Fray Mocho

"Desde ese día ya dejamos de percibir las brisas marinas que en la tarde llegaban a nosotros y que Smith reconocía complacido y aspiraba con fruición.
Faldeando una larga serranía, cubierta de bosque desde el pie hasta la cima — la misma que habíamos costeado por el lado del mar, casi desde nuestra salida de Punta Arenas — y llevando a la vista las dunas desoladas, que en suave declive van a formar la barrera inexpugnable en que el Atlántico se estrella rumoroso, caminábamos en las abras por llanuras pastosas en que reconocía contento las líneas típicas de las pampas de mi patria : ya eran gramillales erguidos que nos impedían la vista, castigándonos el rostro, ya esparragados que extendían sus largas guías blanquizcas, ora sobre los arroyos de orillas chaflanadas, que iban poco a poco desarrollándose, festoneados de árboles y de espadañas con rumbo al este, ora sobre los lagos azules, refugio apacible de verdaderos enjambres de avutardas y de cisnes.
Todas las tardes, cuando acampábamos, salía Mápilush con sus perros y sus cimbras de ballena y nunca regresaba sino cargado de huevos de perdiz o de avutarda y trayendo a la espalda, sujetas por las patas, algunas yuntas de aves, que asadas al rescoldo y a la moda ona, hubieran tentado de apetito gastrónomo más exigente, cuanto más el nuestro.
— Diga, Smith. . . ¿Aquí no hay viento nunca?
— Muy poco.., ¿No ve que esta llanura, que algún día se cubrirá de ganados y de riquezas, es un valle que corre entre las dunas peladas y chatas del Atlántico y las montañas boscosas del Mar Argentino y de los canales?
— Además, —agregó Osear — en toda la región de Lemaire, por ejemplo, nunca hay vientos peligrosos. En la Isla de los Estados, en San Diego y en todos estos puntos de la costa, los peligros para los buques no están en las tormentas sino en las calmas, pues las corrientes, que son terribles, los toman indefensos y los estrellan contra las costas . . . Los naufragios, por ahí, se producen siempre con calmas chichas.
— Sin embargo, —observó Matías — yo vi una tormenta cuando recién se estrenó el faro de San Juan de Salvamento, ese que los argentinos hicieron allá en el Norte de la Isla de los Estados, de la que no me olvidaré jamás. . . ¡Mire que trabajamos durante tres días!... Nosotros veníamos de Inglaterra con carga para el Pacífico, cuando de repente vimos una luz en la costa, en circunstancias en que capeábamos el temporal. El capitán creyó que eran señales de náufragos y comenzó a contestar con cohetes, botando una lancha al mar, con seis remos por banda. Tres días peleamos por acercarnos y no lo lográbamos, teniendo que volver a bordo. El cuarto día nos topamos a medio camino con otra lancha que venía de tierra a socorrernos, creyéndonos en peligro, pues los del faro tomaron nuestras señales como de auxilio."

Fray Mocho
En el mar austral



"Las corrientes del mundo me arrebataron y luché con ellas con suerte varia; ninguna ¡ay! volvió a traerme hasta los montes nativos, y cuando un día--después de muchos años--volví a ellos, ya no guardaban sino restos miserables, escapados al hacha del montaraz; y del pobre rancho y de la familia que lo ocupó, ni el recuerdo siquiera.
¿Qué fue de los míos?
¿Qué fue de las hojas del tala frondoso, en cuyas ramas flexibles mi madre colgaba la cuna de sus hijos, aquel noque de cuero que la brisa mecía cariñosa?
¿Qué fue de los trinos del boyero y del contrapunto de las calandrias y de los zorzales?
¡Sólo quedan en mi memoria como un recuerdo!
Sirviendo de guía a las tropas de carretas, picando éstas cuando ya mis músculos lo permitieron, de peón aquí, de vago allá, llegó un día para mí dichoso y bendecido--porque es el origen de mi felicidad actual--en que una leva me tomó y puso punto final a mis correrías de vagabundo, perfilando sobre la figura mal pergeñada del pobre gaucho ignorante la simpática silueta del soldado.
Recuerdo, como si fuese ayer, las circunstancias en que fui tomado y voy a tratar de pintarlas, no con la pretensión de hacer un cuadro sino con la intención de presentar una escena de nuestros campos, vulgar y corriente en tiempos no lejanos, pero hoy ya casi exótica, debido a las exigencias de la vida."

Fray Mocho
Memorias de un vigilante


"— Ya te he dicho que no hagas caso... Es un refrán de mi tiempo, ¿sabes?... como aquel del mate de las Morales que nunca llegó a cebarse... No sabes quiénes eran las de Miguens?... Cuando lo sepas, te va a gustar el cuentito ... ya que te gusta hasta el aire que te viene desde ella... Las de Miguens, eran las tías del tesoro con que soñás... unas muchachas que tenían talón de fierro y llegaron a ser famosas por su afán de divertirse. Ya se sabía en Buenos Aires, che, que no había velorio, casamiento, bautizo, comida, entierro, misa ni el diablo... en que no estuvieran las de Miguens. Era una cosa bárbara! Había un enfermo en una casa?... Las de Miguens iban de visita a indagar cómo se hallaba.
¿Había una misa en el Sur y otra en el Norte y un baile en el Oeste y una comida en el puerto, a bordo de algún barco y un bautismo en Flores?... Pues, hijito... las de Miguens se hallaban en todas partes, alegres, contentas, comiendo bombones y sándwiches a dos carrillos, tomando chocolate y comiendo naranjas o sandías o tomando leche... Jamás ni nunca se supo que a ellas les hiciese daño nada, ni les doliera alguna cosa, ni discutieran un menú, ni tuviesen una pena y de repente nació entre la gente, así, de sopetón, como te ha nacido a vos ese amor por la sobrina, el refrancito embromador... Qué suerte pa las de Miguens, quería decir qué motivos para jaleo, qué ocasión para salir a la calle, para jarana o para lloriqueo o para almuerzo o para baile o para rezo... Y corrió tanto, que una tarde estaba yo en la mercería alemana y de repente se le cayó una pieza de puntilla a la dependienta y el dueño, al ver que la barajaba antes de tocar el suelo, dijo con su media lengua, "qué suerte pa las de Miguens" significando que el lecho podía ser motivo para que vinieran a la tienda... y quien te dice, hijito, que en eso las veo entrar a Ranchita y Celestina — que eran las mayores — con aquel aire de inocencia que tenían?"

Fray Mocho seudónimo de José Seferino Álvarez
Cuadros de la ciudad














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