Michela Murgia

"El fascismo fue endémico en los grandes estados identitarios del siglo XIX, en los que había necesidad de reafirmar estructuras muy rígidas: una nación, un solo modelo de sociedad, un jefe. En eso se fundamenta el miedo a la diferencia."

Michela Murgia



"El fascismo vence cuando te pone en la boca sus palabras."

Michela Murgia


"El populismo y el nacionalismo necesitan enemigos para existir."

Michela Murgia




"El relativismo sociocultural, uno de los pilares de las democracias, pues subraya que no existen culturas superiores o inferiores."

Michela Murgia


"En las novelas es donde yo me hago preguntas que no sé cómo contestar. Eso es la escritura para mí, un lugar en el que predominan las preguntas sin respuesta."

Michela Murgia



"Italia todavía no ha ajustado cuentas con su pasado fascista. Es un caso muy distinto, por ejemplo, del de Alemania. Aquí no se llevaron a cabo los juicios de Núremberg en los que, además de las responsabilidades individuales de los jerarcas, también se analizaron las responsabilidades colectivas de todo el país. En Italia, esto no pasó. Probablemente porque [al final de la segunda guerra mundial] figuras como [el entonces jefe del Partido Comunista italiano] Palmiro Togliatti prefirieron evitar que se prolongase el conflicto civil en el país."

Michela Murgia



"Las palabras funcionan de la misma manera, porque enemigo y adversario no significan la misma cosa, aunque se parezcan. Simplificar y banalizar no es lo mismo, aunque las podamos asociar, y, nosotros, tenemos la tarea, en una sociedad democrática, de crear ciudadanos que sepan distinguir siempre la diferencia entre hierba buena y hierba venenosa."

Michela Murgia


"Me siento más una política que una escritora. Solo escribir cansa. Sin una motivación política, no sabría decir para qué me sirve. Yo quiero que mis novelas mejoren la vida de las personas que me leen. Quiero influir."

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"Nicola guardó silencio mientras el cura y su madre salían de la habitación. Fuera lo que fuese lo que cuchichearan en el pasillo, no se tomó la molestia de intentar oírlo. Cerró los ojos en busca de un simulacro de sueño que apagara su rabia aunque sólo fuese durante una hora.
Las manos untadas de Giannina Bastíu se deslizaban por la piel flácida del muslo derecho de Nicola con regularidad hipnótica. Al sol ya templado de octubre, el patio trasero mostraba la última floración de las hortensias, mientras que, a lo largo de la pared, los crisantemos cerrados eran erguidas promesas todavía por cumplir.
Inmediatamente después de comer, a la hora más calurosa del día, un Nicola indiferente dejaba que su madre le diera aquel masaje medicinal, indispensable para evitar las llagas y favorecer la curación. Los meses de convalecencia habían pasado mejor de lo previsto y la sutura en el muñón había cicatrizado sin complicaciones. Como en el cambio de una estación a otra, tras las primeras semanas de rabia ciega la actitud del joven también parecía distinta. Ya no maldecía, había dejado de insultar a quienes iban a verlo y cada vez tenía menos accesos de furia en que arrojaba objetos al azar. Pero no hablaba. No es que se hubiera quedado mudo, simplemente no decía una sola palabra que no fuera indispensable, y de repente había dejado de reaccionar a los estímulos del entorno. Su padre y su hermano lo levantaban todos los días de la cama, lo sentaban en una silla y lo sacaban al patio, sin que él se dignara hacer el esfuerzo de sostenerse apoyando en el suelo la pierna sana. Tan sólo cuando se presentaba Bonaria Urrai daba la impresión de salir de aquel torpor insano para clavar en la vieja modista dos ojos negros como estrellas apagadas. Durante aquellas visitas parecía menos inaccesible, aunque no llegaba a volverse locuaz. Bonaria iba a verlo a diario, pero nunca intentaba hacerlo participar en una conversación, sino que se limitaba a cruzar cuatro palabras con Giannina mirándolo de vez en cuando. Si estaba segura de encontrar a Andría en casa, a veces Maria la acompañaba, pero evitaba quedarse más tiempo del imprescindible con Nicola, presa de una inconfesable repulsión hacia aquel sufrimiento que ni siquiera era ya un dolor. Había discutido algunas veces con la anciana para evitar acudir al hogar de los Bastíu, porque no les encontraba sentido a esas visitas forzadas; por un lado, nada en la actitud de Nicola hacía pensar que las agradeciera, y por otro, Maria prefería pasar las tardes en casa cosiendo vestidos con los patrones que llegaban a la tienda cada mes, o ir a casa de la señorita Luciana a pedirle prestado algún libro para leer por la noche. Era evidente que aquella tarde no se había salido con la suya: estaba sentada con impaciencia mal disimulada al lado de Bonaria, evitando con rigor científico posar la mirada en la delicada tarea que Giannina llevaba a cabo con Nicola."

Michela Murgia
La acabadora



"No todo es fascismo, pero el fascismo tiene la fantástica capacidad, si no estamos en guardia constantemente, de contaminarlo todo."

Michela Murgia



"Soy una independentista no nacionalista. Quiero que mi isla se independice para que podamos tomar nuestra propias decisiones. ¿Sabe que Cerdeña aloja el 66% de todas las bases militares que hay en Italia? ¿Que el área industrial de Portovesme es una de las más contaminadas del país y que el número de leucemias es de los más altos?"

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