Slavko Mihalić

Ese día

Ese día no dudarás por cuál de las puertas del tranvía entrar.
No hojearás las caras de los viandantes,
ese alegre libro, ni siquiera advertirás
que te apeaste. Sólo constatarás que los periódicos
ya están en tu bolsillo, que el paraguas está desplegado y que
estás sólo en medio de la plaza. Ese día cuando el sol sea
tan gris como todo lo demás ningún pensamiento absurdo
tendrás antes de entrar al banco;
pasarás por la cafetería porque no deseas beber nada. Tratas
de que la mujer más locuaz se detenga,
la que te mira mordaz y muda.
Ese día no encuentras al vendedor de la fortuna.
No entras a la librería ni a la pescadería,
ni contemplas tu efigie en el espejo. No fantaseas con ninguna dama.
Cruzas la calle para no encontrarte con ningún amigo
o simplemente te evades.
Giras la cabeza para no ver la puerta de tu oficina
y no sientes remordimiento alguno.
No te paras a escuchar al flautista, ni al que grita.
Te diriges a la parte de la ciudad carente de vocingleros y sirenas,
por todos lados se alzan monumentos con nombres contumaces.
Ese día deseas no regresar, sumirte profundamente en el silencio,
donde disiparte y hallar un refugio inquebrantable.

Slavko Mihalić



Maestro, apague la vela

Maestro, apague la vela, han llegado tiempos serios.
Más bien cuenta las estrellas en la noche, suspira por la juventud.
Tus palabras desobedientes podrían morder los hilos. 

Plante cebollas en el jardín, corte leña, limpie el ático.
Mejor que nadie vea tus ojos llenos de asombro.
Ese es tu oficio: no debes callar nada. 

Si no puedes soportarlo y una noche vuelves a tomar la pluma,
maestro, sé razonable, no te ocupes de las profecías,
intenta escribir los nombres de las estrellas. 

Los tiempos son serios, nadie es perdonado por nada.
Solo los payasos saben salirse con la suya:
lloran cuando ríen y ríen cuando el llanto les destroza la cara.

Slavko Mihalić











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