Elena Quiroga

"Algún día escribí libertad. Mucho más tarde. No aquel invierno primero del colegio, ni el siguiente. Escribíamos en los cristales, sobre el cuajado del frío o el vaho de la lluvia o nuestro aliento. Echábamos el aliento y escribíamos encima con el índice abriendo aquel camino sinuoso y fuerte que formaban las letras. Escribíamos también en los bordes de las hojas de los libros de texto, durante el estudio, pero sobre todo durante la clase, mientras la monja explicaba la lección garabateábamos ya sin necesidad de mirar, acertando a tientas como acertábamos a respirar."

Elena Quiroga de Abarca
Escribo tu nombre



"Busca siempre lo bueno de las personas. Todos lo tienen: búscalo. Lo más grosero está al alcance y a la vista de cualquiera. (…) descubrir lo bueno de lo malo es propio de temperamentos sensibles, más finos."

Elena Quiroga de Abarca



"El hábito llega a ser la piel del alma."

Elena Quiroga de Abarca




"El hombre es el pedernal de Dios."

Elena Quiroga de Abarca



"El juicio que importa es el postrero, no el prematuro."

Elena Quiroga de Abarca




"¡La benditera! Lo llamaba así. ¡Era estupenda! Andaluza, por supuesto. ¿Sevillana? No estaba muy seguro. Todas eran sevillanas para ellos.
Anuncios. Letras. Figuras enormes. Fluorescencia. Verde, luz, rojo. «Cyrano de Bergerac». Enormes figuras de cartón… «Actualidades». Cafés. «La Prensa». «Revuelta en Haití»… El autobús rodaba despacio. Mucho tráfico. Les pasaban los coches ligeros. Estos mamotretos… Se levantó: «Me bajo ya».
En la parada de Callao había gente en cola. El joven bajó, y Blas, tras él, abanicó el aire con la mano. «¡Qué tío!». Le miró, caminando con las manos metidas en los bolsillos de aquello. No era un abrigo… Era un chaquetón. Andaba como desganado… A Blas se le había quedado indigestada la bofetada que le hormigueaba en la palma. «Vienen a subirlo todo. Mucho cursi de éstos y la vida más cara cada día. ¿Quién decía que traían dólares? Se llevan todo lo que pueden. No nos dejan más que las mujeres averiadas. Puede que ellas les saquen algo. A saber… Tenía pinta de chulo. No, encima… Divisas. Menuda divisa dejará ese… ¿Qué por qué no me caso?… ¡Pupila!».
Tocó el timbre mientras todavía se oía el arrastrar de pies subiendo las escalerillas o en el piso de arriba. Gentes que iban a los espectáculos o a bailar. Trayectos cortos. Jovencitas impacientes, con el pelo corto muy pegado a la cabeza. Matrimonios que huían de los cines de la Gran Vía: «Te digo que dan la misma película en el Goya por dos duros». Satisfechos como las mujeres en los saldos.
Los que llevaban tiempo en el autobús tenían la cara abotargada. Quizá por el contraste con el frío de fuera, o simplemente aquel rodar continuo, seguro, como un destino.
«Doña Manolita». «Espasa-Calpe». Anuncia miró los escaparates desfilando ante ella. El albañil echó mano al bolsillo de arriba. Al llegar a casa tenía que guardarlo… Si la mujer pescaba aquella participación habría gresca. Jugaban aquel número entre todos los de la obra. Podían tocarle quince mil pesetas. ¿Qué haría él con quince mil pesetas?… No le diría una palabra a la patrona. Se compraría un terno. Y si preguntaba… a plazos. «Lo compré a plazos». Un fondo para sus gastos. El chamelo en la tasca: el único rato bueno del día… «¿Pero no te da vergüenza?»… No, no le daba vergüenza. Un día iba a chillarlo en mitad de la Cibeles. No le daba vergüenza jugarse la mitad del jornal, y si ganaba beber hasta que los pies no le pesaban, ni sentía el frío. Vergüenza era llegar a casa y tener aquella mujer reseca que hablaba siempre a gritos, y que quería meterse en todo. ¡Unas dominantas!"

