Fernando Molano

Al borde de un abismo, mirando este paisaje 

Antes de que acabe el amor
¿no podría resbalar -como sin querer
                  hacia la muerte?

Mira
es bello el sol en este ocaso
y es mas tierno el verde en las montañas
              poco antes de que lo apague la noche.
Ahora que tu corazón palpita alegre
              como un niño recién raptado
¿no sería hermoso morir antes de que el raptor
              se harte de ti
              y te devuelva a la triste casa?

Es bastante
hondo
el precipicio.

Vamos: da un paso al frente.
Es la hora propicia:
                             avanza...

 Fernando Molano Vargas



Dulce hermano de los arietes

De niño, papá despeinaba mi copete para que yo
me enojara como un hombre.

En los pesados trabajos de su taller de hierros forjó
rudamente mi cuerpo. A los quince años mis piernas
sostenían sin dificultad una nevera, y en mi pecho
hubiesen podido llorar dos o tres muchachas.

Allí mismo, en los sucios almanaques Texaco que
envejecían sobre las paredes, él me enseñó el amor
por las mujeres desnudas; y asomado a la puerta de
las cantinas donde a veces bebía, aprendí la manera
de aprovecharme de ellas. «Pero llegado el día en
que tu madre enferme de muerte —me decía ebrio
mientras los llevaba a casa—, será justo que prefieras
cuidar de tu esposa».

Sin preguntar nada, un día celebró las heridas de
mi primera riña y, sonriendo, descargó un puño
sobre mi pecho. De alguna manera él supo entonces
sobreponerse al miedo, y hoy, a mis diecisiete, presumo
de poder llegar tarde a casa.

Oh, Diego, en largas jornadas papá hizo de mí una
fortaleza. Y es una maravilla cómo se sostienen sus
muros ahora que entras en mí como un duende, y
podemos a solas jugar y amarnos como dos niños. 

Fernando Molano



En las duchas

Porque es un muchacho muy bello
y entonces cuesta creer

Él riega talco sobre sus pies
y quedan huellas en el piso

Y sus huellas se desdibujan
si uno las roza con los dedos

Pero el talco no sabe a nada
cuando uno se lleva los dedos a la lengua

De verdad
es como un acto de fe.

Fernando Molano Vargas




“Escribo porque al hacerlo, aunque menos que al leer las páginas de otros, de una manera que no sé explicar siento que resguardo del acecho de la realidad el resto de la confianza que aún tengo en los otros, y, sobre todo, en mí.”

Fernando Molano Vargas



“Estos casi no son poemas de amor, son poemas de mi amor. De un amor, quiero decir. Y son también de mi deseo. Así ¿a quién más que a mi novio, o a aquellos amigos cercanos que me quieren, o a mí, podrían interesar? Temo que para otros podrían resultar muy aburridos…”

Fernando Molano Vargas



Me gustaría quedar atrapado en ti

Querido Diego,

bien sé yo que no me escuchas, tan muerto como estás;
pero, ¿no podríamos, en esta noche, juntos soñar que 
Eres un bello espíritu sentado a mi lado sobre el piso, 
a orillas de la cama; charlando ingenuamente, como 
solíamos, los simples asuntos de la vida?

   Porque aún me rompen la cabeza ciertas preguntas
y, ahora mismo, no tengo con quien conversar de 
mis asuntos. A veces no entiendo nada. Pero aún sigo 
creyendo que cada cosa, cada temblor, guarda dentro 
de sí un sentido. Tan sólo no dura mucho. Igual que 
tú; igual que Luis Jorge, a su modo.

   Aquí el mundo sigue dando vueltas —sin ti: a mí 
todavía me resulta extraño—. Los ríos siguen corriendo 
y no se cansan; florecen las flores  y los muchachos;
los amigos vienen a visitarme; aún hay problemas en 
casa. Y a mí todavía el amor me excita: como el de este 
hermoso chico —sinceramente lo amaba— en cuya 
despedida he venido a soñar contigo en este tonto 
escrito de un libro dedicado a ti. Si pudiera ya cerrar 
la página. Permanecer aquí a tu lado, amor.

   Al menos déjame darte un beso. Vamos, 
apresuremos los labios: podría amenazar de nuevo el día...

Fernando Molano Vargas




Sentado a la puerta de mi casa 

Sentado a la puerta de mi casa
           sin mirarme
frente a mí pasan
me ofrecen sus espaldas 

sobre el mugre de sus bluyines
yo pienso ¡Dios!
y mi tarde se hechiza entre sus pliegues
             con sus pasos...
Señor:
             ¿qué llevan en sus bolsillos
              traseros
              los muchachos?

Fernando Molano Vargas














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