Lauro Olmo

"Esa es otra de las leyendas. Nunca he militado en el PC, y esto lo aclaro por primera vez. Entonces, al decir que no militabas en el PC parecía una deserción, pero no lo he hecho nunca, lo que no quiere decir que yo no tenga un modo de andar por la vida española y de comprometerme con ella, aunque teniendo en cuenta una palabra que para mí es sagrada: solidaridad...
Soy simpatizante de todo lo que significa progresismo en nuestro país."

Lauro Olmo Gallego



"Regaliz salta y se enrosca sobre el cómodo lecho que le ofrece su amiga. Ésta, afectuosa, le acaricia suavemente el lomo. Y al mismo tiempo su mirada, poco a poco, se va alejando. Y llega un momento en que todo se amansa. Algo así como si el tiempo se quedara quieto. Y matizando esta quietud, destaca, bondadosa, la mano acariciante de Felisa la Sorda que, en su lento moverse, parece estar acariciando el lomo del mundo. Sobre los tejados de Calle Nueva, 5, está cayendo la tarde. Y esto le sucede ya desde hace muchos años. Si no todas, muchas tardes le han caído tan triste, tan melancólicamente como ésta. Las tejas rojas, vivas a veces, ahora ofrecen un matiz lánguido, a punto de sueño. Y hasta el abierto tragaluz parece un necesario e inevitable bostezo. Metiéndose por él, se pasa al último rellano de la escalera. Y aquí, ocupando el centro de la pared frontal, se ve una puerta. Pertenece a la buhardilla y ahora está cerrada. Asomándose a la barandilla, puede apreciarse el poco carácter de esta casa. Es como si los escalones de piedra la deshumanizasen y le diesen una frialdad indiferente para todo lo que suba o baje. Lo único que la salva un poco es la carencia de ascensor. No hay trampa. Aquí subir o bajar cuesta lo suyo. Un detalle humano hubiera sido poner el pasamanos de madera, pero es de hierro. Muy difícil para la carcoma. La profundidad del hueco de la escalera no es mucha. Desde aquí se distingue perfectamente el primer escalón. Sin embargo, es una altura suficiente. Cualquier desesperado de la vida podría tirarse y matarse. Y si se tirase desde el quinto, igual. Y lo mismo ocurriría si lo hiciera desde el cuarto, o desde el tercero, o desde el segundo, o desde el primero. O, sencillamente, dándose de cabeza con el escalón inicial. Y si la decisión de anularse fuera muy fuerte, bastaría con que se sentase en este escalón y, fríamente, como la piedra misma, decirse: «¡Ea, amigo; esto se acabó!"

Lauro Olmo
Ayer, 27 de octubre


"VOZ DE RICARDO. ¡María, por tu madre, dame los pantalones! [...]
VOZ DE MARÍA. ¡Te he dicho que están secándose! ¡Y no me toques!
Arriba se intensifica la bronca.
VOZ DE RICARDO. ¡Quiero mis panta...Iones, leñe!
VOZ DE MARÍA. ¡Suéltame o te pego un sartenazo!
Abajo ríen.
VOZ DE RICARDO. ¡Chatita, no me seas mala!
VOZ DE MARÍA. Oye, ¡el traje de los domingos ni lo mires! ¡Y no me sobes! ¡Apártate, que
apestas!
VOZ DE RICARDO. (Casi en un grito.) ¡Quiero mis panta...!
Se oye un fuerte golpe y todo queda en silencio.
LOLO. ¡Que no me caso, ea! ¡Que a mí no me sartenea ninguna gachí!
SEBAS. Tú y yo picaremos, como todos.
VOZ DE MARÍA. ¡Ricardo!... ¡Ricardo, vida mía!
SEBAS. Y si no nos dan con la sartén será en perjuicio de las cacerolas.
MARÍA. (Saliendo al corredor y exclamando hacia abajo.) ¡Señora Balbina! ¡Señora Balbina!
LUIS. Ni cacerolas, ni sartenes. Un buen jomalito y ná: los nervios nuevos.
MARÍA. ¡Señora Balbina! ¿Me oye usted?
BALBINA. (Saliendo a su corredor.) Pero, ¿qué le has vuelto a hacer al Ricardo?
MARÍA. ¡Suba, suba deprisa!
BALBINA. (Metiéndose.) ¡Tú enviudas antes de tiempo!"

Lauro Olmo
La camisa













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