Elena Quiroga
Trayecto uno


“La censura la pasé, y no la pasé, porque tenía un amigo en censura lo bastante noble para decirme ‘ven mañana, tráeme el libro’. Y me daba la tarjeta de censura y ponía los sellos, y se acabó. He escrito siempre desde mi libertad”

Elena Quiroga de Abarca



"La intimidad había que defenderla de los otros, había un pudor de tu soledad, sólo la compartías con los elegidos. Y compartir el silencio aprendí que era algo inenarrable y suficiente para llenar unas vacaciones."

Elena Quiroga de Abarca




"La relación de las cosas entre sí. Su afinidad. Su correlación. Su dependencia. Su ley de la gravedad. Lo pensabas sin querer. No habías decidido pensarlo, ni siquiera se te había ocurrido a ti, ni sabías que lo pensabas."

Elena Quiroga de Abarca




"Llegaba siempre como si volviera."

Elena Quiroga de Abarca



“Ni un día sin examen de conciencia, ni una noche sin una oración fervorosa, ni una hora sin un acto de agradecimiento a Dios. Ni una conversación sin el recuerdo de la presencia de Dios. Ni una ofensa recibida sin un perdón indulgente. Ni una culpa sin arrepentimiento. Ninguna buena acción sin humildad.”

Elena Quiroga de Abarca
 Escribo tu nombre



"No hay libros buenos o malos. Están bien o mal escritos, eso es todo. (En la línea de lo que afirmaba Plinio: No hay libro tan malo del que no se pueda aprender algo bueno)."

Elena Quiroga de Abarca



"Servir a las demás era su goce; servía, a través de ellas, su ansia de trabajar para ganar el cielo. A veces, su alma cándida se maravillaba: «Señor, ¿y cómo voy a gozar de la gloria, con la vida tan regalada que llevo?…» Allí estaba Marcela. Dios puso en su camino aquella humana ternura para forzarla a desasirse más. La Hermana Josefa aceptó tan dura prueba, postrada a los pies de la imagen del Crucificado. ¡Qué bella debía resultar a sus Ojos la faz vulgar, de arrebatadas mejillas! Podían reírse de la Hermana Josefa. Aquel que se oculta en pan la amaba, porque era como el pan bueno, sencillo y sin levadura de malicia o pecado. El cariño maternal retenido en ella había que sofocarlo, que desprenderse de él también. La Hermana Josefa creció y creció ante los ojos del Señor, porque sólo Éste supo lo que su ingenuo corazón se desgarraba mientras se dedicaba a los más vulgares menesteres. Con la sabiduría de la bondad, la Hermana comprendió que debía seguir siendo tierna con Marcela, que la rapaza la necesitaba.
Y era más duro renunciar a ella con aquel trato diario, que renunciar de una vez y para siempre.
Trabajaba ahora sin levantar la vista de la labor; Marcela cosía a su lado, perezosamente. Algunas veces, la Hermana Josefa le contaba la vida del santo del día; tenía que hacerse fuerte para no enternecerse ante los ojos, fijos y absortos, de la muchacha.
En invierno, salvo algunos días excepcionales, dejaron de sentarse en el jardín. La Hermana Josefa decidió que Marcela diera su clase de labor en compañía de las colegialas mayores. Puso su sillita en el fondo de la clase, y se acongojaba observando cómo se volvía la indómita cabeza a la ventana, siguiendo el vuelo de algún pájaro. Durante la clase de labor estaba prohibido hablar. Al principio, las otras chicas miraron con recelo y curiosidad a Marcela, pero la indiferente expresión de su rostro les ofrecía poco comentario, y se habituaron a verla en aquella esquina con el bastidor sobre las rodillas, y la mayor parte del tiempo ociosa."

Elena Quiroga
Viento del Norte



" ... te faltan elementos de juicio, y enjuiciar de una manera primaria es impropio de una persona inteligente. Sólo conoces lo que se ve, no lo que es, ni por dónde se ha llegado a aquello."

Elena Quiroga de Abarca



"Un excesivo raciocinio seca el alma como un abono excesivo quema una planta."

Elena Quiroga de Abarca











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