José Ignacio Montoto

“Aprendí a mirar hacia otro lado y entonces comprendí qué es la ceguera.”

José Ignacio Montoto



“Descifrando la madrugada, así nos pasamos la vida los insomnes.”

José Ignacio Montoto



“Estamos vivos porque nos duele el corazón."

José Ignacio Montoto



“Hay días en los que se hace difícil escribir la palabra corazón.” 

José Ignacio Montoto



“La inmediatez no entiende de promesas.” 

José Ignacio Montoto



"La memoria es una región del tiempo."

José Ignacio Montoto




“La pena nunca merece.” 

José Ignacio Montoto




“El cielo es negro, aunque nuestros ojos lo pinten de azul.”

José Ignacio Montoto



“Mirar es algo más que abrir los ojos.”

José Ignacio Montoto



Noticia

El mar era una letrina. Los cuerpos flotaban hinchados,
henchidos, amoratados y blanquecinos; a pesar de la
negrura.

La densidad de las algas abrazaba sus piernas. No parecía
que la suerte navegase junto a ellos en aquella noche.

Llovía sobre las olas, sobre montículos de olas que se
desplazaban en espiral derrotando a los valientes
que… a las valientes que… a las promesas que… a los
sueños que… al futuro que…

Una mujer de apenas dieciséis años abraza a su bebé en el
fondo del mar. En el fondo del mal.

La nueva ola se aproxima a la orilla, lleva en su cresta los
sueños de una vida mejor que reposa en las
profundidades del lecho marino, lleva en su cresta los
gritos, la esperanza y el abismo.

Este mundo es una bestia que se ve venir desde lejos.
Nosotros, nosotros, vivimos tranquilos. Conocemos la
tranquilidad del lenguaje gracias a nuestras camas
calientes, a nuestros sofás de Ikea y a nuestra compra
semanal en Carrefour.

Pequeñas bolsas de agua asoman en los informativos.

El miedo, la impotencia y la náusea en mitad del mar.

Se ven venir.

Como a los cuerpos que por las noches se aproximan a la
orilla de nuestras camas mientras los observamos, en
silencio, en la reflexiva posición del que se sabe nada y
alguien en mitad del camino, en ese punto, en ese
punto se ven venir.

Los mensajes de Dios se ven venir. Avanza la madrugada
y un chorro de luna acompaña en silencio al cortejo.

El mar susurra sus nombres al amanecer. La pleamar los
va depositando uno a uno, formando montoneras en
las playas; húmeda la entraña, ahogada la víscera, los
labios agrietados.

Contemplen con parsimonia, a la mañana siguiente, la
dureza del titular.

José Ignacio Montoto



"Salvo la luz no hay nada.”

José Ignacio Montoto



“Se escribe te quiero y se pronuncia con los ojos bien abiertos.” 

José Ignacio Montoto



Yo obtengo de la Nada el Paraíso, del dolor hago un sortilegio y encuentro a la calma enroscada junto a mis tobillos, el frío se desliza entre mis manos como la seda de los rayos del sol sobre el envés de las hojas.
Abrázame en la noche como a un niño que llora porque el silencio se incrusta en sus oídos y oye la voz de una madre que murió joven por culpa de no sé qué enfermedad que engendró el siglo veinte.
Amor es de soberbios pronunciarlo en tiempos de crisis y cielos nublos. Añade a mi dietario el fracaso de los días que no fueron, de los días que han resultado estériles en este tiempo de promesas incumplidas.
Llamamos Mundo a un milagro que se sostiene en el vacío y que aguarda en equilibrio a que los pasos de los hombres y mujeres que lo habitan aceleren el peso de la Nada. Te hablo, bien lo sabes a estas alturas, de la triste e inexorable caída del planeta.
Yo apenas conozco a mis iguales, apenas he vivido encerrado en la crisálida de amor que los amantes tejen, con sus caricias, a escondidas por temor a la luz de la mañana.
Antes de que parta hacia otro lugar, antes de que el sol queme mis ojos y encuentre en la noche mi destino, antes de que todo eso ocurra, sólo espero que tus labios me pronuncien como cuando éramos niños en aquel jardín de infancia.
Hasta entonces yo te espero aquí en silencio, como el folio en blanco que aguarda ser poema. Como el canto de las voces blancas que susurran, día y noche, a los ángeles perdidos, que tus ojos son los ojos del Mundo.

José Ignacio Montoto











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