Ciriaco Morón

"Al leer aventuras concretas del Quijote hemos visto en ellas estructuras universales del yo humano. La maestría de la obra consiste en que no se agota en la anécdota, sino que encarna en ella verdades sobre la identidad y conducta de todos los hombres. Esa encarnación de verdad universal en las anécdotas constituye el simbolismo de la obra. Pero el simbolismo legítimo está a veces a un paso de la "insulsa alegoría", como decía Menéndez Pelayo. Desde mediados del siglo XIX existen lecturas del Quijote como crítica de la Inquisición, de la monarquía y del catolicismo. Valera, Clarín y Menéndez Pelayo rechazaron estas lecturas en consonancia con su rechazo del "arte docente" y de la novela que llamaban de tesis y tendencia. En 1905, al conmemorarse la publicación de la primera parte, los intelectuales y periodistas, embargados por las angustias de 1898, se prodigaron en ocurrencias simbólicas y alegóricas. Esos trabajos prestaban atención casi exclusiva al personaje de don Quijote, y alguna atención, aunque menor, a Sancho -"símbolo del pueblo"- como es notorio en Unamuno. En diálogo con Unamuno intentó Ortega y Gasset un nuevo camino de interpretación en Meditaciones del Quijote, de 1914. Vamos a estudiar los hitos fundamentales de la primera recepción y luego brevemente las visiones de Unamuno y de Ortega y Gasset. La de Ortega, además del valor de sus ideas, inspiró El pensamiento de Cervantes, de Américo Castro (1925).
Muchas lecturas "simbólicas" ven el Quijote como la expresión condensada de las actitudes, los valores compartidos y hasta del "ser" del español o de todos cuantos quepan bajo la denominación de idealistas. Esas interpretaciones emiten juicios globales sobre el "significado" de los personajes, olvidando otros aspectos del libro, como la estructura, la expresión, la ironía, etc. Las lecturas simbólicas, aunque sean certeras como visiones de aspectos parciales, terminan siendo simplistas, si no despliegan "todo el texto" (ver introducción) como obra de arte humano. Y la alegoría, que identifica a cada personaje o acción con un concepto o ideal, destruye la complejidad de la obra, es decir, su carácter artístico. Cuando Unamuno dice que don Quijote es el caballero de la fe en busca de la fama, Dulcinea la gloria, y Sancho el pueblo español y el Simón Pedro de su amo, está haciendo alegoría."

Ciriaco Morón Arroyo
Para entender el Quijote



"Si en algún momento la figura se presenta vacilante, debe atribuirse más que al fracaso de Galdós a la dificultad intrínseca de la tarea. El cristiano debe dar humildemente testimonio de su cristianismo. A un milímetro de la humildad están la timidez y la gazmoñería; a un milímetro del testimonio, el alarde ultramontano. Pues bien, hay que reconocer, que Galdós, por medio de las apostillas sobre la humildad de Nazarín, que purifican alguna frase menos feliz, consigue presentarnos el tipo evangélico, dando sencillamente testimonio sin caer en ninguno de sus extremos.
[...]
León XIII ejerció gran influencia sobre los políticos de Europa y entró en activas relaciones unionistas con los cristianos disidentes. Ahora bien, en este momento (1726 b) Galdós vuelve al marco evangélico, con lo cual ya no sabemos si son ideas suyas lo que expone o simplemente adapta las ajenas. En este marco se habla de una futura edad de oro católica, que es parodia del «reino de los cielos» predicado por Cristo o de la nueva edad del Espíritu Santo predicada por los joaquinistas del siglo XIII. Esta edad ha de ser introducida por un nuevo Cristo y el diálogo prosigue así: Nazarín: «O mucho, me engaño, o ese extraordinario Salvador sera un Papa. -D. Pedro: ¿Lo cree usted? -Sí señor... Es una corazonada, una idea de filosofía de la historia.» (1726 b). ¿Es esto serio o es una broma de Galdós?
«En la Humanidad se notan la fatiga y el desengaño de las especulaciones científicas, y una feliz reversión hacia lo espiritual» (1725 b). Esta opinión de Nazarín-Galdós merece comentario especial. Como es sabido Ortega dice que la generación que florecía hacia 1900 ha sido la más optimista del mundo. Eran los días en que se recogían las ventajas técnicas de la física sin las grandes desventajas experimentadas unos años después. Efectivamente por aquel entonces imperaba en Europa la doctrina del «optimismo científico». Un hombre fin de siglo, Ramón y Cajal escribió en 1925 El mundo visto a los ochenta años. En este libro se dice que la superación de la muerte por la ciencia es posible aunque todavía no se haya logrado. Es curioso que por aquellos días se escribía otro libro Ser y Tiempo (1927) en que se mostraba cómo la muerte es la vocación esencial del hombre. Ortega dirá que a su generación le ha tocado descubrir el vivir desilusionado del hombre que no cree en Dios ni en la ciencia; en la necrología de Unamuno, declara a Unamuno precursor de estas ideas corrientes en Europa en 1937."

Ciriaco Morón
Nazarín y Halma": Sentido y unidad










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