Daniel Moyano

"Con la pluma gruesa que uso para los títulos, escribí con jugo de limón la palabra desaparecida. La arrimé al calor del fuego. Los bordes del papel empezaban a tostarse, sin que apareciesen los trazos invisibles, como si no tuviese voluntad de revivir. Lumbreras, Lumbreras, la llamé, ayudando al fuego, como a los cóndores cuando vuelan. Y no sé si por el calor o por mi voz, los trazos fueron apareciendo. Primero en las partes rectas de las letras, luego en las difíciles curvas recargadas de jugo. Sólo cuando la sentí viva la retiré del calor. Temblaba, ella, en mis manos. Lumbreras, dije cuidadosamente de modo que sonaran bien las letras. Y para que empezara a respirar como los recién nacidos la escribí, por primera vez con tinta, en la cabecera de esta hoja. [...] Entonces fue posible ver el pueblo que nombraba."

Daniel Moyano



"Cuando me tuve que enrolar en Córdoba, no tenía documento. Mi padre le había dicho a mi madre: ‘Hay que hacer los trámites para anotarlo a Daniel’, pero mi mamá dijo: ‘Daniel está anotado en el cielo, qué me importan los papeles’. Estoy anotado en el cielo, con el pastor, pero no en la tierra. Escribimos a Buenos Aires y nos dijeron que viajáramos. No fui a Buenos Aires, costaba un dineral. Un juez en Córdoba me dijo: ‘Venite con dos testigos falsos, decí que naciste en Córdoba un año antes, y entonces te enrolamos y no te cobramos’. Me enrolé a los diecisiete e hice el servicio a los diecinueve. En los papeles figuro nacido en Córdoba, el 6 de octubre del ‘29. Nací en Buenos Aires el 6 de octubre del ‘30. Mis testigos falsos fueron un violinista gallego y un ave negra de esas que andan en los tribunales, que dijo: ‘Yo me ocupé, Sr. Juez, de los servicios de obstetricia’. El violinista dijo: ‘Pues mire, yo he estado ahí sentado, leyendo una partitura y me puse a tocar el violín, y me dijeron: ¡Ha sido un varón!’"

Daniel Moyano


"El día del golpe de 1976 yo estaba en Córdoba, intentando inscribirme en la Facultad de Filosofía, porque se me había ocurrido estudiar. Cuando regresé a La Rioja había controles como si fuera una ciudad ocupada. Llegué a casa... Me dijeron que habían detenido a casi todos los intelectuales. Muchos eran del diario El Independiente. Además estaba detenido Ramón Eloy López, un poeta, un sacerdote, uno de los tres miembros del Partido Comunista, algunos de la JP y el arquitecto que proyectó la cárcel. Lo metieron en la celda de castigo. Esa noche dormí en casa, sabía que me podían detener. Había sido amenazado por la Triple A, y por LV14, la emisora local. Una locutora estaba leyendo un capítulo por día de ‘El trino del diablo’ y le dijeron que si seguía leyendo iban a volar la radio. Me amenazaron a mí, recurrí al gobernador Carlos Menem y me había puesto custodia policial en casa. Me levanté temprano, estaba preparando mi ingreso a la Facultad con ese placer de entrar por primera vez a esas disciplinas. Abrí un libro y vi que se detenía un auto: eran cuatro, tres caminaron despacio hacia casa. Mi hija María Inés, de siete años, dormía. Mi hijo Ricardo, que tenía catorce, estaba levantado junto a dos hijos de una familia amiga, y estaba mi mujer. Me apresuré a abrirles la puerta antes de que la derribaran. Era el 25. Pregunté si me podía cambiar de ropa. Dijeron, ‘Sí, pero pronto’, y me acompañaron al dormitorio. ‘¿Llevo documentos?’ ‘No los va a necesitar’, dijo uno. Eso me asustó. Pero no tuve tiempo de tener miedo. Quedé incapaz de reaccionar porque eso era insólito. Yo era periodista, además de escritor, trabajaba para Clarín, y músico y plomero. Me llevaron de casa al cuartel, en silencio. Estaba cerca. Al cuartel entré a los empujones. En un salón enorme estaba media La Rioja de pie, contra la pared (no nos dejaban sentar), con un colchón al lado. (...) Me enteré de que mis libros los secuestraron de la librería Riojana y los quemaron en el cuartel, junto con los de Cortázar y Neruda. Qué honor. Bajé siete kilos en doce días: hacía gimnasia a escondidas. Cuando me dijeron que podía abandonar la provincia, me fui a Buenos Aires, gestioné mi pasaporte, volví a La Rioja y en una semana levanté mi casa. El 24 de mayo de 1976, tomamos el ‘Cristóforo Colombo’, y el 8 de junio comenzó el exilio en Barcelona."

