Bruno Montané Krebs

Comienzo

Para Paul

Ríos que como en una fiesta interminable
le regalaban las nubes al planeta.
Aunque aún no existías
tú ya pensabas en la orilla.
Llovía sobre las conchas y los peces saltaban.
Aún no era de noche,
la lluvia mojaba las copas de los árboles
y entre la hojarasca los insectos
ya eran dioses de su propio tiempo.
Esa misma noche, al mirar las luciérnagas,
los monos adivinaban los sueños de los niños.
Entonces, te sacaste el dedo de la boca,
abriste los ojos y miraste la claridad
más allá de la piel,
y silbaste. 

Bruno Montané Krebs



Deslizamiento hacia el rojo

En la oscuridad allá tan lejos
algo así como la espalda del vacío o de Dios
es acariciada por una mano
o por la punta de un solo dedo que toca
como preguntando a punto de hablar
en medio de la noche que flota
de la noche que besa y hiere
otros cientos de miles de millones
de espaldas que aparecen y desaparecen
con el estallido de las explosiones
mientras alguien abre y cierra una puerta
mientras se enciende y apaga una bombilla
a este lado del Universo
donde la lluvia aún nos recuerda
los susurros y chasquidos
de los primeros cuerpos al acariciarse. 

Bruno Montané Krebs




Eres un puñado de perspectivas
no aplicadas a las visiones
de los constructores del abismo.
Eres como aquel que busca su sitio
en los imperceptibles temblores
de la luz

Bruno Montané Krebs



La palabra

La palabra es hoguera en los palacios
y tienda de campaña en los jardines.
la palabra, tallo de luz,
muela podrida.
Y tú sientes que la sintaxis
es una factoría oculta en el fondo
del pantano, mugido que no para,
silencio que la envuelve.
La palabra es la voz de los resucitados
que no han muerto, es el juego que se aleja
invisible, pero no sin danzar
con sus cortinas flameantes
frente a tu rostro con cerebro,
que es donde vive la palabra
antes de desaparecer. 

Bruno Montané Krebs


Mano

En el centro de la habitación hay una mano
que acaricia otras partes del mismo cuerpo
A veces su trayectoria deja una línea
de espuma seca sobre el fondo negro
y nosotros pensamos en esa huella
como en una gruta marina oliendo
intensamente a sal a frío o sudor
Hasta que la ola entra por la ventana
y el suelo se inunda de una lava pegajosa
como el sol bañándote los ojos al despertar
como un chorro de luz en el centro del huracán 

Bruno Montané Krebs



Sólo

Sólo en la ráfaga de brisa
que atraviesa el circo,
sólo en los andenes flotantes
donde todo se espera.
Sólo en una porción de silencio
cada vez más reducida; sólo frente a
cualquier figura de simultaneidad.
Sólo en el abrazo.
Cuando la soledad sigue siendo
esa emoción primitiva con sus
sigilosos pasos entre las montañas
de desechos dónde ya no es sino
su propio vacío.

Bruno Montané Krebs

















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