Eduard Mörike

A un viejo cuadro

En la floración estival de un verde paisaje,
entre aguas frescas, cañas y juncos,
¡mira como el nocente niño
juega libremente
¡Y Allí, en el delicioso bosque,
ay, verdea ya el tronco de la Cruz.

Eduard Mörike


"El coche rojo y amarillo tiene en la portezuela algunos ramilletes de flores dispersos pintados de su color natural, las aristas están adornadas con estrechos filetes dorados; sin embargo, la pintura no tiene de ningún modo ese brillo cristalino característico de la laca usada en los actuales talleres vieneses. La caja tampoco es totalmente abombada, aunque se curve en su parte inferior de una manera coqueta con una línea atrevida. A esto hay que añadir una capota alta con rígidas cortinas de cuero, que en este momento se hallan descorridas.
Sobre la vestimenta de los dos pasajeros cabe, además, mencionar que para preservar los nuevos trajes de ceremonias, guardados en el baúl, Constanza había escogido con discreción el atuendo de su esposo: con el chaleco bordado de un azul un tanto descolorido, su habitual levita marrón, con una hilera de grandes botones, confeccionados de tal manera que una capa de oropel rojizo brillaba a través del tejido estrellado; calzón de seda negra, medias y hebillas doradas en los zapatos.
Hace media hora que Mozart se ha despojado de la levita, a causa del calor tan inusual en este mes, y ahora está sentado charlando plácidamente, con la cabeza al descubierto y en mangas de camisa. La señora Mozart lleva un cómodo vestido de viaje a rayas verde claro y blancas. Medio deshechos, sus hermosos rizos castaños le caen abundantes sobre los hombros y la nuca; nunca en su vida los afearon los polvos, en cambio la fuerte cabellera de su esposo, recogida en una trenza, sí que está empolvada hoy, aunque de modo más descuidado de lo habitual.
Habían subido sosegadamente una loma de suave pendiente, situada entre los fértiles campos que de vez en cuando interrumpían el extenso bosque, y en ese momento llegaban a un lindero.
[...]
Cuando una persona buena y admirable ha animado provisionalmente nuestra casa con su presencia y, con su fresco aliento intelectual, ha dado un nuevo y rápido impulso a nuestro ser, haciéndonos sentir con toda su plenitud la bendición de la hospitalidad, la despedida siempre deja en nosotros un bloqueo desagradable, al menos durante lo que resta del día, en la medida en que volvemos a depender exclusivamente de nosotros mismos."

Eduard Mörike
Mozart camino de Praga



“El hombre guía su coche hacia donde le place, pero entre las ruedas gira insensiblemente la pelota que quiso esquivar.”

Eduard Mörike



“El que está alegre jamás ha consolado a nadie.”

Eduard Mörike



En primavera

Aquí estoy en la colina primaveral;
las nubes pasan a ser mis alas,
un pájaro vuela por delante de mí.
¡Ah, dime mi solo y único amor,
donde estás, para que pueda estar contigo!
Pero tú y las brisas no teneís casa.

Mi alma se ha abierto como un girasol,
anhelante,
expandiéndose
en amor y esperanza.
Primavera, ¿qué es lo que quieres?
¿Cuándo me apaciguaré?

Veo pasar las nubes y el río,
el sol besa su resplandor dorado
profundamente dentro de mis venas;
mis ojos, maravillosamente encantados,
se cierran, como si se durmieran,
sólo mis oídos siguen oyendo
a la abeja zumbando.

Pienso en esto y en aquello,
anhelo y, sin embargo, no puedo decir qué:
es mitad dicha, mitad lamento:
dime, corazón mío,¿qué recuerdos tejes
en las hojas verdes y doradas en la penumbra?
¡Dios antiguos e innombrables!.

Eduard Mörike



Encuentro

¡Vaya tormenta la de esta noche
hasta que ha asomado la mañana!
¡Cómo han limpiado los desabridos escobazos
las chimeneas y las callejuelas!

Llega una muchacha por la calle,
que mira timidamente en su alrededor;
como rosas agitadas por el viento,
así se sonroja vacilante su carita.
Un apuesto joven sale a su encuentro,
quiere acercársele lleno de dicha:
¡cómo se miran alegres y turbados,
los pícaros pipiolos!

Él parece preguntar si su amada
ha arreglado ya sus trenzas,
alborotadas por la tormenta nocturna
en su cuartito desabrigado.

El joven sueña aún con sus besos
que le dio su dulce muchacha,
inmóvil, extasiado con su encanto,
ella se apresura entretanto tras la esquina.

Eduard Mörike



Es ella

La primavera vuelve a dejar su cinta azul
revolotear por el aire;
fragancias dulces y familiares,
llenas de presagios rozan la tierra.
Las violetas ya sueñan,
quieren despuntar pronto.
– ¡Escucha a lo lejos el suave sonido de un arpa!
¡Primavera, sí, eres tú!

¡Es a ti a quien he oído!

Eduard Mörike




“La desdicha hace al hombre solitario e hipocondríaco. En esta coyuntura él recoge su vallado, lo más que le es posible, en torno a su cabaña.”

Eduard Mörike




LA DONCELLA ABANDONADA

Pronto, cuando los gallos cacarean,
antes de que se disipen las estrellas,
debo estar junto al hogar,
debo encender el fuego.

Es hermoso el brillo de las llamas,
saltan las chispas;
contemplo su crepitar
sumida en la tristeza.

De pronto recuerdo,
muchacho infiel,
que por la noche
he soñado contigo.

Eduard Mörike



Viaje a pie

Cuando, con mi cayado recién cortado,
bien de mañana,
atravieso los campos,
subo y bajo colinas,
como el pajarillo entre las hojas
canta y revolotea,
como los dorados racimos de uvas
restallan de dicha
con el primer sol de la mañana:
así siente también mi viejo y querido
Adán la fiebre del otoño y la primavera,
el espíritu divino,
los nunca perdidos
primeros deleites del paraíso.

Tu no eres tan malo, oh viejo
Adán, como dicen los severos maestros:
no has dejado de amar y alabar,
no has dejado de cantar y glorificar,
como un día de la creación eternamente nuevo,
a tu amado Mantenedor.

¡Que así me sea concedido
y mi vida entera sería
entre el ligero sudor del caminante
un paseo matutino como este!.

Eduard Mörike












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