Daniel Moyano



"El nuevo gobierno, ante los agobiantes problemas riojanos, los había resuelto eliminando la provincia. Con la nueva división política, la parte cordillerana quedó para San Juan, la parte norte para Catamarca y el resto para Córdoba. Los cordobeses habían instalado una fábrica de salchichas en la Casa de Gobierno, el gobernador había pasado a ser ordenanza en un pasillo de los Tribunales de San Juan. (...) La ciudad capital fue taponada con quioscos, y el obispo, que se resistió, fue descendido a monaguillo por sugerencia del cardenal primado. Finalmente los perros, los burros, los gallos y los vendedores ambulantes fueron unificados en el rubro ‘varios’, embalados y remitidos a Bolivia en pago de una deuda."

Daniel Moyano
El trino del diablo



"La música es un hecho de la naturaleza. Es un hecho estético que a la vez está en la naturaleza. Las leyes musicales están en la naturaleza y las leyes literarias, creo, no pertenecen a ese mundo."

Daniel Moyano



"Las cosas que pasaban, relacionadas a veces con sus muchos hijos, rozaban siempre la integridad física, procuraban alterar la vida, caían de las nubes, reptaban en los zanjones, bordeaban la muerte en sus variadas correspondencias. Y como las cosas nunca llegaban a ese extremo, él podía decir qué pasa, no como pregunta, sino como resignación.
Siempre que despertaba de su breve siesta para volver a la fábrica de cemento tenía que decir qué pasa. Cuando se adormilaba, después de comer, posando su figura inclinada sobre una mesa punitoria, los niños se iban hacia la siesta de los baldíos próximos, donde existían las caídas y las mutilaciones. De noche, en cambio, cuando ellos dormían desparramados en la única cama, eran los propios territorios de los baldíos los que acudían por sí mismos a los cuerpos de los niños, en la súbita fiebre, en el paso acelerado de los más grandes procurando auxilio en la noche para buscar ayuda ante hechos que arrancaban un nuevo qué pasa a mi tío, de esos que nunca tuvieron respuesta o explicación. Porque nosotros nunca entendimos ni supimos nada por aquellos años: para qué estaba la fábrica, por qué había peleas al repartir la comida, por qué mi tía lloraba encerrada en su pieza.
El fue siempre grande y viejo. Tomaba mate acostado, en la mañana oscura y en la siesta, antes de que sonara la sirena de la fábrica. Sostenía el mate penosamente; sus dedos, gordos de cemento y muy cuarteados, no le permitían formar la curva necesaria para asirlo normalmente. Lo sostenía como se podría sostener una lastimadura, si ello es posible. Después se iba a hombrear bolsas en los patios hectáreas de la fábrica sin decir hasta luego ni hola al regresar, siempre con esa mirada oblicua cuando trataba de entender las cosas y ese paso inclinado cuando regresa-ba, siempre con la única expresión verbal monótona que lo salvaba del silencio.
Sin embargo, hubo una variante, al menos en el tono de su voz, que una vez observó mi tía. Fue cuando los doctores y las enfermeras le salvaron uno de los hijos agitando guardapolvos y algodones blancos, jeringas transparentes, pares de botellitas y automóviles que partían apurados. El no pudo ir al hospital porque la sirena estaba por sonar, y esa tarde, cuando volvimos, nos preguntó qué pasa de una manera distinta que no entendimos porque estábamos apurados, pero mi tía dijo más tarde: ¿Vieron que el tío está cada día más ronco?
Ella parecía amarlo, aunque nunca mereciese una respuesta de él cuando le preguntaba algo. Lo acompañaba to-das las mañanas hasta la puerta, y allí lo esperaba cuando regresaba. Entonces él solía mirarla rápidamente mientras ubicaba su cuerpo en el espacio de la puerta que ella dejaba libre para que entrara. Entendí eso de la ronquera años después, cuando aumentó. Era el polvo del cemento que tragaba en la fábrica, que le iba deformando la voz, y así parecía que decía las palabras con una garganta al aire libre, como tomaba el mate con las manos suicidantes."

Daniel Moyano
Mi tío sonreía en Navidad



"Uno es finalmente un contorno que contiene una sola vida y una sola muerte. Es una especie de cárcel donde está condenado a vivir y a morir. Pero hay algo que lo salva a uno cuando uno presiente la existencia total de otro ser (su contorno y lo que contiene), y siente de pronto que ese otro ser responde, y entonces los contornos, tocados por el amor, se unen y sienten que ya no son un solo contorno, una sola cárcel, sino que participan de la maravillosa multiplicidad."

Daniel Moyano
El oscuro


"Ya nunca más volveremos a ser sentimentales, nos vinimos abajo como calzón de puta, y el futuro se asoma abrazado a un rencor, la inocencia se acabó, Milonguita, entramos por fin en el mundo cambalache, y aquí en este quilombo de nada vale el tango dulzón y melancólico."

Daniel Moyano
Dónde estás con tus ojos celestes




"Yo nací en un país precario que en 1930, año de mi nacimiento, comienza su descenso, su caída. Una caída estrepitosa hasta la situación actual. He vivido, me he criado en un país provisional."

Daniel Moyano











No hay comentarios: