaltó: ¿y si no fuera su esposa la que estaba enferma sino otra persona? Yasuda sabía que, tarde o temprano, la policía comprobaría si había estado en Hokkaido. Sin embargo, cualquiera iba a creer que su mujer estaba enferma sin necesidad de demostrarlo. Se trataba de algo normal, absolutamente comprensible.
«Cuidado, cuidado», susurró, como si fuera una advertencia para sí mismo.
Echó un vistazo al despacho del comisario, pero no se encontraba allí. Habría salido hacía un rato. Mihara le dejó una nota encima de la mesa en la que decía: «Voy a Kamakura», y salió de la comisaría. Cuando regresara, ya sería noche cerrada.
Compró una caja de galletas en la estación de Tokio por si le surgía la oportunidad de visitar a una persona enferma.
Subió al tren desde el andén 13. Como ya sabía, los trenes estacionados en las vías 13 y 14 estorbaban la visión e impedían ver el andén 15.
«Debió de costarle mucho dar con esos cuatro minutos», pensó, reafirmándose en la idea de que no era una cuestión de azar sino una estratagema. «Yasuda debió de pensar que, tarde o temprano, lo investigaríamos. Por eso necesitaba el testimonio de las dos camareras del Koyuki», intuyó.
El tren se puso en marcha. El trayecto hasta Kamakura duró aproximadamente una hora y el inspector la dedicó a reflexionar. Algo había movido a Yasuda a actuar de aquella forma, pero ¿qué? ¿Acaso no se trataba solo del suicidio de dos amantes? ¿Para qué molestarse en crear dos testigos? Mihara no comprendía los motivos que se escondían tras las maniobras del empresario.
Además, Tatsuo Yasuda estaba viajando a Hokkaido la noche del 20 al 21 de enero, cuando Sayama y Toki se suicidaron. Kyushu y Hokkaido. No parecía que hubiera ningún vínculo aparente entre ambas islas, situadas en extremos opuestos del país.
Cuando llegó a la estación de Kamakura, Mihara hizo transbordo y cogió el tren con destino a Enoshima. El vagón estaba lleno de estudiantes que iban de viaje de fin de curso y que parloteaban como una bandada de golondrinas.
Mihara bajó en la estación de Gokurakuji. No había comprobado la dirección exacta, pero como se encontraba en un pequeño barrio en mitad de un angosto valle, pensó que, si la casa existía, la encontraría enseguida."

Seicho Matsumoto
El expreso de Tokio
















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