Albert Mérat

El mármol rosa

Venecia, prosaica tumba y funeral
de mármoles pétreos, hermosas son
las pequeñas rosas con sus mosaicos
dorados.

El cielo naciente acaba de pedir
sus sutiles acuarelas: Parece que
no importa el grito de la paloma.

En esos conciliábulos heliocéntricos
tiembla la dulzura sinóptica
de las cosas, la sangre divina
de mármol rosa vive en sus venas.

El mar delicado es un espacio amargo
de radiante claridad, sus ojos y su voz
flotan grávidos, cuando sube la marea.

Albert Mérat



En el vagón

Vagón oscuro donde nada se mueve, donde nada brilla,
Las malas compañías, los sueños de la noche,
El viajero, con el día, el espacio de búsqueda,
Acoge con satisfacción la campaña con una sonrisa que dice:
Los árboles, los grandes cultivos, el prado azul
Distante, en las laderas de las colinas moteadas,
Los pueblos están cerca de la carretera,
Rebaños de animales dulces y derrotados,
Por el horizonte, las casas blancas, el horizonte claro;
Y en un campo rojizo los primeros aires de fuego,
Mientras que el repicar de una campana pone fin a una fiesta,
Los trabajadores se inclinan, y levantan la cabeza.

Albert Mérat


Metamorfosis

¡Oh, salubre y fecundo abono de los fallecidos!
Misterioso fermento de las savias eternas,
nosotros, podredumbres carnales, somos tu ingrediente,
amontonados sin orden ni concierto bajo la más verde hierba.

Cuando nos hayamos dormido, helados y rígidos,
en la tierra, más cerca de las ubres ardientes,
nos despertaremos como aves con alas,
o como recios robles, elevándonos de las entrañas del fango.

¡Son los muertos los que hacen a la naturaleza soberbia!
¡Salud, cosecha! ¡Salud, bosques! ¡Salud, briznas de hierba,
corrientes raudas, rosadas floraciones, belleza proveniente de los muertos!

–Materia perseguida por las leyes fatales,
celosa del sueño sin remordimientos, ¿nos vas a hacer
reiniciar sin fin la ensoñación de la vida?

Albert Mérat



Pasaje

El invierno arrojó vagamente su abrigo
en la habitación herméticamente cerrada,
en la que se moría un manojo de la flor amada,
entre múltiples visiones de aturdimiento;

Mientras que la alegría extrema de la amante
estrujó el corazón hastiado y desmayado
por la tela que embalsama la trémula carne,
mi sangre se elevó al peso de cada latido.

Me acordé de un viejo paisaje,
pude ver, con la cabeza inclinada
sobre su faz, la claridad de los juncos;

Y vi en las sombras, donde la lámpara de
porcelana depositaba su cálido aliento,
flores grandes y gélidas. 

Albert Mérat




























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